Rumbo a los deshielos por Antonio Cerrillo

El capitán del barco, Rune Andreassen, ya dio aviso el día anterior cuando el buque se acercaba a las Svalbard, un archipiélago a medio camino entre el cabo Norte noruego y el polo Norte. "Esperamos encontrar los primeros hielos marinos sobre las seis de la madrugada; será al llegar a los 76º de latitud", a unos 1.500 kilómetros del polo Norte. Y el aviso se cumplió. Pero lo que no sospechaban los viajeros que participaban en el crucero de exploración que recorría las Svalbard a principios de junio era verse rodeados completamente por los hielos marinos.

El vaticinio se cumplió con precisión cuando el buque se acercaba a la costa sudoeste de la isla de Spitsbergen, la mayor de las Svalbard. Un ruido sordo y seco, que se fue repitiendo durante tres horas, despertó a muchos viajeros, que salieron disparados de la cama para contemplar en la cubierta, somnolientos, silenciosos y perplejos, un paisaje nuevo y casi irreal. Las placas de hielo, que cada vez se hacían más espesas, cercaban el buque y, al final, casi no dejaban ver el agua del mar.

Al principio, la banquisa la formaban placas pequeñas, de formas irregulares, de unos 60 o 70 centímetros de longitud y medio metro de grosor. Pero, a medida que avanzamos, aumentaban de tamaño. Gigantescas piezas de un puzle marino inacabable se van desmontando a medida que el buque rompe el hielo mientras el empuje aparta violentamente las placas, que entrechocan, se superponen unas a otras, se atropellan y se deforman, hasta modelar un paisaje en el mar que cambia cada segundo como en un pase de cámara rápida.

Los impactos estremecen el buque. Pero, al final, los viajeros se acostumbran al ruido, aunque por momentos parece que el buque va a pararse por la resistencia de la masa helada… Es así como se abre paso la expedición en la que el buque de exploración MS Fram va a mostrar a científicos, periodistas y viajeros las singularidades de estas islas.

Las Svalbard, con una superficie que dobla la de Catalunya, marcan el límite de las zonas del casquete polar con hielos permanentes, lo que las hace un lugar atractivo para quienes estudian las transformaciones que convulsionan el Ártico. Los científicos las han convertido en un gran laboratorio para sus investigaciones, mientras que los primeros viajeros también quieren conocer la geografía de hielos menguantes a causa del cambio climático. Son, pues, un termómetro del planeta, porque, a diferencia de lo que pasa en la Antártida, pequeños aumentos de temperatura causan deshielos y fuertes impactos.

"Lo que ocurre en el polo Norte tiene una influencia global sobre el planeta. El ritmo en que se derriten la nieve y el hielo del Ártico condiciona el clima de la Tierra, pues incide en la distribución del calor, y está afectando tanto a la vida salvaje como a la vida de las personas", dice Jan-Gunnar Winther, director del Instituto Polar Noruego, dedicado a la investigación ambiental y la exploración polar.

De hecho, la zona oeste de la costa de Spitsbergen cada vez es más accesible por mar, dice el glaciólogo noruego Olav Orheim. "Antes, en invierno, solíamos tener el mar helado en todas partes; y hoy tenemos un océano más caliente que derrite el mar helado. Los barcos no podían venir a la capital, a Svalbard, hace 50 años en invierno, sino que dejaban de venir en esas fechas. En cambio, ahora se puede venir todos los meses del año", afirma Orheim, quien subraya las anomalías climáticas en las Svalvard.

"Hemos tenido durante los últimos años temperaturas de cinco y seis grados superiores a la media en invierno". El cambio climático es un fenómeno general, pero en el Ártico se nota más. El resultado es que las comunicaciones ahora resultan más fáciles. La extensión del hielo marino en el océano Ártico se ha encogido en verano casi un 40% desde 1979, dice Jan-Gunnar Winther.

"La extensión del hielo desaparece a un ritmo del 11,2% por década en septiembre y del 2,8% por década en marzo ( cuando los hielos alcanzan su máximo)", añade.

Y este año, el manto helado registró en julio el segundo nivel más bajo desde que se iniciaron las observaciones por satélite. Y no se puede descartar que, al final del verano se bata el récord de septiembre del 2007. Entonces, el océano Ártico alcanzó un mínimo de 4,2 millones de km2 (frente a los 7,8 millones de km2 registrados en 1980, o sea, una pérdida como nueve veces la superficie de España).

¿Y habrá récord en septiembre? "Eso dependerá de las pautas climáticas que se den en el resto del verano. En junio, tuvimos un patrón similar al visto en el verano del 2007 y estábamos en un ritmo de récord. Sin embargo, en la primera semana de julio la tasa de derretimiento se ha ralentizado un poco, porque los patrones del clima cambiaron. Tendremos que esperar", dice Mark Serreze, director del Centro Nacional sobre Datos de Hielos y Nieve de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU), en un correo electrónico. Si en lo que queda de verano se diera un nivel de deshielo como el registrado en agosto del 2008 (el más intenso en un mes de agosto), el Ártico podría quedarse en sólo 4,08 millones de km2, según sus análisis.

Las proyecciones sobre deshielos indican, mientras tanto, que el Ártico podría quedar libre de hielo marino en el verano del 2050, aunque otras estimaciones lo sitúan hacia el 2030. Orheim recuerda que los modelos climáticos de predicción se están quedando cortos, superados por la realidad que muestran los satélites. "En el verano del 2007 se alcanzó una extensión del deshielo ártico que era la prevista (en el 2004) para el año 2050", dice.

"Es como si la realidad se hubiera adelantado unos 30 años a lo esperado", apunta Winther. "Parece que estamos en la vía rápida del derretimiento si lo comparamos con las proyecciones de muchos modelos climáticos. Mi opinión es que es probable que la pérdida de la cobertura de hielo en verano se dará hacia el 2030", opina Mark Serreze.

"Hay mucho menos hielo que antes. Lo dice la gente que tiene más experiencia que yo", sentencia, desde su cabina en el puesto de mando, el capitán Rune Andreassen, quien nos anticipa que, como máximo, podremos llegar a los 80 grados de latitud norte, un punto a partir del cual el grosor de la banquisa impide avanzar, puesto que el buque Fram (de la naviera Hurtigruten) "no es un rompehielos, aunque está muy protegido".

En la mañana del día 2 de junio, los viajeros supieron por los altavoces que el hielo bloqueaba el fiordo de Horsund y que el viaje continuaría hacia Bellsund (un fiordo más al norte, una zona más favorecida por las corriente cálidas del golfo de México).

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