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En 2017 esperan contar con un 42% de energía eólica en su matriz.
La Banda Oriental ha crecido en fama durante los últimos años. A la singularidad de sus presidentes y ciertas leyes promulgadas en estos años se suma el impulso inusitado que desde 2005 se le ha dado a la energía eólica. En un país sin una gota comprobable de petróleo y el mandato de cuidar sus recursos hídricos, la fuerza de los vientos apareció como la llave para contener la demanda energética y ofrecer sostenibilidad a los habitantes.
La Política Energética de Uruguay 2005-2030 fue el puntapié para una discusión nacional que encontró eco en la Comisión Multipartidaria de Energía, conformada por los partidos políticos con representación parlamentaria. Así, comenzó un camino para aprovechar las energías autóctonas y, en particular, las renovables. Con fondos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Uruguay relevó la calidad de sus recursos y edificó un parque piloto por 10 megawatts (MW) en Maldonado. Los estudios marcaron que la generación es rentable en la gran mayoría del territorio nacional, con factores de capacidad del 40% e incluso mayores.
Los buenos resultados fueron acompañados con ventajas impositivas y normas adecuadas, como la Ley de Promoción y Protección de Inversiones. En 2010 se hicieron las primeras licitaciones por 150 MW, que devolvieron precios de hasta u$s 88 por megawatt hora (MWh). En 2011, los nuevos PPA sellaron contratos por u$s 63,5 por MWh. El gobierno consideró la cifra como un piso y continuó con las ofertas. Hoy en día hay 31 parques que inyectan casi 900 MW y otros tantos en construcción. En 2017, el país contará con 1.450 MW de potencia instalada y un 42% de participación en la matriz eléctrica.
Claves de un negocio en recta final
El ingeniero Jorge Dosil, secretario general de la Asociación Uruguaya de Energía Eólica (Audee), sostiene que el éxito de la energía eólica se funda en pliegos sencillos y una paramétrica con criterios claros. «El respaldo de la empresa estatal de energía en todos los PPA y la seguridad de comprar el 100% de la energía fue clave para concretar las inversiones», cuenta a Energías Renovables.
La empresa estatal a la que se refiere Dosil es Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE), que tiene el monopolio de la transmisión y la distribución, mientras que la generación está abierta al juego de privados. El gerente del Área Generación de UTE, Daniel Losada, subraya que la firma de contratos con ellos-que cuentan con el respaldo soberano del Estado uruguayo- fue clave para expandir la energía eólica. «El 90% de la potencia instalada tiene contrato con UTE, y cerca de 12 empresas multinacionales se han presentado para proveer equipos», señala el entrevistado.
Claro que el mercado uruguayo queda chico para las ambiciones empresariales. Como reconoce Dosil, Uruguay «instaló en demasía», a la espera de inversiones industriales que nunca se concretaron, y por eso se dio el crecimiento vertiginoso de la generación eólica en tierra. Tampoco funcionó requerir «componentes nacionales» en las obras, que muchas veces fueron adulterados para cumplir con la cuota establecida. «De todos modos -aporta Losada- la idea es ir cubriendo los crecimientos del consumo». Desesperados por mutar hacia una matriz independiente del petróleo, y con la experiencia a cuestas, la Dirección de Energía entabla diálogos con el sector privado para hacer baterías y hasta vehículos eléctricos, que salgan al mercado con precios competitivos frente a los coches con motor a combustión. Un sueño que todavía parece difícil de concretar. Ya maduro, el mercado vecino ha empezado a exportar cerebros: varios ingenieros con experiencia en construcción de parques y evaluación de recursos están pasando hacia esta orilla. Incluso algunos empresarios han establecido joint ventures para trasladar maquinaria y componentes hacia la Argentina. Como confiesan, ellos también esperan que las licitaciones locales tengan éxito «para el bien de todos».
E.M.C.
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