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Las imágenes en blanco y negro del puente estadounidense de Tacoma Narrows estirándose como un chicle por la fuerza del viento avivaron en 2003 la imaginación de un joven estudiante de ingeniería español, que se empeñó desde ese momento en convertir aquel caos en corriente eléctrica.
Doce años después, David Yáñez, su colega de universidad Raúl Martín y el joven emprendedor David Suriol forman parte de un equipo que, inspirado por aquel puente que terminó desplomándose en el estado de Washington en 1940, ha creado un aerogenerador sin aspas, silencioso, en forma de cono invertido y con un coste de producción la mitad de barato que un molino convencional.
«En el vídeo se ve cómo una estructura que no está preparada para ello es capaz de absorber una cantidad importante de energía del viento», recuerda Yáñez, de pie en una colina en un pueblo de Ávila, con un prototipo esbelto y del tamaño de un árbol frutal oscilando suavemente a su espalda.
Su empresa Vortex Bladeless es un rayo de esperanza en un sector de energía renovable doméstico que perdió la fe de los inversores cuando España comenzó a recortar los incentivos cuando más arreciaba la crisis de deuda en Europa.
Tras invertir cerca de un millón de euros de origen privado y público, un fondo de inversión estadounidense está a punto de inyectar 5 millones de dólares en el proyecto, dijo su colega Martín en el garaje de un chalet en Pozuelo de Alarcón, uno de los centros operativos de Vortex junto con un pequeño laboratorio en Ávila.
«Esperamos anunciar pronto un acuerdo con un inversor estadounidense con raíces asiáticas», dijo, añadiendo que una campaña de ‘crowd-funding’ en curso para levantar al menos 50.000 dólares tiene como objetivo incrementar la visibilidad del proyecto.
Este diseño patentado funciona a partir de remolinos de viento que entran en el cono invertido y con la ayuda de unos imanes en su parte inferior crean frecuencias de oscilación que un alternador termina convirtiendo en electricidad.
El funcionamiento se basa en los mismos fenómenos aerodinámicos que en ocasiones hacen resonar los cables de alta tensión.
«Todos hemos visto como al vibrar una copa, una soprano, poniendo el tono de voz de la copa es capaz de romperla», dijo Yáñez. «Nosotros lo que utilizamos son los remolinos, los vórtices que genera una estructura con el viento».
La compañía asegura que producir energía con un Vortex es un 40 por ciento más barato que con un molino convencional porque los costes de producción y mantenimiento son sensiblemente inferiores.
Por otra parte, la estructura cónica es más segura para los pájaros que los aerogeneradores de tres palas cuya rotación causa según algunos estudios la muerte de cientos de miles de aves cada año.
Sin embargo, esta máquina sin aspas enfrenta también varios desafíos, ya que el área de barrido es mucho menor y esto hace que sea un 30 por ciento menos eficiente que las tradicionales.
VIENTOS DE CAMBIO
El éxito de Vortex dependerá de la estrecha relación entre los costes y el denominado coeficiente de potencia, o cantidad de energía que puede convertirse en electricidad, dijo Ignacio Cruz, experto en energía eólica del Ciemat, un organismo de investigación dependiente del Ministerio de Economía.
«Si el coeficiente es bajo, (esta tecnología) tiene que ser realmente competitiva en costes», dijo.
El equipo de Vortex, configurado por una decena de ingenieros de distintas especialidades, está ajustando los prototipos para hacerlos más eficaces tanto técnicamente como en costes, experimentando con distintos materiales.
Aunque el objetivo final es el mercado de la gran eólica en el que se fabrican turbinas de 100 metros de altura, las primeras fases del proyecto tienen claramente el foco en la generación distribuida: pequeñas instalaciones descentralizadas para uso doméstico o de pequeña escala industrial.
Los planes de Vortex pasan por tener un prototipo comercial de tres metros y 100 watios para finales de año, que podría ser colocado en suelo o en techo con un coste de producción de unos 300 euros por unidad.
Sin embargo, con este tamaño y potencia, tendría que convivir con otras tecnologías como la solar fotovoltaica.
«Con dos o tres Vortex y cuatro o cinco placas (…) y una inversión de 2.000-3.000 euros (incluyendo todos los costes) podrías generar bastante energía para tu casa», dijo Yáñez, que piensa que su máquina podría transformar la industria energética en países como India en los que todavía mucha gente no tiene acceso a la red.
El futuro del molino sin aspas también podría estar alineado con el desarrollo de las tecnologías de almacenamiento de energía, como las baterías que quiere desarrollar el fabricante de automóviles estadounidense Tesla, dijo Yáñez.
La capacidad de almacenar la energía generada con el viento y el sol mejoraría la eficiencia de las energías renovables y permitiría a muchas personas de países en desarrollo tener una fuente de energía independientemente.
«Una buena batería con un buen sistema de generación puede invitar a salirse de la red al garantizarse el propio suministro», dijo el experto en energía Cruz.