En la última década (2000- 2010), cada año se ha talado, de media, 13 millones de hectáreas de bosque, sobre todo para campos agrícolas, haciendas ganaderas y explotaciones forestales. Estas cifras representan un notable descenso en relación con los datos de la década anterior (1990- 2000), cuando la destrucción de bosque alcanzaba un ritmo de 16 millones de hectáreas, según la FAO.
Brasil e Indonesia, que registraron las mayores pérdidas de bosques en los años 90, están reduciendo sus talas; sin embargo, estas siguen siendo insostenibles. En paralelo, los programas de plantaciones forestales en muchos países –unidos a la expansión natural de los bosques en algunas zonas– han permitido recuperar nuevos bosques. El resultado es que la pérdida neta de superficie forestal mundial (es decir, el balance de pérdidas e incrementos en superficie forestal) se ha reducido desde los 8,3 millones de hectáreas al año de la década de 1990 a 5,2 millones de hectáreas anuales en la del 2000- 2010. Esto significa una merma anual de 5.200 km2; o dicho de otra manera, la suma de la superficie de Catalunya y la Comunidad Valenciana juntas. "Por primera vez, se ha podido demostrar que la tasa de deforestación ha disminuido en el ámbito mundial. Se ha frenado un 37% la última década", destaca Eduardo Rojas, director general adjunto del departamento forestal de la FAO. En los años 90, la única región que experimentaba ganancias de bosque era Europa, y Norteamérica estaba estable.
Ahora, en cambio, también presentan un balance positivo Asia Oriental (sobre todo, por China), Norteamérica y Oriente Medio/ norte de África y se ha frenado la deforestación en Asia sudoriental. Los países han mejorado sus políticas y legislación forestales y también han asignado bosques para uso de comunidades locales y pueblos indígenas, y para la conservación de la diversidad biológica, dice Rojas. Sin embargo, no hay motivos de euforia: la tasa de deforestación continúa siendo alta en muchos países, y lo que es más grave, en zonas de bosque no alterado por la actividad humana.
El gran problema sigue centrado en Sudamérica y África, en donde se dan las mayores pérdidas netas de bosque, con 3,99 millones de hectáreas y 3,41 millones de hectáreas anuales respectivamente. Brasil ha reducido su deforestación de 2,9 millones de hectáreas a 2,6 millones anuales en la década del 2000, mientras que en los últimos cinco años arroja cifras aún menores.
La ecuación que une la pobreza y deforestación se cumple a rajatabla en África. Cuatro países africanos siguen estando entre los 12 con mayores niveles de destrucción de los bosques (Nigeria, Tanzania, República Democrática de Congo y Camerún), debido también a las explotaciones de madera de calidad, la extracción de leña, la explotación minera y la apertura de infraestructuras. Su dramática situación contrasta con las ganancias netas en Asia, que alcanzan los 2,98 millones de hectáreas anuales recuperadas en China; las 304.000 hectáreas en India y las 207.000 al año en Vietnam, todo ello debido sobre todo a los programas de forestación a gran escala. De hecho, Asia Oriental presenta los datos más optimistas. Tenía un balance forestal negativo en los años noventa, mientras que la situación ha cambiado totalmente. Incluso, ha sobrepasado a Europa en niveles de recuperación del bosque en la época más reciente.
"China ha hecho una apuesta clarísima por la reforestación con una política a largo plazo. Es admirable, porque todo ese trabajo requiere una gran logística", sentencia Eduardo Rojas. Los bosques se han plantado sobre todo en el oeste de China, para que actuaran como frontera y parapeto ante el avance del desierto y para evitar las tormentas de arena. Además, se ha sembrado en el sur, en las zonas altas de los ríos, que suelen generar muchos problemas de inundaciones en la agricultura. "La reforestación en China ha servido para pacificar el campo en relación al mundo urbano, ganar cohesión social, restaurar espacios degradados y mantener la biodiversidad", explica el director forestal de la FAO. China espera cubrir de bosque un 23% de su superficie total en el 2015 si sigue al ritmo actual. Algo parecido, ha ocurrido en India, "lo cual tiene enorme mérito, pues se ha ganado bosque pese a que la población sigue descontrolada"; y también tienen ganancias Vietnam, Filipinas y Bután.
La tendencia general demuestra que los países que emergen económicamente frenan su deforestación. Al haber más recursos, la presión sobre este recurso se reduce; la agricultura se intensifica y se abren paso las políticas forestales. En cambio, el retroceso sigue siendo grave en países pobres, como en Pakistán, Sri Lanka, Nepal o Bangladesh.
