En el curso de la COP25, al tiempo que las reuniones de los equipos negociadores de las delegaciones de todas las Partes, se suceden los eventos por aquí y por allá. Unos organizados por los países, otros por las ONGs, por las empresas patrocinadoras, por entidades científicas. Con el cambio climático como eje alrededor del que giran todas ellas, se celebran mesas redondas con un tema de partida que, aunque en principio pueda aparentar que tiene una relación lejana con este fenómeno, lo cierto es que se demuestra que en realidad todo está más conectado de lo que aparenta. Es la transversalidad a la que tantas veces se refieren los que se desenvuelven de una u otra forma en el mundo ambiental, desde los activistas, hasta los periodistas, pasando por quienes están en el mundo empresarial o científico.
Así esta mañana se ha celebrado en el pabellón de Chile una jornada que, bajo el título “Acelerando la transición a la economía circular”, ha puesto sobre la mesa la relación del agua y la energía con ella, como también la imprescindible mejora de la gestión de los residuos urbanos para avanzar en la implantación generalizada de este modelo.
El primer ponente de la jornada Hans Eben, presidente del Pacto Global Chile, ha introducido el tema poniendo de relieve una cualidad, quizá poco explorada, de la economía circular como es su capacidad de servir como articuladora, con unas posibilidades muy importantes tanto a nivel social y como económico en varios sentidos: en la industria, en la empresa, territorial y de una colaboración radical. En el primer caso, como ejemplo de esa articulación de la industria, a escala, ha puesto el caso de la ciudad de Santiago de Chile, donde 30 empresas, con 80 fábricas, decidieron enviar cero residuos al vertedero. En términos de viajes al vertedero eso suponía 10.000 camiones circulando por Santiago al año. Cumplieron el objetivo 45 días antes de lo previsto.
El segundo ejemplo, la viña San Pedro, que hizo una fábrica de biogás alimentada con los restos de la vendimia y los subproductos fertilizantes, y el 60 por ciento de la energía que necesita la empresa procede de esa planta, además de volcar a la red la energía que le sobra.
Como articulador territorial citó a la región chilena de Tarapacá, que se quiere transformar en circular, la primera de América Latina. Ahí se han organizado las administraciones, la academia y las empresas, a las que se unió la Fundación para la Economía Circular de Holanda, e hicieron un centro de negocios y consiguieron una inversión de 22 millones de dólares.
Su foco es la minería, concretamente «toda la región va a trabajar en torno a la minería. Pero no por su extracción, sino por su recuperación. Porque para bajar a 1,5 son claves las energías renovables, y para desarrollar su potencial el cobre y el litio son muy importantes. Y resulta que, si un kilo de roca puede proporcionar hasta 6 kilos de cobre, una tonelada de teléfonos móviles usados se pueden recuperar 100 kilos de cobre. Por lo tanto lo que quiere hacer esta región es salirse de la minería extractiva. Es un pensamiento nuevo de cómo usar la minería de otra forma en una región, y aquí aparece la economía circular como articulador territorial».
Al sur de Chile el proyecto de reciclar las redes de pesca se tradujo en el articulador de una colaboración radical, el cuarto ejemplo expuesto por Eben. «Allí hay una zona con cientos de redes de pesca que los pescadores abandonaban en las playas. La idea fue recuperarlas para su reciclaje. Primero hubo que investigar, porque están compuestas de diversos materiales. «Después entraron en la cadena el pescador, el salmonero, el gestor de residuos, los camioneros o los barcos que los han llevado a Santiago, a la empresa recicladora y las empresas que han fabricado los palets que se decidió hacer con todas esas redes: con 2000 toneladas se pueden fabricar 250.000 palets». Todos ellos hicieron negocio, porque se crearon puestos de trabajo para unos, y otros ahorran dinero, puesto que esos palets son más baratos.
Su conclusión fue que las empresas «se han de preparar para este modelo que impulsa la investigación y está clara la creación de puestos de trabajo. Por tanto, la economía circular es sumamente impulsiva, inclusiva y colaborativa, y para participar en ella hay que tener una visión que vaya más allá de la economía y las utilidades, porque tiene un impacto social fundamental».
