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Muy en consonancia con la carta encíclica “Laudato si’” del papa Francisco, el presidente de los Estados Unidos Barack Obama, lazó semanas atrás un esperanzador plan para mitigar el cambio climático. Se trata del proyecto denominado “Plan de Energía Limpia”, cuyo propósito es el de reducir la emisión de residuos atmosféricos, principalmente las de carbono proveniente de las centrales termoeléctricas de ese país.
A todas luces se trata de una señal altamente relevante por parte de uno de los países más poderoso de la tierra, que se propone –dentro de muchas resistencias- llevar a cabo el ambicioso plan, proponiendo como paliativo la utilización de tecnologías más benignas, entre ellas, la energía eólica y la solar, a fin de coadyuvar en la minimización del impacto ecológico que afecta al planeta.
Es sabido que el cambio climático no reconoce frontera, y consecuentemente su incidencia es global, es decir, países desarrollados o no, ya están padeciendo las consecuencias del fenómeno, principalmente el que se refiere al impacto en los rubros que provienen de la agricultura, cuya consecuencia final repercute inexorablemente en las economías de los países.
De acuerdo al Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), las variaciones climáticas existieron siempre, debido a consecuencias de diferentes fenómenos naturales, sin embargo, desde que las mediciones de temperatura empezaron a registrarse en 1861, se ha observado un aumento en la temperatura de la tierra. La mayor parte de este fenómeno se dio entre los años 1910-1945, como así también desde 1976 para adelante.
En este contexto el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático ha tenido por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global, dicho protocolo fue inicialmente adoptado en 1997, pero no entró en vigor hasta el 2005, de esta manera en noviembre de 2009, 187 estados ratificaron el protocolo, Estados Unidos, el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, no ratificó el protocolo.
Como respuesta a aquella actitud indiferente Barack Obama ha salido al paso para proclamar: “Somos la primera generación en sentir el impacto del cambio climático y la última generación que puede hacer algo al respecto”. Si bien el “Plan de Energía Limpia” de Obama es ambicioso, se enfrenta a las críticas de los republicanos, algunos de ellos precandidatos presidenciales, así como a la industria del carbón y parte de la comunidad empresarial que consideran que las directrices de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) destruirán miles de empleo. No obstante, Obama ha recordado que “los humanos solo tenemos un planeta, “no hay un plan b”.
En términos numéricos el “plan de energía limpia” apunta a beneficiar a los Estados Unidos, y por ende al mundo global, de tal manera que la problemática climática puede considerarse como una verdadera y excelente oportunidad económica, donde se espera ahorros de US$85 en las facturas de electricidad de cada hogar, así como guardar energía suficiente para 30 millones de hogares. Los consumidores ahorrarían US$ 155 mil millones entre 2020 y 2030.
El “Plan de Energía Limpia” puede ser considerado como una estrategia ética adoptada por el mandatario estadounidense, teniendo en cuenta que unas de sus preocupaciones está centrada en las generaciones venideras, que a propósito ha sido celebrado por la Organización de las Naciones Unidas, y algunos analistas han recordado que va de la mano con lo expuesto por el papa Francisco en el documento Laudato Si’.
Es de esperar que otros muchos líderes del mundo lleguen a adoptar medidas similares, entre ellos Paraguay, aunque es ínfima su contribución a las variaciones del cambio climático, los sectores de energía, industria y del agro, pueden hacer un aporte importante en la mitigación del cambio climático.