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El complejo eólico compuesto por 17 aerogeneradores, de 900 kW cada uno, producirá la electricidad suficiente para atender las necesidades de unas 12.000 viviendas.
Poco a poco sus gigantes brazos empiezan a estirarse. Para finales de diciembre todos deberán estar en movimiento continuo.
Su propósito no es defender, como lo haría un batallón, sino producir energía eléctrica a partir de la fuerza del viento.
Se trata del Parque Eólico Valle Central, una planta de 15,3 megavatios (MW) de capacidad instalada y en pruebas desde el 30 de octubre.
No obstante, esa producción no será continua. Más de la mitad del año, la planta tendrá muy baja producción o permanecerá parada.
La mayor generación se concentrará durante cuatro meses, entre diciembre y marzo, cuando son más fuertes las corrientes.
Las aspas empiezan a moverse con vientos de 3,5 metros por segundo (m/s) y hasta los 25 m/s. Esa fuerza nutrirá las turbinas para así producir la energía eléctrica.
Pese a esta debilidad, el director del proyecto, Pedro Montero, rescata que la mayor generación se darádurante los meses más secos, justamente cuando disminuye el aporte de las plantas hidroeléctricas, las cuales dependen de las lluvias.
Usualmente, ese faltante energético del verano se suple con generación a base de hidrocarburos, más cara y contaminante.
Otra de las fortalezas de las plantas eólicas es su armonía con el medio ambiente, pues genera a partir de una fuente renovable.
Plan conjunto. El proyecto es desarrollado por el Consorcio Eólico Valle Central. Esta es una empresa conjunta de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
El plan representa una inversión de $45,3 millones. De este monto el 50% fue financiado con un préstamos del BCIE y el otro 50% con aportes de la CNFL y el Banco.
De este segundo monto, la distribuidora eléctrica aportó 40% y el BCIE el 60% restante.
De acuerdo con Montero, al término de 12 años, cuando se termine de pagar el crédito, el parque eólico pasará a manos de la Compañía.
Esta será la primera planta eólica de la CNFL encargada de llevar el servicio eléctrico a unos 475.000 abonados en el centro del país.
Al tratarse de una zona empinada, de difícil acceso y donde solo había un camino de barro, las obras de acceso representan un peso importante en el costo del proyecto.
Para poder llevar los aerogeneradores hasta la cresta de estos cerros, el Consorcio debió construir 6,4 kilómetros de carretera en asfalto con sus respectivas cunetas.
La construcción estuvo a cargo de la empresa Meco; la compañía BC y Asociados desarrolló la infraestructura donde se instalaron las torres y la firma alemana, Juwi, fue la proveedora de los equipos.
Montero explicó que con esta última se tiene un contrato de mantenimiento, el cual permite actualizar los componentes electrónicos de los equipos, conforme se den avances en Alemania.
“La tecnología que estamos utilizando es de punta. Es de lo mejor disponible en el mercado”, agregó.
El proyecto, además, debió sortear un descontento comunal por los eventuales daños ambientales, el impacto visual y los problemas de inseguridad que podría acarrear para comunidades como Pabellón y Salitral de Santa Ana.
La comunidad que por años disfrutó a sus anchas del aire fresco, el silencio y la paz que ofrecen las altas colinas del Valle Central ahora deben compartir su espacio con 17 torres gigantes.
El cambio ha sido radical. El paisaje se alteró en la medida en que se fueron poniendo en pie los molinos de viento, hoy visibles desde diversos puntos aledaños.
Los nuevos vecinos, cuya silueta apenas se deja ver cuando hay mucha neblina, van camino a convertirse en un atractivo para el turismo “verde” en Pabellón.
Así, además de aportar 15,3 MW de energía limpia al sistema eléctrico nacional, las torres eólicas de Santa Ana podrían motivar visitas a esa zona, hasta ahora poco conocida entre los josefinos.
María Lourdes Pacheco, presidenta de la Asociación de Vecinos de Pabellón, dijo que están trabajando en esa iniciativa en conjunto con la Municipalidad de Santa Ana, pero el plan aún está muy crudo.
“Estamos pensando en un turismo de caminatas, verde, muy sano, pero para eso tenemos que contar con un servicio de agua que no existe aún”, manifestó Pacheco.
Seguridad, basura y agua. Antes de dar el paso hacia la atracción de turistas, los pobladores de Pabellón tienen tres temas por resolver: seguridad, basura y agua.
Aún está pendiente el manejo de escombreras, que son sitios donde la CNFL deposita la tierra y escombros provenientes del proyecto.
La preocupación, explicó, es porque esta es una zona protegida, donde hay fuentes de agua. Además por ser empinada podrían darse deslizamientos.
Otro problema es que la carretera en asfalto construida por el desarrollador del proyecto le da fácil acceso a la zona, no solo a los pobladores sino a visitantes, “algunos no muy bien intencionados”, y la comandancia más cercana está en Santa Ana centro.
La dirigente comunal dijo que también deben construir un acueducto comunal y lograr que la Municipalidad les dé servicio de recolección de basura.
Alejandro Araya, encargado del área socioambiental del proyecto, dijo que desde el principio mantuvieron contacto permanente con las comunidades.
Al principio, las reuniones eran semanales; luego, cada quince días y, ahora, cada mes, para informar de los avances y escuchar las preocupaciones de los vecinos.