Narciso Berberana, director de Aguas Andinas Chile, señaló como el principal residuo de las ciudades el agua servida, el agua residual, de la que en Santiago de Chile se generan casi dos millones de toneladas al día. Por tanto la apuesta de la economía circular en ese ámbito es muy importante. Que todo esa agua se pudiera gestionar de manera que no produjera residuos era un reto máximo. «En Santiago cambiamos radicalmente la mirada, podíamos gestionar el principal residuo de una ciudad como Santiago, de casi ocho millones de habitantes, de manera lineal. Pero también buscamos cómo que hacerlo de otra forma. Sin consumir energía y regenerando todo como subproducto». Hace unos años parecía que eso no podía hacerse, pero «cambiando el modelo de la empresa sí. Tiene que ser el propósito de la empresa. Todos los ámbitos de la empresa se referenciaron al objetivo cero residuos». El resultado fue que Santiago pasó de prácticamente cero tratamiento a las aguas residuales en 1999, al cien por cien en 2017. Y por el camino se ha conseguido transformar todos los desechos en nuevos recursos: gas natural, abono orgánico, agua limpia para riego, energía para autoconsumo y electricidad para volcar a la red. Con el valor añadido de convertir todo este proceso en un activo de Innovación chilena exportable, porque es perfectamente replicable en otros lugares.
Este proyecto, ya realidad, fue galardonado con el Momentum for Change, e¡ul premio de las Naciones Unidas, que recibieron en la COP24 en Katowice, por salud planetaria, porque su impacto es global y por la contribución a la regeneración absoluta de los residuos.
El mensaje final de Beberana ha sido que «con este ejemplo se demuestra que actuando desde lo local, se puede cambiar lo global. Nosotros estamos contribuyendo a ello».
Tras él ha intervenido Virginia Ocio de la Fuente, responsable de economía circular de Endesa. En su participación en la mesa redonda enfatizó en que la respuesta a los retos ambientales globales ha de ser también global. Por lo que solo la descarbonización y la eficiencia en los procesos, no va a ser suficiente, sino que también hay que incorporar los principios de la economía circular.
Destacó también cómo hay una nueva tendencia a consumir servicios en vez de productos, además de la tendencia a obligar a incorporar los costes de las externalidades negativas en los precios de los productos.
Factores que obligan a repensar los modelos de negocio desde el principio. Desde diseñar los productos con el criterio de ecodiseño, extender la vida útil, aumentar las posibilidades de utilización mediante el uso compartido, considerar el producto como un servicio, y aumentar el valor de un producto determinado haciendo que al final de su vida útil puedan ser introducidos de nuevo en el ciclo.
En el sector energético, está claro que la descarbonización es el camino para abordar el cambio climático y tener un plan diseñado para ello es imprescindible. El objetivo en Enel es 2050. «Una de las palancas fundamentales es la propia descarbonización del proceso de generación, aumentando porcentaje de renovables en el mix hasta la descarbonización total. Y, por otro lado, por el de la demanda, se tratará de aumentar la electrificación de nuestros usos. Ahí el transporte y los edificios, los mayores consumidores de energía final, suponen el gran reto, puesto que ambos actualmente se basan en el consumo de energías fósiles».
Más allá de la parte de proveedores, también en la fase de construcción de nuestros activos, estamos incorporando el ecodiseño en ellos. Y en los nuevos usos de las centrales que vamos cerrando.
También estamos trabajando en acelerar la electrificación del transporte, desarrollando plataformas para la recarga de vehículos. Y en facilitar la generación distribuida.
El presidente de Ecodes, incorporó el problema de la gestión de los residuos sólidos urbanos como un modelo necesitado de «un cambio drástico. Que posibilitaría la creación de 200.000 puestos de trabajo y un ahorro de 600.000 millones de euros». Y puso de relieve cómo normalmente no se plantea esta gestión «como un foco generador de emisiones, en este caso de metano. Un gas bastante más generador de emisiones de efecto invernadero que el carbono».