Dinamarca no quiere depender del petróleo ni del carbón. Tampoco de la incertidumbre y los cambios bruscos del mercado, por lo que quiere producir y abastecerse de energía verde. No es sólo un sueño, tanto el gobierno como los partidos políticos han fijado una fecha.
Líder en la producción de energía eólica y biomasa (material orgánico), Dinamarca acaba de anunciar que a finales de esta década producirá una tercera parte de su energía de fuentes renovables.
El anuncio además va más allá. El gobierno danés fijó el año 2050 como la fecha límite para que todo el país funcione con energía verde.
Lo inusual del anuncio es que tiene todo el apoyo del espectro político del país. Friis, por ejemplo, es portavoz del opositor Partido Liberal de centro derecha y defensor de la producción industrial y los negocios.
Para ella, la decisión de abandonar los combustibles fósiles es una cuestión de buena planificación financiera.
"No importa lo que hagamos, vamos a tener un aumento en el precio de la energía, simplemente porque la gente en India y China quiere tener un coche, quiere viajar", detalla a la BBC.
"Es por eso que queremos ser independientes de los combustibles fósiles, para no ser vulnerables a grandes fluctuaciones en el precio de la energía", comenta.
Dinamarca lo sabe por experiencia. Fue uno de los países que más sufrieron la subida de precios del petróleo en la década de los años setenta. La sociedad danesa asumió que era necesario seguir otro camino.
La energía nuclear nunca fue considerada seriamente, tanto partidos políticos como la sociedad civil siempre se opusieron. Así que, mucho antes que otros países Dinamarca comenzó a desarrollar energías renovables y ahora es uno de los líderes mundiales, especialmente en el campo de la energía eólica.
El reto: almacenar las energías renovables
En la central de energía Avedore, a las afueras de Copenhague, se están generando cerca de mil megavatios de energías renovables, suficientes para abastecer a 250.000 hogares.
Buena parte de esta energía proviene de grandes turbinas eólicas pero la mayoría se genera en dos centrales de biomasa donde se quema paja y otros tipos de residuos industriales.
La planta está a cargo de la empresa eléctrica más grande de Dinamarca, Dong Energy, y como el resto del país, también quiere perfeccionar y ampliar el proceso hasta que casi toda la electricidad provenga de fuentes limpias.
"Es una gran transformación. Creemos que el futuro no se basa en el carbón, pero es difícil. Tienes que crear toda una nueva forma de operar el negocio", explica el vicepresidente ejecutivo Thomas Dalsgaard a la BBC.
El camino no sólo implica construir más turbinas eólicas y centrales de energía, sino superar el principal reto: almacenar toda la energía producida por fuentes renovables para su uso cuando no brille el sol o cuando no sople el viento.
Los ingenieros daneses están examinando diferentes alternativas para almacenar electricidad, lo cual permitiría ampliar el número de coches eléctricos en el país ya que podrían funcionar con baterías recargables. No obstante, los proyectos todavía están en etapa de desarrollo.
Otro desafío es la distribución. Las centrales tradicionales de energía se encuentran cerca de pueblos y ciudades.
Si los parques eólicos se construyen lejos del mar como está previsto, se tendría que construir una amplia red de cables para llevar esa energía a los lugares donde se consume.
"Las grandes inversiones van a ser necesarias y hay que hacerlas ahora. Es una decisión política pero creemos que se puede hacer”, señaló a la BBC Erik Kristofferson, de Energinet, encargada de administrar la red energética danesa.
Las cantidades reales de gas de pizarra siguen siendo desconocidas.
Hasta hace poco Polonia se jactaba de que podría suplir la mayor parte de sus necesidades energéticas con sus reservas, pero ha tenido que rebajar sus estimaciones.
Además el gas de pizarra necesita ser extraído mediante un proceso conocido como fractura hidraúlica (también llamado fracking), que algunos sostienen que provoca graves daños ambientales.
Activistas se oponen a la extracción de gas del esquisto conocida como "fracking" por sus daños ambientales.
La técnica consiste en inyectar un compuesto líquido en el terreno para fragmentar el sustrato rocoso. Según los ambientalistas estos compuestos podrían contaminar los acuíferos.
Para el ministro de Energía de Dinamarca, Martín Lidegaard, la pizarra no ofrece soluciones, no más que otros combustibles fósiles. Su precio, advierte, podría ser igualmente volátil.
El ministro reconoce que no puede calcular el precio de una transición completa a las energías renovables pero afirma que todavía tiene sentido financiero, y no sólo para Dinamarca.
"Estoy 100% seguro de que otros países pueden hacerlo y tendrán que hacerlo simplemente por la evolución de los mercados. Cada uno tendrá que encontrar sus propias soluciones", detalla Lidegaard.
El nuevo compromiso de Dinamarca con las energías renovables aún no se ha debatido en el parlamento del país. No obstante, con el apoyo de casi todos los partidos, sólo falta formalizarse. El reto será traducir ese deseo en una realidad.