Las velocidades diarias promedio del viento están aumentando en gran parte del mundo después de aproximadamente 30 años de desaceleración gradual, lo que ha supuesto un impulso para la energía eólica, según un nuevo estudio publicado en la revista ‘Nature Climate Change’.
La investigación, dirigida por un equipo de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), muestra que las velocidades del viento en las regiones del norte de latitudes medias han aumentado aproximadamente un 7% desde 2010.
Los hallazgos marcan una inversión del patrón de vientos decrecientes en estas regiones desde la década de 1980, un fenómeno conocido como quietud terrestre global. Centrándose en las regiones de América del Norte, Europa y Asia, donde la energía eólica está en aumento, los investigadores analizaron los registros de velocidad del viento recopilados entre 1978 y 2017 de más de 1.400 estaciones meteorológicas.
Muestran que, si bien las velocidades del viento disminuyeron en aproximadamente un 2,3% por década a partir de 1978, desde 2010 las velocidades del viento han aumentado a un ritmo casi tres veces más rápido.
La investigación, que solo examinó los promedios regionales, no examinó cómo el aumento en la velocidad del viento podría afectar la gravedad de las tormentas, que también ha ido en aumento.
Así, el equipo estudió las posibles causas subyacentes de la quietud terrestre global y su reversión. Si bien se han propuesto cambios en la urbanización y la vegetación como contribuyentes a la quietud terrestre global, estas tendencias no se han revertido desde 2010, destaca Zhenzhong Zeng, quien dirigió el estudio como investigador postdoctoral trabajando con Eric Wood, profesor emérito en Princeton.
Zeng y sus colegas usaron métodos estadísticos para probar asociaciones entre variaciones en la velocidad del viento y una variedad de oscilaciones bien caracterizadas de la atmósfera oceánica.
Las oscilaciones de la atmósfera oceánica, que alteran las distribuciones de calor y presión, durante mucho tiempo se ha entendido que impulsan las velocidades del viento del océano, y este estudio demostró la relación global entre las oscilaciones y las velocidades del viento en tierra.
El análisis mostró que en cada región del globo, las oscilaciones específicas de la atmósfera oceánica a gran escala, que son impulsadas por muchos factores, incluido el calentamiento desigual de la superficie de la Tierra en diferentes regiones, fueron explicaciones probables de las tendencias observadas en las velocidades del viento.
Extendiendo sus hallazgos a la generación de energía eólica, los investigadores calcularon que una turbina eólica típica que recibe el viento promedio mundial habría producido aproximadamente un 17% más de energía en 2017 que en 2010. Y utilizando índices climáticos para proyectar futuras velocidades del viento, predijeron un 37% aumentar para 2024.
Las tendencias de la velocidad del viento pueden explicar gran parte del aumento de los Estados Unidos en la eficiencia de producción de energía eólica de 2010 a 2017, mientras que las innovaciones tecnológicas en turbinas eólicas pueden haber desempeñado un papel menor de lo que a menudo se supone, asegura Zeng, quien ahora es profesor asociado Universidad del Sur de Ciencia y Tecnología en Shenzhen (China).
«Predecimos que la tendencia creciente de la velocidad del viento continuará durante 10 años, pero también mostramos que debido a que esto es causado por las oscilaciones de la atmósfera oceánica, tal vez una década más tarde se revertirá nuevamente», añade.
Y dado que la vida útil de una turbina eólica suele ser de 20 años como máximo, tener proyecciones confiables de la velocidad del viento en lugares particulares podría ser crucial para realizar inversiones inteligentes en energía eólica y aumentar la participación global de energía renovable.
«Conocer las posibles tendencias a la baja en las velocidades del viento a largo plazo puede ser muy útil para la planificación de la futura infraestructura de energía eólica –apunta Charles Meneveau, profesor de Ingeniería Mecánica en la Universidad Johns Hopkins que no participó en el estudio–. Este tipo de investigación, que combina geociencias e ingeniería para dilucidar fenómenos de gran importancia social, es oportuna y aumentará nuestra comprensión de las estrechas conexiones entre el clima y la sociedad».