Hay ejemplos que demuestran que el esquema tradicional que relaciona de forma inexorable la deforestación con los países tropicales y pobres no siempre es verdad. En los últimos años, se ha roto algo este tópico. No puede decirse que Argentina sea un país pobre; sin embargo, su deforestación resulta preocupante. Es el noveno país que pierde más bosque: 246.000 hectáreas anuales, 2.460 km2 –más que la provincia de Vizcaya–, en gran parte debido a los cultivos de soja y otras plantaciones destinadas a la exportación. Niveles muy significativos de destrucción se dan también en países que han optado por la explotación forestal (Uruguay y Paraguay), o en Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela. "En zonas de América, a diferencia de Europea o Asia, la destrucción del bosque surge también porque el territorio se ve como algo ilimitado. Cuesta entender que la tierra es finita", dice Rojas. El resultado es una gestión insostenible pensada a corto plazo.
En Centroamérica, predomina una tendencia a la pérdida de bosque, con la excepción de Costa Rica, país que ha organizado la retribución del pago por los servicios ambientales. Cuba muestra un balance positivo, atribuible al abandono de los campos, mientras que Turquía y países del norte de África también mejoran.
España ha duplicado su masa forestal
Aunque cada verano los incendios arrasan centenares de hectáreas de bosques, España es el país europeo que más ha aumentado la superficie forestal en los últimos cinco años; y, además, es el cuarto país del mundo que más ganancia de masas boscosas ha registrado en la última década, según los datos comparativos ofrecidos por la FAO. Sólo China, Estados Unidos e India muestran mejores resultados en este ámbito.
España ha crecido a un ritmo de 176.000 hectáreas anuales, lo que no sólo no se ha debido a las repoblaciones históricas, sino sobre todo a una expansión espontánea de los bosques y a un avance a costa de campos agrícolas abandonados.
Este fuerte ritmo de crecimiento le ha permitido ganar 4,3 millones de hectáreas en los últimos veinte años, con lo que el inventario forestal nacional ha pasado de 14 millones a 18 millones de hectáreas: 180.000 km2; esto es, un 36% del territorio nacional, un porcentaje situado en la media europea.
Las estimaciones de Eduardo Rojas, director adjunto de la FAO, son que en España la superficie de bosque se ha debido duplicar en los últimos cien años. Las cifras contables medibles hacia 1970 arrojan que en España había unos 12 millones de hectáreas con áreas forestales, lo que indica que desde entonces, en estos cuarenta años, el bosque ha ganado un 50% de superficie. Además, se estima que entre 1940 y 1970, las repoblaciones permitieron ganar unos 2,5 millones de hectáreas, lo cual demuestra que esa expansión aún ha sido menor.
Situaciones parecidas se han dado en otros países europeos, como Portugal, Francia, Italia o el Reino Unido, donde el bosque había recuperado históri-camente mucho espacio. Desde este punto de vista, la enorme incidencia que tienen cada año los incendios forestales es la demostración de esta expansión del bosque, muchas veces desordenada y sin una gestión económica que lo haga rentable.
El logro de un sistema de financiación que garantice el cuidado de los bosques continúa siendo la gran asignatura pendiente en muchos países, incluido España. Sin recursos económicos para su conservación (limpieza de matorrales, adecuación de caminos, podas adecuadas…), los bosques (generalmente en manos privadas) están condenados a sufrir periódicos incendios, como síntoma de su abandono.
En este sentido, Costa Rica aparece como un país modélico. Cada año gana 23.000 nuevas hectáreas de bosque, que conserva además gracias a las inversiones que garantiza la ley de biodiversidad. Esta normativa permite obtener cada año un flujo de unos 14 millones de dólares anuales destinados al manejo duradero de los bosques. El país dispone de un fondo de financiación forestal que se nutre, entre otras fuentes, de un gravamen por la entrada en los parques naturales y un impuesto en la gasolina. Todo ello ha convertido Costa Rica en un país de referencia para la protección de esas zonas boscosas.
"El caso de Costa Rica demuestra la eficacia que supone disponer de un fondo financiero permanente para proteger los bosques. Es la manera de tener los bosques en condiciones adecuadas, pues es básico mantener la protección de los suelos y compensar también la biodiversidad a los propietarios", dice Rojas.
Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.