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España es el primer país en convertir la eólica en principal fuente de electricidad pero el sector eólico ha perdido un 44% de los empleos desde el 2008. El primer aerogenerador conectado a la red en Cataluña se instaló hace 30 años. Ecotècnia creció en todo el mundo y fue absorbida por la multinacional Alstom.
El primer aerogenerador español conectado a la red (PEUI-10, del plan energético Unesa-Ini) se instaló en la bahía de Palma en marzo de 1983. Se había ensayado en Alfabia (Serra de Tramontana) en otoño del 1983, pero el 20 de diciembre de 1983 se rompió. El prototipo permitió diseñar un nuevo molino con 6 unidades: una, en Alfabia y las otras en Garriguella (Alt Empordà), en el primer parque eólico español, que se inauguró el 9 de abril de 1984.
Diez ingenieros pusieron en marcha hace 30 años en Vilopriu (Alt Empordà) el primer molino de viento en Catalunya. Fue también el primer aerogenerador con un diseño propio español que serviría de referencia para las primeras máquinas comercializadas en serie. El aniversario de la instalación se cumplió el lunes, 10 de marzo. La gesta fue obra de personas que habían creado tres años antes Ecotècnia, una cooperativa que nació movida por el anhelo de sus promotores de fomentar las energías renovables. Lo que entonces era el sueño de unos jóvenes de producir electricidad limpia se ha transformado tres décadas después en una realidad. Los hippies tenían razón. La eólica se ha convertido en la principal fuente de electricidad en España (con el 21,1% de la demanda peninsular en el 2013). Lástima que ahora el éxito quede empañado por una reforma energética del Gobierno que penaliza las energías renovables.
De izquierda a derecha, Josep Congost, Quim Corominas, Pep Prats, P. Escorsa, A. Martínez, Ermen Llovet, J. Puig, M. Cabré, Pere Viladomiu y X. Traver, fundadores de Ecotècnia en 1984 LVE
Foto de familia del grupo que inició Ecotècnia 30 años después, sin Xavier Travé, que falleció de forma prematura Laura Guerrero
Aquellos jóvenes pioneros pusieron en marcha con ilusión un proceso que activó en España el despegue de la energía eólica. El éxito ha sido tan fulgurante que la Asociación Europea de Energía Eólica, que celebra su congreso anual en Barcelona, entregó anteayer a España su máximo galardón, al convertirse en el primer país del mundo en que la eólica llega a ser la primera fuente de electricidad en un año completo. Pero no estuvo el ministro de Industria, José Manuel Soria.
Aquellos visionarios querían prescindir de los combustibles fósiles. El movimiento antinuclear se había despertado en Catalunya a raíz de la construcción de varias centrales nucleares (Ascó y Vandellòs), y todavía estaba en la memoria la crisis por la subida de precios del petróleo que había sacudido Europa en 1973. Pero aquellos ingenieros técnicos, industriales y en telecomunicaciones demostraron que era factible desarrollar las llamadas entonces energías alternativas.
Con su impulso, la cooperativa Ecotècnia se situó entre los diez primeros fabricantes de aerogeneradores del mundo y construyó molinos que sumaban más de 1.400 MW en el 2007 (equivalente a la potencia de una nuclear y media). Emprendió la implantación en Francia, Portugal, Italia, India, Cuba y Japón… Y tras formar parte de la corporación Mondagrón (con 765 trabajadores), se integraron en la multinacional francesa Alstom. Pese a los avatares, casi todos siguen vinculados al mundo eólico (5) o las tecnologías o las energías limpias.
Pero conseguir los medios materiales no fue fácil. «Para diseñar y construir el primer molino obtuvimos un premio del Ministerio de Industria; que nunca se materializó y lo sustituyeron por un acuerdo con el CDTI para obtener una financiación, aunque la tuvimos que devolver, pues esa era la condición si el proyecto resultaba exitoso; como así ocurrió», dice Quim Corominas, entonces profesor de telecomunicaciones de la UPC.
«Nos veían como iluminados. Cuando fuimos a pedir el primer crédito nos trataron como pobres desgraciados», recuerda Pere Escorsa, uno de los tres sénior que activó los trámites.
«Mi primera motivación era contribuir a un modelo energético más racional y poner en marcha nuestros conocimientos porque de lo que sabíamos era de ingeniería: hacer máquinas. Y, en segundo lugar, quería trabajar en equipo, algo que hicimos a gusto en Ecotècnia», dice Antoni Martínez, que dio el salto desde una empresa auxiliar del automóvil.
