El Papa Francisco urge a frenar el cambio climático y sustituir los combustibles fósiles por las energías renovables

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“Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora. Mientras no haya un amplio desarrollo de energías renovables, que debería estar ya en marcha, es legítimo optar por lo menos malo o acudir a soluciones transitorias”.

“Hay que eliminar las causas de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”.

El Papa Francisco ha publicado la encíclica Laudato Si (Alabado Seas). Sobre el cuidado de la casa común.

EL PAPA FRANCISCO ABANDONA BRASIL

 

“El gemido de la hermana tierra se une al gemido de los abandonados del mundo”.

La encíclica del papa Francisco sobre ecología es un grito de auxilio para salvar el planeta, pero también una acusación –por momentos feroz—a la alianza de intereses políticos y empresariales que han provocado el cambio climático y condenado a la pobreza a una parte de la población. Jorge Mario Bergoglio llega a advertir: “Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”.

El Papa atribuye gran parte del problema a la voracidad de las grandes compañías, pero también a la falta de una respuesta valiente por parte de los gobernantes: “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional”. Bergoglio se muestra aquí especialmente duro con los políticos que “enmascaran” los problemas ambientales o subestiman las advertencias de los ecologistas. “Las predicciones catastróficas”, advierte, “ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad”. El Papa cree que detrás de esa displicencia de la política hay algo más grave: “El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares. Y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”.

La primera encíclica del papa Francisco –la anterior fue escrita junto Benedicto XVI—tiene 191 páginas, se titula Laudato si (Alabado sea, en italiano antiguo) y puede considerarse una declaración de guerra a las grandes compañías y a los gobernantes de los países más ricos que, “con el uso desproporcionado de los recursos naturales”, han contribuido al cambio climático y a la pobreza de una parte del planeta. De los seis capítulos, el primero es de una contundencia inusitada, sobre todo al denunciar la pasividad de la política ante el expolio del planeta.

“Llama la atención”, escribe Bergoglio, “la debilidad de la política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la informacio?n para no ver afectados sus proyectos”. La encíclica de Francisco, que no está dirigida solo a los políticos, sino “a todas las personas de buena voluntad”, propone un cambio radical de estilo de vida para evitar que la tierra se siga convirtiendo “cada vez más en un inmenso depósito de porquería (…). Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”.

“El mensaje del Papa Francisco incluye una perspectiva moral muy necesaria para el debate climático. El cambio climático es más que un asunto exclusivamente científico; es un problema moral y ético creciente. Afecta las vidas, los medios de subsistencia y los derechos de todas las personas, especialmente de los pobres, los marginados y de las comunidades más vulnerables.

“Frente a este desafío para la naturaleza y la familia humana, debemos respetar nuestro hogar común y gestionarlo con juicio y con justicia. Solo recuperando nuestra solidaridad con los demás seres, reduciendo nuestros desechos y adoptando esquemas de consumo y producción sostenibles, podremos salvar el planeta, su vibrante diversidad de vida y asegurar un futuro próspero para todos.
“WWF, como organización dedicada a la defensa del medio ambiente, también promueve un mundo donde los seres humanos vivamos en armonía entre nosotros y con la naturaleza, con equidad y solidaridad.

 

“Esperamos que el incremento de la atención hacia el cambio climático y el desarrollo sostenible, este año se materialice en compromisos reales por parte de los gobiernos en la COP21 de París. El 2015 debe ser un año de decisiones concretas, justas y de largo alcance, el año en el que nadie pueda evadir la acción”.

Según el Papa, el calentamiento originado por “el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos”. De ahí que Francisco señale muy claramente la responsabilidad del actual sistema económico mundial: “La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro”.

El Papa atribuye gran parte del problema a la voracidad de las grandes compañías, pero también a la falta de una respuesta valiente por parte de los gobernantes: “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional”. Bergoglio se muestra aquí especialmente duro con los políticos que “enmascaran” los problemas ambientales o subestiman las advertencias de los ecologistas. “Las predicciones catástroficas”, advierte, “ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad”.

