La cumbre del clima de Durban, por Antonio Cerrillo

Una corriente de escepticismo sobre la eficacia de las conferencias del clima recorre el planeta cuando por estas fechas la ONU organiza una de estas cumbres. Y la nueva conferencia, que tendrá lugar en Durban (Suráfrica) a partir de mañana, con presencia de 194 países, estará presidida por la misma desconfianza. En las reuniones de Copenhague y Cancún se recogió el voluntarista anhelo de lograr que el incremento de temperaturas del planeta no supere los dos grados centígrados (para evitar los estragos del calentamiento).

La contradicción entre el cada vez mejor conocimiento científico sobre el calentamiento y la falta de avances políticos para combatirlo explican la frustración que generan estos encuentros.

José Santamarta, director de la revista World Watch en español, considera que los bloqueos que imponen Estados Unidos, China o Rusia al nuevo acuerdo mundial contra el cambio climático son tan duros que ya no tiene sentido confiar en la alambicada fórmula del consenso diplomático de la ONU. Él cree que la solución al calentamiento vendrá de la mano de una revolución tecnológica y del modelo energético que esbozan las industrias que han optado por encabezar la carrera de las fuentes renovables y la eficiencia energética (Abengoa, Siemens, General Electric, Schneider Electric, Acciona. Alstom…). "La solución no será el voluntarismo político. ¿Qué más estragos tiene que causa el cambio climático para actuar?", dice.

"¿Qué revolución tecnológica ha sido resultado de una negociación ministerial? Ninguna", dejó escrito el lúcido Hermann Scheer, alma máter de las energías renovables en Alemania poco antes de morir. Al fin y al cabo, por poner un ejemplo, la eliminación de los CFCs, dañinos para la capa de ozono, se produjo cuando la industria vio que con ello ganaba dinero, dice en su libro El imperativo energético (editorial Icaria).

Aida Vila, portavoz de Greenpeace, cree, en cambio, que lo más justo y democrático es un acuerdo en el marco de una conferencia de la ONU; en donde estén representados todos los países (y no sólo los del G-8 o el G-20), incluidos los más vulnerables al cambio climático, que, son los más pobres. "Siempre hemos defendido este proceso en el marco de la ONU", dice.

Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático, confiesa que "observamos con consternación que, pese a los esfuerzos que se hacen, siguen siendo insuficientes. Hay poca ambición. Es tremendamente preocupante la diferencia que hay entre los objetivos para mitigar el calentamiento y las metas de reducción de gases que plantean los países".

En la cumbre de Durban, está en juego la vigencia del protocolo de Kioto, el único pacto internacional contra el calentamiento, aunque sólo implica a 38 países industrializados (que deben reducir un 5% de emisiones de gases invernadero en el 2012 respecto a 1990). La cuenta atrás ha empezado, pues su vigencia expira a finales del año próximo y, mientras tanto, crece el número de deserciones entre los países ricos por la falta de implicación de las potencias emergentes. Así, Japón, Canadá y Rusia han decidido apearse de Kioto en el nuevo periodo de cumplimiento (2012-2020), pese a que ahora sería el momento, según los climatólogos, en que habría que intensificar la reducción de emisiones.

EE.UU, que nunca lo ratificó, muestra una oposición feroz a un posible nuevo pacto mundial, y Obama no ha logrado doblegar las resistencias del Congreso y el Senado, mientras crece el negacionismo climático en la población de su país.

China, que no tiene ahora compromisos vinculantes en Kioto, sólo se aviene a limitar el ritmo de crecimiento de sus emisiones, pero con planes nacionales voluntarios y sin un verdadero control yuna verificación exterior. Su invocación a la soberanía nacional (para rechazar la injerencia externa) exaspera a la UE, que denuncia su falta de transparencia.

