Artículo de opinión de Ignacio S. Galán, presidente de Iberdrola, publicado en ‘Expansión’ el 19 de agosto.
Hace unos días se publicó el sexto informe del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas para el Cambio Climático, elaborado tomando en consideración 14.000 artículos de investigación y con la participación de 234 científicos de 65 países y 78.000 comentarios. Gracias a los avances en la ciencia del clima, el informe ha constatado con una contundencia nunca vista hasta ahora que el planeta clama cambios radicales para asegurar su supervivencia y que las causas del cambio climático -y también por tanto la capacidad para revertirlo- recaen inequívocamente en la actividad humana.
La quema de combustibles fósiles sigue llevando las temperaturas a cotas nunca registradas, contaminando el aire que respiramos y destruyendo ecosistemas imprescindibles para el equilibrio ecológico del planeta. Los autores del informe alertan de la relación directa e indiscutible entre el impacto de la actividad del ser humano y los fenómenos climáticos extremos como las sequías, inundaciones, olas de calor, incendios y otros varios, mientras destacan con mayor claridad que nunca se ha estado más cerca de alcanzar un punto sin retorno.
El panorama dibujado por el estudio, unido a la inercia negativa generada tras décadas de inacción, podrían conducirnos al desaliento. Pero hay razones más que fundadas para creer que la situación todavía es reversible. Porque conocemos el diagnóstico del mal que nos aqueja, pero también disponemos del conocimiento, la tecnología y las capacidades para ponerle freno desde hoy.
El informe, cuyas conclusiones principales se han aprobado por todos los gobiernos de los países miembros de la organización, entre ellos España, supone una llamada a la acción urgente por parte de la comunidad científica: no queda otro camino que acelerar drásticamente las políticas que nos lleven a la neutralidad de emisiones, como el abandono de los combustibles fósiles y la apuesta por la eficiencia, las energías renovables y la inversión en redes y su digitalización. Para conseguir este objetivo, todas las fuentes de energía no emisoras serán necesarias, sin penalizar a ninguna de ellas por razones coyunturales.
Hace apenas unas décadas, una afirmación como esta podría haber supuesto asomarnos a un abismo de incertidumbre, pero hoy sabemos que un cambio en el sistema energético es perfectamente realizable. Dentro y fuera de nuestras fronteras podemos encontrar universidades, centros de investigación y empresas punteras que están liderando esta transformación en todo el mundo. Y, por ello, debemos aprovechar esta llamada de atención para actuar urgentemente, con mayor determinación y audacia, revirtiendo la situación y transformando nuestro modelo en uno más resiliente y sostenible. Y también más próspero para todos.
En los últimos años, los países han venido trabajando en la definición de compromisos y marcos de actuación que, ahora más que nunca, requieren un rápido desarrollo y estímulos bien orientados para movilizar a los distintos agentes a tomar acciones concretas y consistentes. Y, para ello, se requieren regímenes regulatorios que apunten a objetivos ambiciosos a corto, medio y largo plazo y que no se vean influenciados por coyunturas.
Hace ya casi seis años, el Acuerdo de París, suscrito por 197 países, fijó una gran ambición con el fin de atajar la emergencia climática: mantener el incremento de la temperatura por debajo del umbral de los 2ºC y realizar todos los esfuerzos para limitarlo a no más de 1,5ºC. Los análisis de los expertos publicados esta semana han puesto de manifiesto que el objetivo de 1,5ºC solo podrá lograrse con medidas inmediatas y de gran impacto en la reducción de emisiones. Es hora de actuar. Insisto, con determinación y urgencia. Las bases ya están definidas.
El empuje que vienen mostrando los países de la Unión Europea se ha visto ahora secundado por otras potencias mundiales, como Estados Unidos y Japón. Ellos han identificado la transición verde y la digitalización como los ejes clave del relanzamiento y la modernización de nuestras economías. Y han hecho más, respaldando su estrategia para la descarbonización con mecanismos de estímulo y recursos en el marco de sus planes de recuperación.
