Mientras Argentina pone en marcha su plan nuclear, Europa abandona paulatinamente su uso. Alemania ya organizó el apagado progresivo de sus diecisiete centrales al 2022. Suiza decidió lo mismo para sus cinco centrales y en el 2034 estarán todas fuera de funcionamiento. Italia recientemente le dijo no a la energía nuclear a través de un plebiscito. Francia, el país con mayor incidencia de la generación nuclear en su matriz eléctrica, está dando señales de querer disminuir su participación.
El accidente de Fukushima mostró una vez más la vulnerabilidad de las centrales nucleares. Cuando en 1986 explotó uno de los reactores en Chernobyl se pensó que esas cosas pasan en países en desarrollo que cuentan con controles y tecnología obsoletos. Cuando hace más de seis meses el tsunami en Japón dejó al descubierto la inseguridad de los reactores, el argumento fue que el diseño de la central no tenía en cuenta olas de 10 metros de altura. La pregunta es ¿cuál será el argumento que justificará el próximo accidente nuclear?
A menudo se escucha que los defensores de la energía nuclear mencionan la ecuación económica, y afirman que se trata de una de las energías de menor costo. El último informe sobre el estado mundial de la industria nuclear (2009) encargado a un grupo de expertos por el Ministerio Federal de Ambiente revela, por ejemplo, que una de las pocas centrales actuales en construcción, Okiluoto-3 en Finlandia, costará alrededor de U$S 4000/kW instalado. Este valor es el doble de lo que sale la energía eólica en la actualidad. Además, estos costos no incluyen los altos gastos de la disposición final de los residuos y el desmantelamiento de la central una vez concluida su vida útil. Se estima que el costo de Atucha II ronda los 5 mil millones de dólares, cifra más que suficiente para instalar parques eólicos por más de tres veces la potencia de Atucha II.
La peligrosidad de los residuos de alta radiactividad inherentes a la actividad nuclear y los riesgos de la minería de uranio no hacen más que agravar la ya complicada ecuación del sector. Para dar una idea, no existe en el mundo hasta el momento un vertedero nuclear. Los residuos deben alojarse junto a los reactores en piscinas refrigeradas que aseguren su estabilidad. Existe un proyecto en Onkalo, Finlandia, que pretende ser un vertedero nuclear por 100.000 años. El documental Into Eternity (2011) relata algunos aspectos de este proyecto y nos muestra lo complicado y controvertido de llevarlo adelante.
El gobierno nacional no sólo termina Atucha II, sino que planea extender la vida útil de la central de Embalse en Córdoba, y tiene planes para construir una cuarta central nuclear. Este plan nuclear omite las instancias de participación, como lo son las audiencias públicas y los estudios de impacto ambiental de las obras. El mensaje que el gobierno nacional da a la ciudadanía es que no importa su opinión y que el impacto ambiental de dichas obras no es importante. Es curioso que el accidente de Fukushima haya pasado inadvertido para nuestra dirigencia.
Por todo lo expuesto anteriormente le digo no a la energía nuclear en Argentina y en todo el mundo. Nuestro país tiene sobradas opciones para reemplazar los proyectos nucleares con energías renovables y limpias. El potencial eólico, solar, hidroeléctrico, geotérmico, biomásico y undimotriz en Argentina es enorme y debe ser prioritario su desarrollo para tener un futuro energético sustentable.
Ernesto Boerio, Ingeniero. Campaña de Clima y Energía Greenpeace Argentina.