México avanza hacia las energías renovables

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En 1987, el concepto “Desarrollo Sustentable” fue presentado formalmente por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como una alternativa al desarrollo socioeconómico tradicional, causante de graves daños ambientales en términos globales.

Los países con voluntad de transitar hacia la sustentabilidad aportan los elementos necesarios para mantener al planeta en mejores condiciones, siendo el uso y aprovechamiento de las energías renovables un mecanismo inteligente para lograr dicha transición. De acuerdo a la Agencia Internacional de la Energía (AIE), organismo internacional creado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), las energías renovables son aquellas “que provienen de fuentes naturales e inagotables en contraste con las energías fósiles”. En la lista de dichas energías, la OCDE contempla las siguientes: solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica, marítima, y combustibles renovables.

México tiene metas claras respecto al uso y aprovechamiento de las energías renovables. Conforme a lo establecido por la Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y el Financiamiento de la Transición Energética, la meta de nuestro país para el año 2024 es generar 35% de la energía a partir de fuentes no fósiles. Y habrá que cumplirlo, pues organismos internacionales especializados en el cuidado y protección del medio ambiente como Greenpeace han puesto sus ojos en tal compromiso. “Para alcanzar dicha meta (35%), México tendría que elevar la participación de renovables en 400 por ciento en un periodo de menos de 10 años”, expresó recientemente Sergio Leyva, responsable de la campaña Energía y Cambio Climático de Greenpeace México.

Sin duda, elegir las energías limpias conlleva aparejados beneficios. La contribución a mejorar el medio ambiente debido a la disminución de Gases de Efecto Invernadero (GEI) es un ejemplo claro. Adicionalmente, el que se trate de energías provenientes de fuentes inagotables como el sol o el viento, es otro. Sin embargo, para México, existe un beneficio de suma importancia: las energías renovables, particularmente la solar, representan la posibilidad de reducir el porcentaje de población rural que no cuenta con servicio de energía eléctrica, a partir del suministro de energía proveniente de plantas eléctricas solares.

Respecto a este último punto México tiene una apuesta elevada y ha trabajado en ello. El próximo 30 de octubre de 2015 concluirá el Programa Especial para el Aprovechamiento de Energías Renovables, mismo que fue aprobado por el Banco Mundial con beneficios para México por un monto de 85 millones de dólares. Este programa, desarrollado por la Secretaría de Energía (SENER) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), tiene como objetivo dotar de electricidad, a través de sistemas de energía renovable, a 86 comunidades rurales de nuestro país que no cuentan con servicio de energía eléctrica y que por su alto grado de dispersión, difícilmente podrían ser integradas a la red eléctrica nacional.

Dice el conocido refrán: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Si ese vecino es China, la primera economía más importante del mundo, y el número uno del mundo en términos de exportación, producción y consumo de energía, entonces hay que hacer caso al dicho. De acuerdo a Jennifer Weeks, investigadora del Centro para el Medio Ambiente de la Universidad de Harvard: “Para satisfacer sus enormes necesidades de electricidad, China ha invertido fuertemente en energía solar, eólica y la energía hidroeléctrica. En 2012 y 2013, dicho país invirtió más dinero en energía renovable que cualquier otra nación en el mundo”.

México se ha fijado metas claras para transitar a la sustentabilidad. La generación de conciencia respecto a los beneficios que producen las energías renovables es fundamental para lograr dicha transición, así como la firme voluntad de los sectores público, privado y social al respecto. Diversos motores nos mueven a ese cambio, siendo el principal: la responsabilidad que poseemos sobre el mundo que heredaremos.