En el proyecto están también involucradas China, Corea del Sur, Canadá, Finlandia y Suecia. De todo esto, se ha hablado en una conferencia internacional para el desarrollo de las regiones del noreste de Rusia, celebrada en la ciudad de Yakutsk, en el corazón de Siberia. El moderador del encuentro, Víctor Razbeguin, un alto cargo del Ministerio de Economía, garantizó que el proyecto para conectar Rusia y Alaska “ya está en marcha”. Las obras para unir por ferrocarril los dos países constan de tres fases: una que compete a Rusia y que contempla enlazar Chukotka con la línea del Transiberiano; la segunda, en la que se involucra Estados Unidos, consiste en construir las ramificaciones de vía necesaria en Alaska; y, por último, la tarea de excavar el túnel por debajo del mar en el estrecho de Bering. (Ver vídeo)
Chukotka, situada en el extremo noreste de Rusia, frente a la costa de Alaska, carece de vía férrea y apenas tiene carreteras que la comuniquen con el resto del país. Al ramal de tren que parte hacia el norte desde la localidad de Skoboródino, en el itinerario del Transiberiano (Moscú-Vladivostok), le quedan menos de quinientos kilómetros para llegar a Yakutsk, pero aún tendrán que tenderse después otros 3.000 kilómetros desde Yakutsk hasta Uelen, en Chukotka.
Alaska también necesitará prolongar su vía, por el noroeste, hasta el Cabo Príncipe de Gales (península de Seward) y, por el sureste, hasta la Columbia Británica (Canadá), en total 2.000 kilómetros de línea adicional. El túnel, según Razbeguin, tendrá una longitud total de 103 kilómetros y su punto medio estará situado en las islas Diómedes. Sería así el paso submarino más largo del mundo. El Túnel del Canal, en el Canal de la Mancha, mide la mitad.
El trayecto a través del estrecho de Bering obtendría sin duda el récord de bajas temperaturas. Por eso, está previsto que en un principio lo utilicen exclusivamente trenes de mercancías. El costo previsto de toda la línea desde Yakutsk hasta la Columbia Británica, asegura Razbeguin, se calcula en 60.000 millones de euros, de los que entre 10.000 y 12.000 millones corresponderían a la construcción del túnel.
Harían falta de diez a quince años para su realización y entre trece y quince más para amortizar la inversión. Más adelante, la infraestructura podría acoger también alta velocidad para pasajeros e incluso añadir una pista para automóviles. Desde Londres a Washington, yendo en un tren de alta velocidad por el este, se tardaría menos de una semana.
En 1918, Vladímir Lenin, el padre de la Revolución de Octubre, se propuso que el tren llegase hasta Chukotka y a otras regiones remotas de Rusia con la intención de facilitar el transporte de materias primas. Pero el plan no llegó a completarse, aunque el proyecto no se descartó durante décadas.
La aspiración de tender un túnel desde Chukotka a Alaska resurgió en 1991 con la creación en Washington de una corporación internacional de empresarios denominada Interhemispheric Bering Strait Tunnel and Railroad Group (IBSTRG). Cinco años más tarde, el Gobierno estadounidense asignó diez millones de dólares para la realización de un estudio que determinase la viabilidad del proyecto. Fue entonces cuando surgió la controversia en torno a la rentabilidad económica de tan faraónicos planes y a las posibilidades reales de culminarlos desde el punto de vista técnico. (Ver vídeo)
Los partidarios del túnel sostienen que la distancia entre la costa de Chukotka y la isla rusa de Ratmánov, la más grande de las Diómedes, es de unos 52 kilómetros. Ese sería uno de los dos tramos del túnel, el de más longitud. El de base de San Gotardo, en los Alpes, mide 57 kilómetros y el de Seikan, que enlaza las islas japonesas de Hokkaido y Honshu, 53,9. Hasta la fecha es el más largo del mundo bajo el mar. Su construcción duró veinticinco años.
A través del túnel de Bering pasarían anualmente unos cien millones de toneladas de carga, cantidad suficiente para amortizar los costos en menos de quince años. En el 2007, el ministro de Transportes ruso, Ígor Levitin, ya advirtió que la financiación del proyecto deberá recaer mayoritariamente en manos privadas. Y Yakunin precisó hace unos días que el Estado ruso no puede aportar más del 40 por ciento para el conjunto de las inversiones en el sector ferroviario.
El resto lo pueden aportar millonarios como Román Abramóvich, dueño del equipo de fútbol londinense Chelsea y actual diputado de la asamblea local de Chukotka. Es una de la figuras que el primer ministro ruso, Vladímir Putin, ha logrado implicar. Abramóvich ha comprado la tuneladora más grande del mundo. Ahora se está utilizando en Sochi, en la línea de tren entre el aeropuerto de Adler y Krásnaya Poliana, donde tendrán lugar la mayor parte de las competiciones de la Olimpiada de Invierno del 2014. La máquina se utilizaría después en Chukotka para abrir el túnel de Bering.
Una decisión definitiva sobre si Asia y América quedarán conectadas por tren tal vez se adopte en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico del año que viene. Tendrá lugar en el puerto ruso de Vladivostok.