Desde la COP26, EGP envía un mensaje a los países en vías de desarrollo: es posible dejar atrás el carbón gracias a las renovables, la eficiencia energética y la economía circular, sin olvidar la creación de valor compartido con las comunidades locales.
La experiencia de Enel, que ha revolucionado su forma de trabajar y de hacer negocios con una apuesta clara por las energías renovables y la descarbonización, convirtiéndose así en una “Renewables Super Major”, puede servir de ejemplo a los países emergentes en su camino hacia el desarrollo sostenible y la transición energética. Lograr una transición justa que afiance el desarrollo socioeconómico solamente es posible con una visión a largo plazo que tenga en cuenta el contexto local y que involucre a las comunidades interesadas. En este proceso hay que contar también con el sector privado y buscar una mayor eficiencia de los procesos regulatorios.
Este ha sido el mensaje principal lanzado por nuestro Grupo en la Cop26 de Glasgow, en Escocia, donde los líderes mundiales se han reunido para buscar resultados tangibles en la lucha contra el cambio climático. Así quedó recogido en los discursos de Salvatore Bernabei, director de Enel Green Power, y de Silvia Piana, responsable Regulatory Affairs de EGP para África, Asia y Australia, quienes participaron en dos sesiones sobre la transición de las economías emergentes.
La descarbonización
La transición energética es un paso necesario pero gradual que, además de tener en cuenta el contexto local, precisa de una estrategia de futuro clara, tal y como explicó Bernabei el pasado 5 de noviembre en una sesión llamada ‘From Coal to Renewables, The Energy Transition in Emerging Markets’ (Del carbón a las renovables, la transición energética en los mercados emergentes).
Bernabei detalló cómo Enel ha implementado en la práctica la decisión de renunciar al carbón, en un momento en que este elemento todavía constituye una importante fuente energética para muchos países emergentes. Fue en 2017 cuando arrancó el proceso de phase out o eliminación del carbón y está previsto que a nivel mundial el Grupo lo abandone definitivamente en 2027 (si bien en Italia ya será una realidad a partir de 2025). Enel ha previsto el cierre y la reconversión de 43 centrales distribuidas por Europa y América Latina. Asimismo, la capacidad de energía renovable aumentará en una cantidad de 100 gigavatios y la equivalente emisión de CO2 disminuirá de los iniciales 400 gramos por kWh a solo 82 gramos antes de 2030. Se trata de una real y verdadera disrupción, explicó el director de EGP.
Los lugares donde se ubicaban las antiguas centrales de carbón se rehabilitarán en función de diferentes proyectos; por ejemplo, muchos de ellos serán concebidos como espacios para los llamados polos energéticos para la generación del futuro, explicó Bernabei. Es decir, parques solares o eólicos, acompañados de sistemas de almacenamiento (desde el químico al hidrógeno verde pasando por el almacenamiento). En algunos casos, los operadores de sistemas nos están pidiendo una conversión de las centrales de carbón, que funcionaban con gas, a otras más nuevas y eficientes que garanticen la estabilidad y la seguridad de las redes eléctricas.
Un desarrollo sostenible para los mercados emergentes
Para el director de Enel Green Power, las economías emergentes pueden optar desde ya por una transición rápida, renunciando a instalar nuevas centrales de carbón o transformando las ya existentes. Para lograrlo, se deben evaluar las necesidades del territorio y de las comunidades locales, analizar las consecuencias que tendrá esto sobre el empleo y ver cómo gestionarlas, sabiendo que con las energías verdes se crean más puestos de trabajo. De hecho, no aumentará la tasa de desocupación, pero será necesario invertir en formación para capacitar y poder reubicar al personal, sin que nadie quede excluido.
Un aspecto fundamental para lograr la transición tiene que ver con la necesidad de afrontar y resolver los obstáculos burocráticos y regulatorios que, a menudo, la retrasan. Son importantes también las inversiones en las nuevas redes, la eficiencia energética y la economía circular, porque las renovables por sí solas no son suficientes. Debemos cambiar nuestro estilo de vida y lograr así que sea más sostenible sin pensar que eso implique que sea más caro.
En este sentido, es esencial hablar de desarrollo. Para las economías emergentes debemos hablar concretamente de desarrollo sostenible más que de transición energética, porque se deben afrontar cuestiones urgentes. Entre ellas, el acceso a la energía, el crecimiento demográfico y la urbanización, tal y como explicó Silvia Piana, que participó el pasado 2 de noviembre en el panel titulado ‘Accelerating the energy transition in developing economies’ (Acelerar la transición energética en las economías en vías de desarrollo).
Para el desarrollo sostenible –sobre todo, desde un punto de vista medioambiental y social– las renovables, especialmente la eólica y la solar, son el factor clave. Ya que no solo están alimentadas con recursos ingentes, disponibles gratuitamente, sino que ofrecen electricidad a un precio asequible, con tiempos de ejecución reducidos. Además, son fuentes energéticas descentralizadas y resilientes.
Sin embargo, las energías renovables, añadió Piana, necesitan una alta intensidad de capitales, por lo que, en muchos países emergentes, como por ejemplo algunos países africanos, la participación del sector privado es absolutamente necesaria. Además, es necesario contar con redes funcionales, por lo que es necesario pensar en el desarrollo de las redes antes que en la construcción de las plantas.
Por otro lado, la dependencia de los subsidios públicos ya no es un elemento esencial, porque en muchos países los costes han logrado o están por llegar a la llamada paridad de red. En cambio, es necesario establecer un marco regulatorio claro, transparente y previsible para su desarrollo, además de garantías por parte de las instituciones de que los contratos puedan ser financiados por los bancos.
¿Qué modelo seguir? Piana puso como ejemplo Sudáfrica, que desde 2011 puso en marcha las primeras licitaciones públicas para construir plantas renovables. Este país cuenta con una autoridad reguladora independiente que ofrece sistemas de consultoría, da garantías estatales para los contratos y tiene un mercado de energía articulado. Por lo que su transformación hacia la descarbonización es lenta pero constante.
En conclusión, la transición energética es posible. Solo sirve una visión holística y la capacidad de ser flexibles.