La Junta de Castilla y León estimó el recurso de la SEO contra la autorización de un parque eólico, dado que no había tenido en cuenta la presencia de "urogallos" en dicha zona de "alto valor ambiental". La mortalidad de aves por los aerogeneradores es de 0,269 fallecimientos por GWh; por las centrales eléctricas de combustibles fósiles, de 5,18 muertes por GWh y por centrales nucleares de 0,416 por GWh. La energía eólica tiene unos enormes beneficios ambientales, al no emitor CO2 ni ningún otro contaminante, ni consumir agua, ni ocupar mucho espacio ni generar residuos radiactivos, ni sufrir accidentes como Chernóbil o Fukushima. Lo entienden en Alemania, pero aquí no. A ver si Greenpeace se moja y para los pies al conservacionismo amarillo, pronuclear, filoCO2 y contaminante.
La mortalidad de un parque eólico sobre las aves es muy pequeña, y ha sido muy exagerada. Los gatos, los atropellos en las carreteras, la caza, las líneas eléctricas y los vidrios transparentes causan una mortalidad infinitamente mayor que la energía eólica, pero esos supuestos "conservacionistas" no le dedican ni un minuto de su pensamiento.
Un nuevo estudio pone al descubierto las falsedades de la campaña contra la energía eólica lanzada por esa alianza de la ultraderecha conservadora y presuntos "ecologistas", y pone en perspectiva el grado de mortalidad para las aves y los murciélagos que los parques eólicos y sus aerogeneradores representan. Compara esos datos con los de la mortalidad asociada a las centrales que funcionan con combustibles fósiles y a las nucleares, y la compara con la mortalidad real de un parque eólico.
El estudio está redactado por Benjamin K. Sovacool, y lleva por nombre “Contextualizing Avian Mortality: A Preliminary Appraisal of Bird and Bat Fatalities from Wind, Fossil-Fuel, and Nuclear Electricity”.
Los estudios que acostumbran a salir al respecto, muchas veces con el objetivo de atacar a la eólica y a las energías renovables por donde más duele a los ecologistas, la defensa de los animales, acostumbran a ser parciales e incompletos, o falsos. Especialmente, porque ninguno hasta ahora ha tratado de calcular el número de muertes de aves por kWh a partir de las diferentes fuentes de energía, de manera que se puedan hacer comparaciones reales y poner todo en su debido contexto.
Pues bien, el informe del que hablamos sí hace tal comparación entre parques eólicos, combustibles fósiles, plantas de energía de combustible (carbón, gas natural, petróleo y generadores), y centrales nucleares. Sí, es cierto que el mayor peligro de los aerogeneradores son los eventuales impactos de sus palas con las aves. Pero veamos ahora qué hay que decir respecto al resto de centrales.
Por ejemplo, en las centrales nucleares el riesgo mayor para las aves es la contaminación de las minas de uranio, así como las colisiones con las estructuras de refrigeración. En cuanto a las centrales que queman combustibles fósiles, las aves pueden morir de hambre en los bosques devastados por la lluvia ácida, por la ingestión de dosis mortales y peligrosas de mercurio e, indirectamente, por el mismo cambio climático que el CO2 liberado por esas centrales provoca. Así, se ven afectadas las rutas migratorias y se degradan sus hábitats.
Pero en León les preocupa el efecto sobre el urogallo de algún parque eólico, en lugares donde no hay ninguno, ponen querellas, a veces con algún éxito, y no dicen nada de una central térmica en la misma provincia que emite diez millones de toneladas de CO2. Así son ellos.
Durante años se ha exagerado o distorsionado el impacto de los parques eólicos sobre las aves. El dato real: 7.000 aves en EE UU, frente a 1.500 millones de aves muertas por otras causas antropogénicas. Para poder descubrir las causas de muerte de las aves, los científicos del Smithsonian Conservation Biology Institute y de la Universidad Towson, en Maryland, EE UU, colocaron pequeños radiotrasmisores en las aves antes de abandonar el nido y así pudieron seguir su trayecto una vez que emprendían vuelo. "Pero lo que sí nos sorprendió mucho fue que el mayor depredador de pájaros resultó ser el gato doméstico"
Peter Marra, Conservacionista, del Instituto Smithsonian, señala que "no fue sorprendente en el sentido de que sabíamos que en esa etapa las pequeñas aves son muy vulnerables, no son hábiles a la hora de huir de sus depredadores, y no siquiera pueden del todo bien seguir a sus padres". "Pero lo que sí nos sorprendió mucho fue que el mayor depredador de pájaros resultó ser el gato doméstico", agrega el científico.
Del total de aves en el experimento, la depredación fue la causa de mortalidad del 80% de ellas. Y más de la mitad de esos depredadores fueron gatos. Y a pesar de que se trata de una investigación a pequeña escala, los científicos aseguran que esto es sólo una prueba científica de un fenómeno conocido: los gatos domésticos son una especie invasiva y son responsables de la depredación de pequeños reptiles, aves y mamíferos.
El impacto de los gatos en la población de aves es inmenso, según determinaron los conservacionistas. Por ejemplo, son responsables de la extinción de 33 especies de pájaros que habitaban en islas. El estudio determinó que en áreas de la ciudad estadounidense de Washington, donde se realizó el experimento y donde viven más cantidad de gatos, las poblaciones de aves jóvenes son menores y tienden a disminuir.
Según datos estimados de la Agencia de Conservación de Aves de Estados Unidos, cada año mueren 500 millones de pájaros como resultado de ataques, la mitad por gatos domésticos y la otra mitad por felinos salvajes.
