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Parte de la solución es promover fuentes no convencionales de energía, como la energía solar, biomasa, eólica, geotérmica y pequeñas centrales hidráulicas. Sin embargo, su uso es muy limitado debido a costos de producción, distribución y transformación en energía eléctrica.
Para detener el cambio climático, los países deben sustituir progresivamente el uso de combustibles fósiles, como petróleo y carbón, por energías renovables (eólica, termosolar, fotovoltaica, geotérmica).
Los pesimistas creen que nuestra dependencia de los combustibles fósiles concluirá cuando se quemen la última roca de carbón y la última gota de petróleo. Los moderados apuestan a que para el año 2050 el aporte de las fuentes renovables será del 30 al 45%. Hoy apenas llega al 20%. Y los optimistas sueñan con que para esa misma fecha un 50 a 95% de la oferta de electricidad mundial provenga de fuentes renovables y poco a poco desaparezca la amenaza del calentamiento global.
Las que hoy llamamos energías no renovables, como el petróleo y el carbón, provienen de vegetación que quedó enterrada hace millones de años y que a través de procesos químicos y físicos se transformó en una rica fuente energética. Nadie sabe con exactitud cuánto petróleo, carbón y gas sigue escondido bajo nuestros pies. Lo que sí está claro es que su uso intensivo, desde que comenzó la Revolución industrial, es la principal causa del cambio climático.
De acuerdo con el Informe de Energías Renovables REN 21, el 80% de las fuentes para la generación de electricidad en el mundo proviene de combustibles fósiles. Una cifra que todavía no representa los esfuerzos a lo largo y ancho del planeta por conectarnos con otras fuentes de energía, éstas sí renovables y limpias, como el sol, la energía eólica, la biomasa y la hidroeléctrica, entre otras.
Países como China, Estados Unidos, Alemania, Japón e Italia están invirtiendo enormes recursos en el desarrollo de energías renovables. Los índices de Bloomberg New Energy Finance muestran que para 2012 China llegó a invertir hasta US$68.000 millones en energías renovables.
Grandes empresas también se suman a esta apuesta. Google, por ejemplo, invirtió este año US$200 millones en un parque eólico de 161 megavatios (MW). Nike, HSBC, Volkswagen, BMW y Apple también han aumentado su inversión en energías renovables.
La decisión de adoptar las energías renovables para la generación eléctrica en el mundo se debe a la proliferación de políticas de apoyo, reducción de costos para la inversión, mitigación del riesgo financiero, mayor seguridad energética, protección del clima y el medio ambiente, desarrollo industrial y económico sostenible.
A diferencia de lo que sucede en el mundo, Colombia cuenta con una matriz energética relativamente limpia. Según el Ministerio de Minas y Energía, en el año 2011 el 78% se generó con fuentes renovables (hidroeléctrica) y el resto a partir de gas y carbón. Esto es posible gracias a la importante oferta hídrica y el terreno montañoso de su geografía.
Pero lo que por un lado constituye una ventaja por otro puede resultar ser una debilidad. Al depender de las variaciones del aporte hídrico a las centrales, los fenómenos climáticos como El Niño constituyen una amenaza latente, y en esas circunstancias la generación hidroeléctrica necesita complementarse con otro tipo de energía. Actualmente, en Colombia esta carencia se suple mediante plantas térmicas (carbón y gas), a pesar de que producen más emisiones y tienen una capacidad de generación eléctrica insuficiente.
Según cifras de XM-ISA, en 2009, con El Niño, se liberó un promedio de 169 gramos de CO2 por cada kilovatio-hora (kWh), pues al haber sequía se aumentó el uso de plantas térmicas. Mientras que al año siguiente, con La Niña, los embalses se volvieron a llenar y el índice bajó a 85 gramos de CO2 por cada kWh.
Asimismo, la capacidad instalada de generación térmica tiene un límite debido a las restricciones de trasporte de combustibles, así como a la incertidumbre en la disponibilidad futura del gas natural y la disponibilidad técnica de las turbinas a gas si se requieren tiempo completo. Por tanto, en caso de una disminución en la capacidad de las hidroeléctricas, informa la Corporación para la Energía y el Medio Ambiente (Corpoema), las termoeléctricas podrían cubrir hasta un máximo del 50% de la actual demanda mensual de energía.
Si bien en general los proyectos hidroeléctricos producen menos gases de efecto invernadero que los termoeléctricos, en los grandes proyectos hidroeléctricos también se pueden presentar algunos impactos como la desviación del curso de ríos, inundación de tierras cultivables, desplazamiento de poblaciones y alteración de los ecosistemas circundantes, entre otros.
Por estas razones, al país le convendría buscar otras fuentes de energía renovable. Pero el panorama no es alentador. Aunque las políticas a mediano y largo plazo buscan diversificar las fuentes y reducir la vulnerabilidad al cambio climático, los proyectos que entrarán en vigor de acuerdo a la subasta 2011-2012 son principalmente de carácter hidroeléctrico y térmico a carbón.
* Con asesoría de Javier Sabogal, oficial de Economía Verde, y Juliana Correa, consultora de WWF. http://www.elespectador.com