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La Agencia Internacional de la Energía (AIE), poco sospechosa de haber sido adalid de las energías renovables en el pasado, anuncia en su reciente hoja de ruta tecnológica que la generación conjunta de eléctrica solar, fotovoltaica y termosolar, será la forma de generación dominante en 2040.
Hay una cita muy repetida de un dirigente de la OPEP que dijo: “La edad de piedra no terminó por falta de piedras e igualmente la edad del petróleo terminará antes de que se agote el petróleo”.
Efectivamente, los compromisos ineludibles para reducir las emisiones de CO2 sólo pueden alcanzarse con una masiva penetración de las renovables, que podría acelerarse notablemente si se eliminasen las subvenciones al petróleo y al carbón que son, actualmente, más de cinco veces superiores a las que se otorgan a las renovables a nivel mundial.
El espejismo del secuestro del CO2 parece difuminarse –su intención no era otra que frenar el interés por las renovables– y a la nuclear “se le ha pasado el arroz”, ya que hoy en día, además de ser una tecnología más cara que las renovables, nadie puede asegurar cuánto tardaría una nueva central nuclear en construirse, cuánto costaría cuando se hubiese terminado e, incluso, si llegaría a entrar en operación. En esta situación ¿cómo puede financiarse un proyecto de central nuclear, salvo que se tengan otros objetivos distintos a los de generación de electricidad?
El Sol es la fuente de energía más abundante en la Tierra. En menos de cinco minutos recibimos la energía suficiente para generar toda la demanda eléctrica mundial y, a lo largo de un año, recibimos miles de veces más energía solar que todas las reservas de combustibles fósiles, conocidas y por descubrir.
Ahora bien, el suministro eléctrico hay que garantizarlo a todas las horas del día. Si un país de economía creciente, situado en el cinturón solar, en 10 años necesita el doble de potencia a las 10 de la noche de la que tiene hoy, las tecnologías que no ofrezcan esa posibilidad simplemente no cuentan y el país tendría que invertir para duplicar su capacidad instalada actual en tecnologías de generación con gas o con petróleo para que funcionasen muy pocas horas al día, lo que elevaría enormemente su coste. Sin embargo, las centrales termosolares, con sus sistemas de almacenamiento y la posibilidad de hibridación con su mismo equipo de generación, si pueden garantizar su despacho según el perfil de demanda que se solicite.
Esta característica distintiva, unida a la reducción de costes que la tecnología termosolar está experimentando, ha llevado a la AIE a afirmar que las centrales termosolares serán la forma de generación dominante en el futuro en la región del Oriente Medio y en África, y estará al mismo nivel que la fotovoltaica en otras regiones, como India o Estados Unidos. Respecto a la reducción de costes, en el reciente concurso internacional de Marruecos, ya se están ofertando centrales termosolares a menos de 12 c€/kWh, aunque el nivel de implantación de la termosolar a nivel mundial sea de solo 4 GW, muy lejos todavía de los cerca de 400 GW eólicos o de los 200 fotovoltaicos, lo que da idea del importante recorrido que tiene por delante la tecnología termosolar por la curva de reducción de costes.
La gran penetración esperada de la fotovoltaica a nivel de generación distribuida, junto con el reconocimiento por parte de los analistas internacionales de la esencial aportación de las centrales termosolares a los sistemas eléctricos de los países en desarrollo, además de la abundancia del recurso solar y la progresiva reducción de costes, nos hacen pensar que el futuro eléctrico será mayoritariamente solar, y mucho antes de lo que la AIE prevé.
http://www.helionoticias.es/noticia.php?id_not=1582
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