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La eólica se ha ganado a pulso ocupar un lugar importante en el mix energético español. Y el Gobierno debe entender que el sector eólico no puede soportar ya más recortes. Lo que está en juego es nada menos que su supervivencia. La supervivencia de un sector modélico, que ha construido cada año los megavatios que le ha pedido el Gobierno, al precio que le ha marcado el Gobierno y que sólo es culpable de hacer lo que le ha pedido el Gobierno en cada momento.
A finales de los años noventa, un Gobierno del PP implantó tanto la Ley del sector eléctrico de 1997, en la que se establecía la prioridad de acceso a las renovables (entre otras cosas), como el Real Decreto-Ley 2818/98, que puso en marcha el sistema de primas.
Ambas normativas tenían como objetivo avanzar en la independencia energética de España a través de la apuesta por tecnologías aún incipientes, como la eólica.
Hoy se puede decir alto y claro que fueron un éxito, ya que permitieron el desarrollo modélico del sector eólico: se trata de un sector que se ha desarrollado siempre de acuerdo a los objetivos del regulador y que, poco a poco, se ha consolidado como una de las primeras tecnologías del sistema. Evita importaciones de combustibles fósiles por más de mil millones de euros anuales y, por lo tanto, frena el deterioro de la balanza comercial española -que hoy está dando resultados positivos a la economía española y es motivo de orgullo para este Gobierno- y el déficit público. Exporta tecnología de vanguardia por más de 2.000 millones de euros. Abarata el precio de la electricidad al desplazar a otras tecnologías más caras en el mercado, lo que redunda en una rebaja de la factura de la luz. Ha revitalizado zonas desfavorecidas, como lo son muchos de los cerca de mil municipios españoles en los que los parques eólicos han creado riqueza y empleo. Y ha desarrollado una industria que crea valor en todos los eslabones de la cadena producción y que cuenta con varias empresas líderes mundiales entre sus filas.
Pero, en cuestión de poco tiempo, la realidad ha dado un giro de 360º. El sector perdió 15.000 empleos entre 2008 y 2011 como consecuencia de la incertidumbre regulatoria y la crisis económica. Y desde 2012, un Gobierno distinto, pero también del PP, ha tomado una serie de decisiones regulatorias que están provocando una sangría sin precedentes: raro es el día que en la prensa no se habla de cierres de fábricas eólicas, destrucción de empleo… El sector eólico no aguanta más y, de no remediarlo pronto, lo que está en juego es la supervivencia de ese sector modélico, envidiado en todo el mundo.
¿Las razones? Puramente coyunturales: una crisis de la demanda que ha puesto en el foco las ineficiencias del sistema. Pero, ¿qué culpa tiene la eólica? Es más, ¿por qué tomar medidas que desmantelen un sector modélico cuando, además, no van a resolver el problema del déficit de tarifa? ¿Por qué tenemos que ser pro cíclicos e intentar resolver un problema que lleva existiendo muchos años en el peor momento de la crisis? ¿Por qué vamos a Bruselas para pedir más tiempo para resolver el déficit público y, al mismo tiempo, queremos resolver el déficit de tarifa en un año?
El Gobierno del PP se enfrenta a una disyuntiva histórica de cara a la reforma energética en ciernes: o, como ya hizo a finales de los noventa, hace gala de visión a largo plazo y sienta las bases para que la eólica pueda seguir dándole alegrías a España, o entierra definitivamente al sector.
Ante sí, tiene un futuro con unos mimbres muy claros: la energía es un bien escaso y los precios de los combustibles fósiles que importamos no van a bajar en el largo plazo. En el otro lado de la balanza, tiene una energía, la eólica, que es autóctona, inagotable y limpia, y que está muy próxima a ser competitiva sin necesidad de incentivos.
En España no tenemos petróleo, pero sabemos construir aerogeneradores como pocos países del mundo, somos expertos en encontrar los lugares donde hay más viento, aprovechamos hasta el último kWh que se puede generar en los parques para que llegue a los hogares. Hoy tenemos una oportunidad única para sacarles provecho a nuestros conocimientos adquiridos, a las inversiones hechas y al recurso eólico que tenemos.
Las crisis, además de incertidumbre, traen oportunidades. En este sentido, el Gobierno tiene ante sí la oportunidad de acometer una planificación energética a largo plazo, que le permita recuperar la confianza de los inversores, perdida por una serie de decisiones equivocadas.
Luis Polo, director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE).
Luis Polo, director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE). http://www.eleconomista.es/interstitial/volver/acierto-abril/firmas/noticias/4916330/06/13/Por-que-castigar-a-un-sector-modelico-como-el-eolico.HTML
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