Los compromisos suscritos a nivel comunitario -el Green Deal y la Ley Europea del Clima, desarrollada a través del programa Fit for 55-, y también nacional -el Plan Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y la Ley de Cambio Climático y Transición Energética- han configurado marcos de oportunidad para afrontar estos retos, pero ahora falta traducirlos en decisiones coherentes y acciones rápidas y eficaces.
Necesitamos avanzar con valentía hacia un marco que promueva más inversiones, recursos y planes de acción en sectores productivos y de futuro; que acelere la transición hacia modelos más respetuosos con los recursos del planeta y más alineados con la ambición climática, en lugar de penalizarlos.
En concreto, en el ámbito energético, debemos acelerar la implantación de fuentes de producción renovables y competitivas y propiciar una mayor eficiencia energética en el consumo. La electrificación de los usos finales, como la movilidad y los sistemas de calor en los hogares, serán esenciales para ello. Además, debemos asignar más recursos para fomentar la innovación, el almacenamiento a gran escala (hidro bombeo) y a pequeña escala (baterías), así como la digitalización de nuestras redes eléctricas, que son la columna vertebral del sistema energético.
Pero, para poder lograrlo, es también necesario afrontar reformas que van más allá de la regulación energética, agilizando procesos administrativos; impulsando alianzas entre empresas y de estas con el sector público; acometiendo una revisión de fiscalidad energética, bajo el principio de quien contamina paga; y asumiendo como prioridad de país una profunda reforma educativa con el fin de preparar a nuestros jóvenes para las profesiones del futuro, lo que requerirá fomentar las disciplinas STEM -especialmente entre las mujeres- y promover el emprendimiento.
Porque la economía verde y circular cuya adopción urgente reclama este informe no solo nos permitirá disponer de energía más limpia y competitiva, sino que puede propiciar un nuevo desarrollo para sectores como la automoción, la industria, la construcción, los bienes de equipo o la ingeniería y un modelo económico más eficiente y sostenible, que genere empleo cualificado y aporte un mayor bienestar al conjunto de la sociedad. En este sentido, un reciente informe de Analistas Financieros Internacionales (Afi) estima que por cada punto del PIB invertido en economía verde se generan tres de impacto positivo en este indicador.
España se encuentra en una posición privilegiada para aprovechar las oportunidades que representa esta mayor ambición climática. Disponemos de excelentes recursos renovables en forma de sol, viento y agua, tenemos un excelente capital humano, y las empresas estamos demostrando también nuestra disposición a afrontar el cambio. Con compromisos, pero principalmente con hechos. En Iberdrola durante los últimos 20 años hemos apostado, con una convicción muchas veces no entendida, por la lucha contra el cambio climático. En la actualidad, estamos materializando ya un plan de inversiones sin precedentes de 75.000 millones de euros a 2025 -que serán 150.000 millones en la década- para triplicar nuestra capacidad renovable en el mundo, avanzar en el despliegue y modernización de nuestras redes digitales e innovar en tecnologías de futuro, como el almacenamiento, el hidrógeno verde y soluciones inteligentes para la movilidad y los hogares. Un programa que está impulsando la actividad en toda nuestra cadena de valor cuando es más necesario, sosteniendo más de 400.000 empleos en todo el mundo.
De cada paso que demos dependerá reducir o no el impacto del cambio climático y aprovechar las oportunidades socioeconómicas de la economía verde y digital, marcando nuestro futuro y el de las próximas generaciones. El próximo otoño se celebrará en Glasgow la COP26, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Aprovechemos esta cumbre mundial para acelerar las políticas existentes, por una parte, mientras impulsamos mayores ambiciones. De acuerdo con el informe presentado por Naciones Unidas, la actividad humana, que nos ha conducido a cotas de desarrollo nunca vistas en innumerables aspectos, también nos ha traído hasta esta encrucijada. Confío en que los gobiernos, las empresas y los ciudadanos, todos juntos, mantengamos intacta la voluntad de ponerle solución.