España tiene sed de hidrocarburos; de petróleo y de gas natural. Tanta, que el país sufre una especie de fiebre de solicitudes de prospecciones petroleras. Entre el 2009 y el 2012, los permisos de investigación concedidos por la Administración para hallar petróleo y gas se han incrementado un 60%. En el 2009, había 47 permisos vigentes y al iniciarse este año ya son 76. Mientras, la licencia obtenida por Repsol para explorar las aguas de Canarias ha despertado una amplísima preocupación social por el riesgo de que estos proyectos generen vertidos contaminantes en zonas de valor natural.
El incremento de licencias de prospección de petróleo y gas responde a la voluntad de la Administración de reducir dependencia energética exterior. Y, a la vez, influye el hecho de que los avances tecnológicos permiten ya extraer petróleo en aguas marinas muy profundad (más de 3.000 metros).
España depende casi completamente del petróleo que importa (sólo produce 2.000 barriles al día). Así, el año pasado importó recursos energéticos por valor de 55.821 millones de euros, un 28% más que el año anterior (y esa suma, 43.843 millones de euros fueron para la compra de petróleo). Ante tan alta dependencia, las alternativas más inmediatas serían el ahorro y la eficiencia energética así como el fondo de las fuentes renovables; pero estas opciones no son, por lo visto, las prioridades del Gobierno, que “parece inclinarse por buscar recursos propios”, sentencia Mariano Marzo, profesor de recursos energéticos de la UB.
La búsqueda de yacimientos en España coincide con la decisión del Ministerio de Industria de congelar las ayudas a las energías renovables a partir del 2013, fecha a partir de la cual desaparecen las primas (remuneración extra en el recibo de la luz) para los nuevos proyectos.
“La Edad de Piedra no se acabó por falta de piedras; y de la misma manera, la era de los hidrocarburos no acabará porque se acabe el gas o el petróleo, sino porque haya otras tecnologías o fuentes renovables limpias que logren ser más competitivas económicamente”, opina José Santamarta, experto en energía, quien vaticina una oleada de prospecciones con el gobierno del PP.
La ebullición de proyectos es lógica, si se tiene en cuenta que España es “un país inexplorado” en materia de petróleo. Se necesitarían cinco sondeos exploratorios por cada 1.000 km2 para calibrar bien la existencia o no de este recurso; pero sólo la zona de Cantabria se acerca a este ratio.
La sed de los hidrocarburos viene de la mano de Repsol, una compañía que ha adquirido una gran experiencia en la explotación de petróleo; cuenta con tecnología propia, tiene en su haber con importantes descubrimientos de petróleo y gas en aguas ultraprofundas de Brasil o EE.UU.
El permiso obtenido en Canarias ha desatado cierta euforia. Repsol sostiene que si se confirman los indicios, “estaríamos ante el mayor descubrimiento de hidrocarburos de la historia de España”. Según la compañía, los posibles yacimientos podrían suponer una reducción del 10% de las importaciones de petróleo; además, se aliviaría la balanza comercial y aumentarían los ingresos fiscales. Pero Mariano Marzo rebaja el suflé: “Sin haber perforado no se puede saber cuánto petróleo o gas puede haber”.
Las expectativas de Repsol se basan en el éxito de una campaña sísmica llevada a cabo entre el 2002 y el 2004, y con la que se pudo detectar unas 14 estructuras susceptibles de contener petróleo o gas. Pero el camino aún es largo: hay que hacer un estudio de impacto ambiental (que le llevará al menos dos años) y luego efectuar un sondeo exploratorio para determinar los recursos.
En España, prácticamente sólo hay explotaciones en el golfo de Vizcaya y frente a Tarragona. Pero las solicitudes menudean. Entre los planes más avanzadas está el de Siroco, frente a las costas de Málaga, con una declaración de impacto ambiental favorable para hacer el sondeo exploratorio; o el Chinook, también frente a las costas entre Málaga, que espera la declaración de impacto favorable. La irlandesa Cairn Energy quiere explorar las costas de Valencia; y en Tarragona, Repsol dispone de otros dos pozos más a la espera conectarlos a la plataforma Casablanca…
Pero la oleada de proyectos ha tropezado con la resistencia de los sectores turísticos en Canarias. Su gobierno se sumó el sábado a las manifestaciones convocadas en Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria contra los proyectos en esta comunidad, al entender que pueden dañar al imagen turística de las islas.
Estas actividades petroleras se tienen que llevar a cabo en aguas profundas (más de 3.000 metros), con lo que a los riesgos propios de aguas someras, se suman “las dificultades tecnológicas de tener que trabajar en zonas de gran profundidad”, dice Sara Pizzinato, que dirige la campaña de Greenpeace. Si hay escapes y se tiene que cerrar válvulas de seguridad, la reparación se debe hacer sin buzos, con robots de control remoto. “Son operaciones íntrinsecamente peligrosas, y suponen enormes riesgos de vertidos y contaminación, como se demostró al hundirse la plataforma de BP en México hace menos de dos años”, agrega. Los grupos conservacionistas temen la contaminación procedente de los lodos de compactación que se usan para lubricar las puntas que perforan las rocas, pues “llevan metales pesados y compuestos aromáticos policíclicos, entre otras sustancias tóxicas”. Otro foco de posible contaminación procede de las viejas plataformas de exploración que se siguen usando.
Esther Fresno, dirigente canaria de la organización Ben Magec-Ecologistas en Acción, dice que las prospecciones de petróleo entran en contradicción con la necesaria apuesta por las energías limpias. “Las optimistas perspectivas de encontrar petróleo sirven a estas multinacionales para hacer subir sus acciones en la bolsa”, dice. Fresno denuncia que la exploración en Canarias es un peligro para los delfines (muy sensibles a los ruidos). Estos animales pueden sufrir daños fisiológicos cuando la intensidad sísmica supera los 180 decibelios, mientras que las campañas de prospección sísmica puedan darse valores de hasta 250 decibelios. Esta entidad agrega que la zona de exploración es un área de afloramiento de nutrientes, clave para la cadena alimentaria animal, por lo que pide la paralización del proceso, dados los precedentes de contaminación que ha acumulado Repsol en Tarragona.
“El sector turístico de Canarias es intensivo en petróleo; lo usa para el transporte marítimo o en avión. Todo esto me recuerda a una manifestación que pide ‘no al petróleo sí a la gasolina’”, replica de ironía el profesor Mariano Marzo.