Durban pondrá en escena la inmensa soledad de Kioto; aunque no se lo podrá dar por muerto. Reputados opinadores de la prensa mundial lo enterraron antes de tiempo poco antes que entrara en vigor en el 2005; y ha seguido vivito y coleando. Son hijos de este pacto el comercio de derechos de emisión entre industrias, las nuevas políticas de ahorro energético o el empujón tecnológico mundial de las renovables en estos 15 años. En este contexto, a la UE le toca el papel de fiel guardián de Kioto, aunque su apoyo sea insuficiente, pues aporta sólo el 11% de las emisiones mientras que China y EE.UU. suman el 42%. China es el primer país emisor de gases del mundo e India, el tercero.

En este tablero, la UE está dispuesta a prorrogar en solitario su adhesión a Kioto con su nuevo plan de reducción de emisiones del 20% para el 2020 (respecto a 1990). Pero pide, a cambio, que las demás naciones industrializadas apoyen por lo menos un plan para que de Durban salga una hoja de ruta o una transición pactada que permita tener un acuerdo global jurídicamente vinculante a lo más tardar el 2020. "No les pedimos que estén ahora en Kioto, pero al menos que se comprometan a que todos estaremos más adelante, y siempre antes del 2020", dice Teresa Ribera.

"Tenemos que negociar este periodo intermedio y hacerlo ya. El cambio climático requiere una transformación económica y social brutal, y ponerla en marcha requiere tiempo. Por eso, hay que dar ya el pistoletazo a la negociación; si no no, no llegamos a tiempo", agrega Ribera. La UE ve inadmisible que la negociación se posponga hasta el 2015, pues ya se está cerca del pico máximo de emisiones anuales de CO2 .

La UE rechaza firmar la renovación del protocolo de Kioto en la próxima cumbre de Durban (Sudáfrica) si las grandes potencias mundiales, como EE.UU. y China, no presentan una hoja de ruta con compromisos de reducción de CO2, según ha afirmado este miércoles un portavoz de la CE.

"Si hay un compromiso de los responsables del 89% de las emisiones mundiales que diga cuando van a reducir la contaminación, firmaremos, si no, no tiene sentido político ni medioambiental, porque no se reduce ni una sola tonelada de emisión", ha afirmado hoy en Barcelona Isaac Valero, portavoz de la comisaria de Acción por el Clima, Connie Hedegaard.

La renovación del primer período del protocolo de Kioto, que expira en 2012, será uno de los principales temas de la agenda de la cumbre de Durban, una reunión sobre cambio climático esencialmente técnica que se celebrará en la ciudad surafricana del 28 de noviembre al 9 de diciembre.

En un acto celebrado en la representación de la CE en Barcelona, Valero ha explicado que a la UE, que concentra el 11 por ciento de las emisiones globales, no le supone "ningún esfuerzo" renovar Kioto porque está en disposición de superar la reducción establecida en ese mismo protocolo.

Para 2020, la UE se ha marcado una reducción de las emisiones del 20 por ciento en comparación a 1990, un objetivo que sólo está a 3 puntos porcentuales de alcanzar.

Por contra, las potencias más contaminantes, como EE.UU. (18% de las emisiones globales) o China (24%), así como países como Japón, Rusia o Canadá ya han dicho que no firmarán Kioto porque, según Valero, "no están preparados".

Según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), si sólo firmaran el protocolo de Kioto los países del bloque de la UE no se reduciría ni una tonelada las emisiones globales de CO2.

La CE espera avances en la cumbre de Durban no sólo por la urgencia de frenar las emisiones mundiales de CO2, sino también por el beneficio que el sector verde aportará en el mercado de trabajo.

Según el portavoz comunitario, el sector de las energías renovables y de las nuevas tecnologías eficientes ha generado 300.000 puestos de trabajo en la UE en los últimos cinco años y creará 1,5 millones más hasta 2020.

Para Valero, los ajustes para reducir la contaminación representan "una oportunidad de reindustrialización y no una desindustrialización".

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