REVE
Con el incremento de la potencia instalada en tecnologías de generación eléctrica con energías renovables no gestionables, se están produciendo frecuentes situaciones en los países industrializados en las que la electricidad generada por dichas tecnologías, sumada a la generación de centrales de carga base, con reducida o nula posibilidades de regulación, se acerca o incluso supera a la demanda, obligando a restricciones a la operación de las propias tecnologías renovables.
La generación y el consumo de energía eléctrica tienen que estar en constante equilibrio en la red, por lo que los operadores del transporte de la electricidad y del sistema eléctrico en su conjunto deben disponer de posibilidades técnicas y protocolos para incrementar o disminuir la generación acompasándola a la demanda.
También se produce un incremento de coste de los servicios de ajuste del sistema ante la necesidad de tener reserva de potencia suficiente para poder reaccionar a posibles rápidos decaimientos del suministro renovable.
Es por ello por lo que se está empezando a considerar el almacenamiento de la electricidad como una solución a los problemas de exceso de oferta de las elevadas cuotas que la generación renovable no flexible está provocando en la mayor parte de los sistemas eléctricos nacionales.
Pero, en este caso, como en medicina, la auténtica solución no está en mitigar los síntomas, sino en evitar que se produzca la enfermedad y, por ello, creemos llegado el momento en que los objetivos de renovables no se reduzcan a una cifra, a un porcentaje, sino que, por lo que respecta a la generación de electricidad, se establezca una contribución significativa de centrales renovables gestionables en dicho porcentaje.
En estos momentos en los que estamos asistiendo a un cambio profundo e imparable del modelo energético, particularmente en lo que respecta a la generación eléctrica –ya que la mayor parte de la nueva potencia instalada en todo el mundo es de origen renovable (100% en el caso de España)–, es cuando los planificadores y responsables energéticos de los países deben establecer regulaciones basadas en el valor y no en el precio que las nuevas unidades de generación aporten al sistema.
Aunque la sobreoferta de generación renovable no gestionable ya se está comenzando a producir, es previsible que el propio mercado dé señales a los inversores del poco valor que tendría el mismo producto ofertado por todos los agentes a la vez, y se limite automáticamente la penetración de nuevos parques eólicos o grandes instalaciones fotovoltaicas, más allá de la generación distribuida, básicamente para autoconsumo, cuya oportunidad es innegable.
Por ello no creemos que el almacenamiento de electricidad, que está comenzando a excitar al sector del gas al ver en las enormes cantidades de electricidad renovable excedentaria una oportunidad de negocio para hidrolizar el agua y conseguir hidrógeno integrable hasta cierto porcentaje en las redes de gas natural, llegue a tener sentido.
Sí, bien al contrario, tiene sentido la instalación de nuevas centrales renovables gestionables, como la termosolar con almacenamiento o la biomasa que, además del valor que aportan al sistema en términos operativos y de capacidad, añaden los de estabilidad inercial a la red y positivo impacto macroeconómico. En el caso de la termosolar hay que sumar además la proyección a mercados exteriores, dado nuestro papel de líderes mundiales en esta tecnología.
Todo ello debería animar a nuestro futuro gobierno a apoyar el despliegue de nuevas centrales termosolares antes de 2020, cuyo papel se empezará a valorar cuando, más pronto que tarde y por diferentes motivos, se haya procedido al cierre de determinadas centrales convencionales.
Luis Crespo, secretario general de Protermosolar y presidente ESTELA, la Asociación Europea de la Industria Solar Termoeléctrica. http://www.protermosolar.com