Aquellos jóvenes se fijaron en el modelo de Dinamarca. El primer molino de viento que hicieron tenía tres palas (12 metros de diámetro), 14 metros de altura y 15 kW de potencia: una minucia, pues los actuales tienen 100 metros de diámetro, más de 80 m de altura y son 150 veces más potentes. Pero introdujeron una innovación mecánica de gran eficacia que facilitaba la transmisión de esfuerzos de la pala a la torre.
«Hoy nos etiquetarían de emprendedores; pero no nos movíamos sólo inquietudes empresariales, sino sobre todo motivaciones sociales y ambientales», dice Josep Congost, hoy director de diseño e innovación de Roca Sanitarios. «Nos lo creíamos. No había ni tecnología ni mercado; pero sí una enorme determinación y talento. Eso, unido a la capacidad de trabajo y el espíritu colectivo, explica que llegara la tecnología y se accediera a los mercados», añade Ermen Llobet, que fue responsable del área fotovoltaica.
«Pero las renovables ya son plenamente competitivas», resume Llobet. «Producir energía eólica en 1984 costaba 260 céntimos por kWh (contando todo, fabricación, gastos financieros, mantenimiento..), y hoy cuesta 55 céntimos de euros el kWh. Es más barata que la nuclear. Si las renovables son competitivas, ¿por qué se hacen más centrales contaminantes?», concreta Pere Viladomiu, responsable de reducir los costes energéticos en Alstom.
Sin embargo, la gran paradoja es que el sector eólico español (y las renovables en general) vive actualmente una crisis sin precedentes, puesto que el Gobierno ha vuelto a reducir las primas a los parques eólicos en funcionamiento y ha eliminado las ayudas a los nuevos proyectos. Las intensas campañas para demonizar las energías renovables (a cuenta de las ayudas excesivamente generosas otorgadas a la fotovoltaica) han precedido a la reforma eléctrica, denostada por el sector.
El resultado es que se paralizaran las inversiones. Las fábricas se cierran. En el 2008 había 41.438 empleos eólicos, pero quedan 23.308 (en el 2012). Las compañías buscan mercados en el extranjero. El Gobierno dice que recorta y elimina las primas para no engordar el déficit tarifario de recibo de la luz (deuda reconocida a las eléctricas), pero la patronal del sector, APPA, dice que «no hay déficit tarifario, sino superávit de las eléctricas tradicionales, pues la producción en hidroeléctricas y nucleares está sobrerretribuida». Empresas e inversores acusan al Gobierno de favorecer la producción contaminante en detrimento de la energía limpia.
«Lo que ha ocurrido en España es un accidente terrible. El Gobierno transmite continuamente malas señales; pero la perspectiva nos la da lo que ocurre fuera. Las renovables están en un rápido crecimiento en países en desarrollo; sobre todo la eólica», dice Ermen Llobet. «Es una paradoja. Tenemos la sensación de que cuando el sueño se ha hecho realidad, y cuando hemos hecho posible lo imposible, nos ponen barreras», dice Miquel Cabré, un ingeniero que acababa entonces su tesis sobre sistemas para conectar los molinos a la red.
¿Y cómo se puede conseguir un relanzamiento de la eólica, ante las fuertes resistencias a una mayor penetración de las renovables? «Si se consideraran todas las ventajas sociales (empleo, reducción de la dependencia energética exterior..) y se eliminan las subvenciones encubiertas que aún tienen las energías fósiles, el coste de las renovables sería inferior; por eso, su desarrollo debería ser considerado una prioridad política», dice Pep Prats, otro de aquellos promotores.
«Los aerogeneradores modernos pueden hoy producir la electricidad a un coste inferior a la media de los precios que fija el mercado mayorista. Otra cosa es cómo se determinan los precios definitivos para el consumidor final», aclara Josep Puig, quien mejor conoce la factura de la luz. «En el mercado diario, las renovables entran en el sistema de casación oferta-demanda a precio cero, con lo que desplazan las tecnologías más caras, como el gas, de manera que hacen bajar el precio de mercado. El problema es que los usuarios no se benefician directamente porque en la tarifa se incluyen muchos conceptos opacos que enmascaran el precio real de la energía», dice Puig.
«El único camino de futuro son las renovables», resume Miquel Cabré.