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Cuando los líderes del Grupo de los Siete países industrializados prometen «descarbonizar» la economía global, están hablando de un cambio tan radical que un analista lo describió como una nueva misión a la Luna.
El plan requeriría superar grandes obstáculos relacionados con tecnología, dinero y voluntad política —algo escaso hoy día— para ejecutarlo.
Pese a avances conseguidos por las fuentes renovables de energía en años recientes, el mundo sigue dependiendo de combustibles fósiles que generan electricidad para nuestras viviendas y negocios y alimentan nuestros automóviles, camiones, aviones y barcos.
Las emisiones resultantes de dióxido de carbono hacia la atmósfera siguen subiendo, principalmente por el acelerado crecimiento económico en China, India y otras economías emergentes. Las emisiones de CO2 exceden ahora 30.000 millones de toneladas al año, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía.
Lo que el presidente Barack Obama y otros líderes del G7 visualizaron en Alemania el lunes es un mundo en el que esas emisiones son eliminadas gradualmente para el fin del siglo.
Por encima de todo, eso requeriría un enorme cambio en la forma en que el mundo produce electricidad, dos terceras partes de la cual proviene de la quema de combustibles fósiles, mayormente carbón y gas.
Aumentar la generación a partir de energía solar, eólica, geotérmica, nuclear, hidráulica y quizás otras fuentes renovables aún por desarrollar es posible, pero eso requiere políticas, tales como impuestos sobre el carbono, que las hagan más competitivas.
«Hay que ser honestos: el carbón es una fuente de energía muy, muy barata. Por tanto, necesitamos un precio de carbono», dijo Ottmar Edenhofer, un miembro prominente del panel de expertos de la ONU sobre ciencia climática.
Poner un precio al carbono es un asunto políticamente contencioso en muchos países. El Senado estadounidense rechazó una propuesta así en el 2010. El actual gobierno de Australia anuló un impuesto sobre el carbono implementado por el gobierno previo.
Usar fuentes renovables que dependen del clima, tales como energía eólica y solar, requeriría además avances tecnológicos, especialmente para almacenar energía más eficientemente.
La descarbonización del sector del transporte es aún más complicada. Por supuesto, existen ya vehículos alimentados por electricidad o biocombustibles. Pero los combustibles derivados del petróleo siguen dominando y probablemente pasará mucho tiempo antes de que puedan ser substituidos a gran escala en aviación y embarques marítimos, aunque ya se realizan experimentos con biocombustibles e incluso energía solar.
Asimismo, es improbable que se pueda remplazar en un futuro cercano el uso de los combustibles fósiles para generar el intenso calor requerido en procesos industriales como producción de acero.
Por eso, muchos científicos y economistas dicen que la demanda de algunos ambientalistas de una eliminación total de los combustibles fósiles es poco realista. En lugar de ello, dicen, la lucha contra los cambios climáticos debe incluir esfuerzos para capturar emisiones de CO2 y enterrarlas en las profundidades de la Tierra, donde no afectan el clima.
El año pasado, el panel de ciencia climatológica de la ONU proyectó que esas tecnologías, que ya existen en pequeña escala, tendrán que ser aplicadas para conseguir emisiones negativas en el futuro, porque no se espera que el mundo reduzca sus emisiones a un paso suficiente en el futuro cercano. Eso pudiera requerir, por ejemplo, usar biocombustibles para generación y entonces capturar las emisiones.
Pese a las dificultades, el mensaje de los líderes de los países más poderosos del mundo es importante porque es la primera vez que reconocen lo que tiene que suceder para impedir que las temperaturas del planeta alcancen niveles peligrosos, dijo Jeffrey Sachs, economista de la Universidad de Columbia y asesor especial de la ONU.
«Eso significa en la práctica un cambio enorme de un sistema de energía basado en combustibles fósiles a fuentes de energía de casi cero emisiones. Es una tarea muy grande», dijo. «No muy diferente de la misión del Apollo».