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Es curiosa la experiencia de Álvarez; todos sus proyectos funcionaron: pequeños equipos que producían corriente y protegían cañerías de la corrosión (creaban un efecto galvánico), ventiladores contra las heladas y generadores de electricidad propiamente dichos. Cada proyecto tuvo un final feliz pero ninguno la continuidad necesaria para replicar estas experiencias, que tienen más prensa que realidad.
Pablo Álvarez es un especialista en aerogeneradores eólicos de la región. Molinos de viento. Generadores de energía limpia.
«Cuando uno mira los diarios o los medios pareciera que la energía eólica se ha extendido a todo el país, pero no es así; es más, el único aerogenerador que había en Cutral Co hace mucho que no funciona», dice el ingeniero Álvarez, jefe de Trabajos Prácticos en la materia Máquinas Motrices en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Comahue.
Persevera Pablo Álvarez y habla de su «miniparque» de energía eólica, a un tris de ser habilitado, que estará integrado a la red eléctrica de energía. Se ubica en la zona de bardas entre Neuquén y Centenario y fue diseñado a pedido de un colega de Álvarez fallecido hace algunos años. El miniparque se hizo para abastecer a la planta transmisora de la emisora radial Cumbre de Neuquén.
«Está todo listo. Hicimos una prueba y estuvo conectado dos días seguidos», explicó el especialista durante una extensa charla con «Río Negro» Energía.
Detalla que serán cuatro los molinos; uno es el prototipo, que está en marcha, y a él se integrarán otros cuatro. En total aportarán 50 kilovatios (kW).
«Tienen un arranque suave, a cinco metros por segundo», describe. Cada aerogenerador tiene 10 kW y 380 voltios y la velocidad de corte es de 28 metros sobre segundo. La turbina tiene 5,1 metros, con tres aspas alabeadas y una velocidad de 240 RPM. El aerogenerador, de 50 hertz, gira a 1.500 RPM. Para controlarlo cuenta con un freno electromagnético y el arranque y la parada es por señal anemométrica.
«Es un lindo proyecto y ha sido un lindo desafío. Me lo pidió el ingeniero Héctor Stinco y fue un desafío en su momento; siempre he trabajado con Juan Carnevale, que es un genio trabajando con resina poliéster y con quien hemos logrado excelentes resultados más allá de que los proyectos no se expandieran como hubiésemos esperado», explicó.
Álvarez contó que ahora trabaja en el desarrollo de aerogeneradores para abastecer de agua a emprendimientos ubicados en el istmo Los Barreales-Mari Menuco. «Es un generador aislado de 7,5 kW y 380 V que funcionará conectado a una o dos bombas centrífugas para elevar el agua desde el lago a una altura de 85 metros», explicó Pablo Álvarez. «Estimamos que proporcionará un volumen medio de 90 metros cúbicos diarios aproximadamente», fue más allá.
«La idea es que en algún momento haya una verdadera decisión para el desarrollo de la energía eólica; estoy esperando los resultados de los proyectos de Cutral Co y Plaza Huincul, que parecen muy interesantes. Es una buena apuesta en pos de las energías limpias», cerró el ingeniero.
Luego de muchos años de esfuerzos y pedidos sin respuesta positiva, Pablo Álvarez consiguió que Instalaciones Eólicas sea una materia no obligatoria en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Comahue.
Cuenta Álvarez que ha presentado proyectos en conjunto con el exdecano Eduardo Reyes y que a lo largo de los últimos años uno a uno fueron desechados. Ahora prácticamente está definido que Instalaciones Eólicas sea optativa.
El especialista en aerogeneradores tiene la ilusión de que alguna vez nuestro país alcance buenos niveles de desarrollo de energía eólica, «razonables con el potencial que tenemos». Y en ese sentido considera que los equipos deben ser diseñados y fabricados en el país.
Cree que, a pesar de algunos esfuerzos, hay una marcada desvinculación entre las universidades y el desarrollo con la producción y la industria. «No está bien coordinado el punto de encuentro. No hay mecanismos más o menos aceitados que permitan una verdadera integración», indicó.
Contó, además, que en determinadas zonas productivas, sobre todo en El Chañar, sería posible instrumentar sistemas de protección de heladas con ventiladores, algo que ya ensayó exitosamente hace unos años.