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Desde julio del 2014, la empresa estatal eléctrica de Uruguay, UTE, tiene en circulación 30 camionetas 100 por ciento eléctricas. Tras la positiva experiencia en diferentes terrenos del país, este mes de noviembre duplicó esa flota de camionetas y sumó dos automóviles.
La estatal Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE) es responsable de la generación, la trasmisión, la distribución y la comercialización de energía eléctrica para 1,2 millones de clientes distribuidos en los 176.215 kilómetros cuadrados del territorio uruguayo.
La empresa estatal monopoliza la distribución energética, pero no la generación, en la que participa el sector privado, lo que implicó la dificultad de sumar el área a los objetivos de la estrategia energética.
Al final de 2014, Uruguay contaba con una potencia total instalada de 3.719 megavatios, incluyendo los generadores conectados al Sistema Interconectado Nacional y otros autónomos y de autoproducción, según datos del Ministerio de Industria, Energía y Minería.
Las grandes plantas de celulosa están generando su propia energía a partir de la biomasa y vendiendo su excedente a la UTE. El problema de esta fuente es que al quemarse libera CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero.
Y si bien existe la tecnología para que las emisiones sean totalmente limpias, en Uruguay la situación todavía es mixta. “Hay instalaciones muy nuevas que funcionan de forma muy limpia y hay instalaciones viejas y obsoletas que queman la biomasa con todo el humo que genera”, explicó Gonzalo Abal.
El problema de la energía eólica y la solar es que no son programables. “Es un problema en la red eléctrica, que es un sistema de suma cero: la energía que se genera en un momento dado tiene que ser igual a la energía que se consume en ese momento”, y debe complementarse con una fuente que se pueda programar como es la hidroeléctrica, siempre que no haya sequía, agregó.
La potencia estuvo compuesta por 1.538 megavatios de origen hidráulico, 1.696 megavatios térmicos (combustibles fósiles y biomasa), 481 megavatios de origen eólico y cuatro megavatios de generadores solares fotovoltaicos, detalla el Balance Energético Nacional de 2014.
Considerando la potencia instalada por fuente, 66 por ciento correspondió a la energía renovable (hidráulica, biomasa, eólica y solar), mientras que el restante 34 por ciento constituyó energía no renovable (gasóleo, fueloil y gas natural).
En la economía, hubo un cambio estructural en la matriz de consumo energético a partir de 2008, que se mantuvo igual los últimos siete años. El sector industrial es el que más consume (39 por ciento), seguido del transporte (29 por ciento), residencial (19 por ciento), comercio y servicios (ocho por ciento) y por último el agro, la pesca y la minería (cinco por ciento).
Entre 2007 y 2014, la industria desplazó al transporte al segundo lugar y produjo el incremento del consumo de biomasa. Las empresas de pulpa de celulosa fueron decisivas en ello, porque gracias a esa fuente se volvieron autosuficientes en más de 90 por ciento, dentro de la transformación iniciada en 2005.
En este país, “el cambio importante se dio en la eólica; allí es donde se hicieron necesarios los cambios y se enfrentaron desafíos”, aseguró a IPS el especialista Gerardo Honty, del Centro Latino Americano de Ecología Social.
La energía eólica está en pleno desarrollo y “estamos cerca de un gigavatio (1.000 megavatios) de capacidad instalada, estamos en cronograma con lo previsto”, destacó Abal a su vez.
En cuanto a la energía solar fotovoltaica, “tenemos una planta ya operativa de 50 megavatios, son 100 hectáreas de paneles solares, y se empezó a desplegar una segunda de 50 megavatios con capitales europeos”, detalló este académico.
“Las demás plantas, unas 15, son más pequeñas, del orden de entre uno y cinco megavatios, y están distribuidas en el norte del país”, añadió Abal.
Conexión con los vecinos
Uruguay diversifica la canasta de fuentes de energía, pero también puede “agrandar el tamaño de la red geográfica, si tú te interconectas con Argentina y el sur de Brasil, la probabilidad de tener un evento atmosférico que te deje sin generación eólica en toda esa área, en toda la pampa húmeda, es muy baja”, explicó el físico.
El Sistema Interconectado Nacional cuenta con interconexiones con Argentina (2.000 megavagtios) y con Brasil (70 megavatios y en ampliación a 500 megavatios), esta última demorada debido a que la generación tiene frecuencias diferentes en cada red, y hay que establecer un sistema de conversión para superar el problema.
En Uruguay, “el problema no es el sector eléctrico sino los motores de combustión que no pueden ser abastecidos con las (fuentes) renovables mencionadas”, puntualizó Honty.
El desafío futuro está en el transporte y en especial en el público.
La Intendencia (alcaldía) Municipal de Montevideo evalúa la alternativa de vehículos eléctricos autónomos por su eficiencia energética, porque asegura cero emisiones contaminantes y reduce al mínimo la contaminación sonora, indicó el economista Gonzalo Márquez, del departamento de Movilidad, en un foro sobre energía.
Pero todavía no hay un cronograma previsto, comentó a IPS, porque hay dificultades a resolver como los costos de la unidad, el mantenimiento, la autonomía de la batería y el subsidio que tiene el transporte público, “un costo oculto que asume la sociedad”.
Uruguay apuesta a que para cuando termine la transformación en el sector energético, las emisiones contaminantes serán de entre 20 a 40 veces menores al promedio mundial, proyectó Méndez, el máximo responsable gubernamental de la respuesta al cambio climático.
Además, este país pretende ser neutral en carbono para 2030. Eso significa que “estamos planteando para ese año que lo que capturemos de CO2 (dióxido de carbono) sea mayor a lo que emitamos en toda nuestra economía”, subrayó.