En pocas semanas, gran parte del mundo se ha cerrado debido al nuevo coronavirus, COVID-19, que ha cruzado las fronteras y los océanos, devastando rápidamente las comunidades y los medios de subsistencia.
Las decisiones que se toman ahora para abordar los impactos sociales y económicos de la crisis se producen en medio de una profunda incertidumbre sobre el curso de la pandemia y sus ramificaciones a largo plazo para las sociedades de todo el mundo. La prioridad inmediata sigue siendo salvar tantas vidas como sea posible, controlar la emergencia de salud y aliviar las dificultades. Al mismo tiempo, los gobiernos se están embarcando en la monumental tarea de diseñar paquetes de estímulo y recuperación. Estos están en una escala para dar forma a sociedades y economías en los años venideros.
Esta respuesta debe alinearse con las prioridades a mediano y largo plazo. Los objetivos establecidos en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y el Acuerdo de París pueden servir de brújula para mantenerse en curso durante este período desorientador. Pueden ayudar a garantizar que las soluciones a corto plazo adoptadas frente a COVID-19 estén en línea con los objetivos climáticos y de desarrollo a mediano y largo plazo.
Los paquetes de estímulo y recuperación también pueden acelerar el cambio hacia economías sostenibles, descarbonizadas y sociedades inclusivas resilientes. Se necesita un enfoque de diseño coherente para asegurar la aceptación política, el apoyo comercial y la aceptación social. Como la crisis actual deja en claro, ya no podemos darnos el lujo de tomar decisiones políticas e inversiones de forma aislada en medio de desafíos sociales, económicos y ambientales elaboradamente entrelazados.
La naturaleza fundamentalmente económica, más que financiera, de esta crisis requiere un papel estatal importante en la respuesta. Esto implica definir las estrategias e iniciar intervenciones directas para la salida. Se pueden prever políticas presupuestarias expansivas para apoyar este esfuerzo.
Las medidas de estímulo y recuperación en respuesta a la pandemia deben fomentar el desarrollo económico y la creación de empleo, promover la equidad social y el bienestar, y poner al mundo en un camino seguro para el clima. Al hacer que la transición energética sea una parte integral de la recuperación más amplia, los gobiernos pueden lograr un cambio radical en la búsqueda de un futuro saludable, inclusivo, próspero, justo y resistente.
Las transiciones energéticas ya están en marcha en muchos países. Estas transiciones se han vuelto cada vez más asequibles debido a los marcos de políticas prospectivas, las innovaciones en curso y la caída de los costos tecnológicos para las energías renovables. La energía solar fotovoltaica (FV) y la energía eólica se han convertido en las fuentes de electricidad más baratas en muchos mercados, con otras fuentes de energía renovables preparadas para alcanzar la paridad de costos en unos pocos años. En el sector de la energía, las energías renovables han dominado las nuevas incorporaciones de capacidad y los combustibles fósiles cada vez más rápidos en los últimos siete años. Solo el año pasado, las energías renovables representaron casi tres cuartos de las adiciones de capacidad de energía global.
Las consecuencias económicas de la pandemia son de largo alcance, con un impacto adverso en muchos sectores, incluidas las energías renovables. Sin embargo, por muchas razones, el impacto puede ser diferente que en otros sectores económicos. Los gobiernos pueden recurrir a una transición energética basada en energías renovables para ofrecer una gama de soluciones en este momento difícil. Muchas tecnologías renovables pueden incrementarse relativamente rápido, ayudando a revivir industrias y crear nuevos empleos.
Las soluciones descentralizadas tienden a ser comparativamente intensivas en mano de obra. Por lo tanto, la adopción de energías renovables puede crear empleo y aumentar los ingresos locales en los mercados de energía desarrollados y en desarrollo. El empleo en el sector, que alcanzó 11 millones de empleos en todo el mundo en 2018, podría cuadruplicarse para 2050, mientras que los empleos en eficiencia energética y flexibilidad del sistema podrían crecer en otros 40 millones.
Las tecnologías descentralizadas también permiten una mayor participación de los ciudadanos y las comunidades en las decisiones energéticas, con implicaciones sociales transformadoras. Es importante destacar que ofrecen un enfoque comprobado para la atención médica remota en comunidades pobres en energía y agregan un elemento clave al conjunto de herramientas de respuesta a la crisis.
En la creación de infraestructura futura, las soluciones energéticas destinadas a ampliar las energías renovables proporcionan una opción de inversión estratégica segura y visionaria. Las medidas de recuperación podrían ayudar a instalar redes eléctricas flexibles, soluciones de eficiencia, sistemas de carga de vehículos eléctricos (EV), almacenamiento de energía, energía hidroeléctrica interconectada, hidrógeno verde y muchas otras tecnologías de energía limpia. Con la necesidad de descarbonización de energía sin cambios, tales inversiones protegen contra decisiones miopes y una mayor acumulación de activos varados.
La evolución más reciente del precio del petróleo y la mayor imprevisibilidad de los rendimientos de las inversiones en hidrocarburos hacen que el argumento comercial para las energías renovables sea aún más fuerte. La dinámica actual del mercado podría debilitar aún más la viabilidad de los recursos no convencionales de petróleo y gas y los contratos a largo plazo. Ha llegado el momento de reducir o redirigir los subsidios a los combustibles fósiles hacia la energía limpia sin mayor interrupción social.