El Papa intenta desenmascarar a los gobernantes que, para enmascarar “su sometimiento a la tecnología y las finanzas”, fingen un interés que no tienen: “Así so?lo podrían esperarse algunas declamaciones superficiales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuerzos por mostrar sensibilidad hacia el medio ambiente, cuando en la realidad cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será? visto como una molestia provocada por ilusos roma?nticos o como un obsta?culo a sortear”.

La encíclica, que se refiere a la tierra como una hermana con la que se comparte la existencia o como una madre que acoge entre sus brazos, llega a tocar aspectos muy sensibles para algunos sectores de su parroquia. Bergoglio advierte incluso de que la propiedad privada no puede estar por encima del bien común. Dice que una regla de oro del comportamiento social –“y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social”—es el “principio de subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”. Y añade una de las frases que sin duda provocarán un respingo a quienes, desde los sectores más conservadores de dentro y fuera de la Iglesia, ya le venían acusando de comunista. Dice el Papa: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. Eso sí, el papa revolucionario se cura en salud apoyándose a continuación a Juan Pablo II: “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguna”. La última frase, eso sí, Francisco la resalta con la intencionalidad de las cursivas.

Jorge Mario Bergoglio cita a sus predecesores para dejar constancia de que también ellos se mostraron preocupación por la destrucción del planeta. “Hay que eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial”, dijo Benedicto XVI, “y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”. Pero no hay duda de que Francisco va más allá. En el fondo y también en la forma. Porque Francisco sale de los recintos del Vaticano e incluso de la fe cristiana para “reconocer, alentar y dar las gracias” a todos aquellos que “trabajan para garantizar la protección de la casa que compartimos”.

Bergoglio dice que hay un interés tácito, una especie de acuerdo no escrito entre los gobernantes y los privilegiados ciudadanos de los países ricos, para mirar para otro lado: “Como suele suceder en e?pocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentacio?n de pensar que lo que esta? ocurriendo no es cierto. Si miramos la superficie, ma?s alla? de algunos signos visibles de contaminacio?n y de degradacio?n, parece que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podri?a persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de produccio?n y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera”.

El Papa, que pide una “revolución cultural” para afrontar la creciente destrucción del planeta, aclara que no es partidario de regresar a las cavernas, pero sí de reflexionar sobre el inmenso poder que, a través de la ciencia y la tecnología, los más poderosos tienen entre sus manos: “No podemos ignorar que la energi?a nuclear, la biotecnologi?a, la informa?tica, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder econo?mico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien”.

“No me dejaré dictar la política económica por mis obispos, mis cardenales o mi Papa”, ha dicho Jeb Bush, aspirante a presidente de EE UU. El candidato republicano (y católico) puso voz a un sector de la economía que no está dispuesto a prescindir de las energías fósiles, como propone el Papa. A principios de mes, seis grandes grupos petroleros europeos reconocían en una carta abierta que el cambio climático “es un desafío crítico” para el planeta. Los gigantes estadounidenses del sector declinaron ratificar aquel escrito.

La implicación del sector privado en la lucha contra el cambio climático parece básica. Pero, también, la coherencia de las principales economías. El G-7, en su reciente declaración de Elmau, apostaba por “la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles ineficientes”. Pero, paralelamente, Oxfam alertaba de que cinco de los siete miembros del G-7 han incrementado el uso del carbón desde 2009.

El futuro protocolo de París se basará en gran medida en los compromisos voluntarios de reducción de gases de efecto invernadero que los casi 200 países deben presentar. De momento, 39 Gobiernos ya lo han hecho, entre ellos la Unión Europea y EE UU. Pero, según han alertado ya varios expertos y organismos —como la ONU o la Agencia Internacional de la Energía—, las reducciones de las emisiones que se están poniendo sobre la mesa no son suficientes para limitar el aumento de la temperatura a dos grados.