El uso de tecnologías de almacenamiento energético, como las baterías, supone un punto de inflexión en el sector de las
energías renovables, debido a que estas fuentes de energía tienen un carácter variable en cuanto a generación se refiere. Según datos de la Comisión Europea, las baterías son la tecnología de almacenamiento con un crecimiento más rápido, y desempeñarán un papel fundamental en el cumplimiento del objetivo de la UE de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 % de aquí a 2030.
Para reflexionar sobre la optimización en el uso de la energía y las posibilidades que brindan tecnologías como las baterías, el 5 de marzo se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética. Una jornada destinada a concienciar a la población sobre la optimización de los procesos de producción y consumo de energía y la apuesta por fuentes de energía renovable, así como el uso de nuevos materiales y dispositivos, para potenciar el menor impacto ambiental derivado de las fuentes de energía alternativa.
Entre las ventajas que aporta este tipo de tecnología de almacenamiento destacan la creación de un sistema energético más eficiente, equilibrando la oferta y la demanda y facilitando la generación, un aumento del autoconsumo y la independencia energética, ayudando a evitar facturas de electricidad, así como una mayor fiabilidad en el suministro.
Sin embargo, a pesar de las ventajas y beneficios que aportan, todavía existen frenos que están lastrando la expansión en su uso:
· Retos económicos y de negocio. Existen tecnologías de almacenamiento que todavía no son rentables para algunos perfiles de consumidores. Sin embargo, las baterías ofrecen beneficios a largo plazo (ahorro energético, económico y protección al medioambiente) que superan la barrera de entrada a su uso: el desembolso económico.
· Cambio de modelo. El uso de fuentes de energía renovable y dispositivos de almacenamiento implica cambiar de un modelo de relaciones unidireccionales, entre los generadores de energía y los consumidores finales, a uno en el que estos se integren como un elemento más, con un papel más activo, y dentro de un sistema multilateral. El almacenamiento de energía proporciona flexibilidad al sistema energético, ya que permite que la energía pueda utilizarse en un momento posterior al de su generación, al contrario de lo que ocurre con el actual sistema en el que la energía debe ser consumida en el momento de su generación.
· Investigación y desarrollo. La falta de inversiones en I+D lastra el descubrimiento de nuevos sistemas y tecnologías que permitan el desarrollo y avance de la industria, garantizando su competitividad en el panorama internacional. Además, retrasa la salida de nuevos productos de almacenamiento, mucho más potentes y eficientes, al mercado.
· Cultura de resistencia al cambio. Cambiar de un modelo de consumo energético tradicional a otro más nuevo y sostenible produce cierta reticencia en los consumidores. El acceso a una información clara en cuanto a poder comparar costes y ahorros, la percepción de que las diferentes tecnologías de almacenamiento no serán capaces de abastecer de manera suficiente sus necesidades energéticas, o la permanencia por mantener un sistema de consumo energético conocido antes que probar nuevos elementos (incluso cuando existen elementos racionales como un ahorro de costes) son las principales barreras culturales.
· Retos sociales y medioambientales. La baja adopción de las baterías viene motivada también por la percepción de que los sistemas de almacenamiento son poco seguros. Sin embargo, existen rigurosas normativas que las baterías deben cumplir para asegurar su fiabilidad y seguridad. Otro de los frenos en su adopción viene motivado por el impacto medioambiental provocado por el uso de recursos naturales escasos en su producción, como minerales críticos como el cobalto, el litio o el grafito. Para que exista un gran desarrollo de esta tecnología, deben existir mecanismos de reparación de la huella medioambiental, asegurar un buen sistema de reciclaje y tratamiento de los componentes, así como realizar una gestión sostenible de los recursos naturales.
Antonio Álvarez, director de Negocio, explica que “superar las barreras que frenan la expansión de las nuevas tecnologías de almacenamiento energético plantea un gran reto y una gran oportunidad. A pesar de la evolución que ha tenido el sector de la energía solar y los objetivos medioambientales que tenemos en el horizonte, queda trabajo por hacer para avanzar en el camino de situar a España en el mapa de la competitividad europea y a la cabeza de la transición energética”.
Con más de 40 años de experiencia, Verne Technology Group es una compañía tecnológica especializada en servicios para el sector de las telecomunicaciones y las energías renovables a través de su división de negocio Verne Telco & Energy, y para el sector IT, mediante la división de negocio Verne Tech. Con sede principal en Alicante, el grupo cuenta con delegaciones en los principales polos tecnológicos y económicos del país, oficinas permanentes en Marruecos, Alemania y Portugal, y un equipo formado por más de 1.000 personas.