La lucha contra el cambio climático,
que tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero y el uso de combustibles fósiles, llevó a los países a
buscar nuevas fuentes de energía, limpias y renovables que logren suplir
las necesidades de la cada vez más creciente población.
Ante ello, el uso y dominio de estas nuevas fuentes de energía (eólica,
solar, hidroeléctrica y geotérmica, entre otras) adquiere un papel
relevante, si no central, en el panorama internacional.
Como muy bien lo dice el analista y conferencista en geopolítica, el
coronel español Pedro Baños Bajo, en su libro ‘Así se domina el mundo’,
“quien controle los procesos de producción, almacenamiento y transporte
de la energía adquiriría un rol dominante en el mercado mundial (…)
Quien no invierta en su desarrollo se convertirá en el esclavo
tecnológico de los países más desarrollados”.
El poder de los hidrocarburos
En
décadas pasadas las naciones lucharon por apoderarse y dominar los
hidrocarburos. El Imperio Británico sustentó su poder en el carbón
(siglos XVIII y XIX). En el siglo XX, Estados Unidos describió los
recursos energéticos de la región del Golfo “como una fuente de poder
estratégico y una herramienta que podría ser usada por las potencias
para aumentar su influencia y el dominio mundial”.
Gran parte del orden mundial actual proviene de la forma en la que las
potencias, principalmente occidentales, manejaron y se apropiaron de
estos recursos y de las zonas donde se encontraban.
Consciente de este poder, Washington optó por invertir cientos de
millones de dólares en el desarrollo del fracking, una técnica que
permite extraer el llamado gas de esquisto, un tipo de hidrocarburo que
se encuentra atrapado en capas de roca, a gran profundidad, donde hay
grandes reservas.
Con esta técnica, EEUU aumentó su producción de gas y petróleo en un
57%, lo que llevó a la principal economía del mundo a exportar
combustible fósil a un ritmo incluso mayor que algunos de los miembros
de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).
Gracias a esta nueva independencia energética, EEUU cambió la
geopolítica del comercio mundial de energía. La OPEP vio socavado uno de
sus principales poderes, el control de los precios el petróleo, que
ahora está en manos de Washington.
Esta herramienta es usada por EEUU como un arma diplomática para imponer
sanciones a las exportaciones de crudo de Venezuela e Irán.
Las energías renovables en América Latina
En el informe ‘Un nuevo mundo: cambios de poder geopolítico’, de la Comisión Mundial sobre la Geopolítica de la Transformación Energética
que fue presentado en la novena Asamblea de la Agencia Internacional de
Energías Renovables (IRENA), se afirmó que los países que inviertan en
energías renovables, produciéndolas en sus territorios, podrán mejorar
su balanza comercial y reducir los riesgos asociados con los acuerdos de
suministro de energía fósil y los precios de estos combustibles.
El documento también resaltó la disminución de los conflictos regionales
relacionados con el petróleo y el gas, así como los generados por el
control de zonas estratégicas donde se encuentran los recursos fósiles,
como lo puede ser el mar de la China Meridional o zonas que son
importantes debido a que por ellas transitan estos recursos, como el
Estrecho de Ormuz.
Para Rodrigo Jiménez Silva, maestro en Políticas Públicas y experto en
cooperación internacional del sector energético, la región de América
Latina cuenta con bastos recursos energéticos renovables. En especial
con recursos hídricos, viento, sol y biomasa. Sin embargo, los
combustibles fósiles siguen siendo una parte angular en la generación de
energía.
El experto señala que conforme aumente la demanda de energía, será
necesario incorporar mayores fuentes de energías renovables, de acuerdo
con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y con las metas climáticas
bajo el Acuerdo de París.
“Desarrollar el potencial renovable implica tener en cuenta que se
necesitan soluciones locales e innovaciones para fomentar su despliegue
que sean propias a cada país. Estas pueden ir desde políticas de
vanguardia hasta mecanismos de financiamiento y desarrollo de mercados
que antes no existían”, señaló Silva.
Por su parte, Alejandra Gricelda Hernández Hernández, licenciada en
Relaciones Internacionales, explica que las energías renovables podrían
representar una oportunidad para la región para actuar como un bloque,
en el contexto de políticas energéticas, tal y como sucede en Europa.
Para Hernández las políticas energéticas de los países latinoamericanos
“responden en gran medida a los intereses de la política energética de
EEUU, las políticas regionales se han condicionado a favor de EEUU”.
Pero es en este punto donde la analista ve uno de los principales retos:
en la falta de una política energética regional.
“Cada país, cada gobierno tiene sus propias políticas energéticas
sustentadas en sus propios intereses y en muchos casos estas se ven
afectadas al gobierno de turno”, señala Hernández, quien pone como
ejemplo a México, que durante el mando de Enrique Peña Nieto fomentó el
desarrollo de este tipo de energías, pero que bajo el gobierno de Andrés
Manuel López Obrador se centró en fortalecer la explotación de
hidrocarburos, pese a que muchos expertos señalaron que el país azteca
no cuenta con muchas reservas de estos.
Hernández enfatiza que si la región se uniera bajo una misma política
energética podría fácilmente alcanzar su independencia en este campo
debido a los grandes recursos con los que cuenta (vientos, sol, agua,
entre otros).
Ambos expertos coinciden en el poder que representan las energías
renovables e indican que a medida que los países inviertan en ellas, las
relaciones históricas de dependencia podrían cambiar. Para Rodrigo
Silva la transición a las energías limpias tiene implicaciones para la
geopolítica.
“Un ejemplo tiene que ver con los materiales que se necesitan para
desarrollar las tecnologías renovables (tales como paneles solares).
Dichos materiales se encuentran por lo regular en varias partes del
planeta, pero a concentraciones diferentes. Conforme haya más demanda de
estos materiales, surgirán asimetrías en la relación entre las partes
interesadas: entre los países que cuentan con el recurso y los que no”,
explicó Silva.
Hernández, por su parte, reiteró que la energía representa poder
político: quien controle los recursos, su acceso y los explote mejorará
sus condiciones e influencia económica y política en el panorama
internacional.
“Las energías renovables ya son usadas como herramienta de poder blando
en las relaciones internacionales, porque representan una cuestión noble
que impacta el desarrollo económico y social, y brinda múltiples
beneficios para otros sectores como la generación de empleo, la acción
climática y hasta la salud pública”, señaló Silva.
Las consecuencias para los Estados que no inviertan en el desarrollo de
energías renovables y se demoren en dar la transición a ellas dependerán
de cada caso.
En el contexto de los efectos del cambio climático, por ejemplo, los
países insulares podrían enfrentar graves consecuencias en momentos de
desastre. En algunos casos, no invertir en soluciones renovables podría
representar que comunidades aisladas sigan sin acceso a la energía,
señaló Silva.
La
creciente demanda energética obligará a los Estados a buscar cada vez
más fuentes de energía. Quienes se abstengan de invertir en fuentes
renovables y mantengan sus políticas energéticas centradas en los
hidrocarburos, cada vez más escasos, se arriesgan a ser vulnerables en
el panorama internacional, donde se impondrán los intereses de los
Estados que controlen las nuevas fuentes energéticas.
*Alejandra
Gricelda Hernández Hernández es miembro de la Asociación Mexicana de
Estudios Internacionales (AMEI) y licenciada en Relaciones
Internacionales de la Universidad del Mar, Campus Huatulco, México.
(Agencia Anadolu)