"Los gatos no son la única amenaza en la supervivencia de las aves, también lo son el cambio climático (la eólica contribuye a evitarlo) y la pérdida de su hábitat. Pero el hombre puede tratar de reducir el impacto de los felinos si no deja a los gatos salir de casa", comenta el científico.
Según datos de la Agencia de Conservación de Aves en Estados Unidos, no más 444.000 aves mueren al año como consecuencia de su impacto con los aerogeneradores (otras fuentes reducen estas cifras a unas 7.000 aves), pero se espera que esa cifra aumente a un millón en el año 2030 (unas 500 veces menos que la mortalidad causada sólo por los gatos), a medida de que aumente el número de parques eólicos para satisfacer la creciente demanda energética.
Primero los datos y las fuentes fiables.
Mortalidad de aves en Estados Unidos por diversas causas
-Ventanas: 976 millones de aves.
-Gatos: 110 millones de aves.
-Plaguicidas: 72 millones.
-Colisiones con torres de comunicación: 4 a 50 millones de aves.
-Caza: más de 100 millones de aves.
-Líneas eléctricas de alta tensión: 175 millones de aves.
-Atropellos: de 50 a 100 millones de aves.
-Centrales termoeléctricas de carbón y gas natural: 14,5 millones de aves.
-Centrales nucleares: 327.000 aves.
-Parques eólicos: 7.000 aves, menos del 0,0005% de las muertes de aves por causas antropogénicas.
Ya va siendo hora de responder con datos, informes y estudios rigurosos y fiables a campañas que sólo favorecen la emisión de CO2 por las centrales térmicas o la generación de residuos radiactivos por las centrales nucleares, al impedir la alternativa más clara, sostenible y barata que existe: la energía eólica.
Cuando se aborda el impacto ambiental de una fuente de energía ha de estudiarse el ciclo completo y analizar todas las repercusiones. Entre todas las fuentes energéticas, la eólica, junto con la solar directa (termosolar y solar termoeléctrica), es la menos dañina para el medio ambiente y la más beneficiosa en términos sociales y económicos, pues genera empleo, innovación tecnológica y reduce el déficit comercial.
Los impactos sobre el paisaje y la avifauna son pequeños, o ínfimos. Mueren cientos de veces más aves estrelladas contra las ventanas que en los parques eólicos, que ocasionan una mortalidad ínfima: un ave cada diez años por aerogenerador de última generación. ¿Por qué esos "conservacionistas" no hacen nada contra las ventanas?
Si quieren proteger las aves, que pidan la eliminación de la caza, la desaparición de las ventanas de vidrio transparentes, el cierre de las carreteras (los atropellos ocasionan cientos de veces más muertes que los aerogeneradores) pero que dejen en paz a los parques eólicos.
En cuanto al paisaje, es cuestión de percepciones. Para muchos es una visión de sostenibilidad, modernidad, empleo y paz, porque en todos los lugares hay viento y nadie muere por los recursos eólicos, a diferencia del petróleo, y todas las guerras que directa o indirectamente ha provocado, y no sirven para hacer bombas nucleares (seguro que ellos prefieren Chernóbil, el Irán nuclear o Corea del Norte).
Los grupos conservacionistas, que con tan buena voluntad y tanta ignorancia critican el desarrollo de la eólica, harían bien en destinar sus esfuerzos a otros enemigos infinitamente más dañinos para el medio ambiente. Para ciertas asociaciones y algunas publicaciones parece que el enemigo a batir es la energía eólica, lo que es lamentable, dados sus beneficios ambientales, en término de emisiones evitadas de CO2, SO2 y NOx, o de generación de residuos radiactivos durante miles de años.
La colisión de algún ave contra un aerogenerador, no es nada comparada con los afectos de las lluvias ácidas y el cambio climático en la avifauna, por no hablar de otras especies y los propios seres humanos, efectos que la eólica ayuda a mitigar. La mortandad mayor en algunos lugares se debió a que a veces los parques están situados junto a vertederos o comederos de buitres. Las aves se acostumbran rápidamente a los aerogeneradores, y hasta las aves migratorias desvían su trayectoria.
En cuanto al paisaje, depende de gustos, igual que con los molinos de La Mancha o de Holanda. Afortunadamente Greenpeace y los grupos realmente ecologistas, junto a los sindicatos CC.OO y UGT, defienden el desarrollo de la eólica, minimizando, por supuesto, sus pequeños impactos ambientales.
Pero es que además la eólica se está desarrollando con un respeto para el medio ambiente que nunca se ha dado con ninguna fuente de energía. En Navarra, de los 72 emplazamientos posibles considerados inicialmente, se desecharon 50 por razones medioambientales, de forma que la propuesta inicial sólo contempló la implantación de 18 parques, quedando 4 en reserva, y lo mismo sucede en Cantabria.
En los parques eólicos se utilizan al máximo los accesos y las infraestructuras existentes, se evitan afecciones a la vegetación, se restaura la vegetación y se cierran los caminos de acceso a vehículos de motor, entre otras muchas actuaciones. La eólica apenas ocupa suelo (la ocupación real es de sólo el 1 por ciento de la superficie de los parques eólicos), es compatible con otros usos y es una instalación reversible, que tras su clausura devuelve al terreno su apariencia original.
Donde la demagogia llega a límites increíbles es en Cádiz. La eólica marina ni va a afectar a la pesca, ni al turismo, al contrario. Las plataformas eólicas son un auténtico refugio para los alevines y aumentan los recursos pesqueros. Y en cuanto al turismo, en primer lugar los parques no se ven, porque están a unos diez kilómetros de la costa, y en segundo lugar la experiencia real prueba que son una poderosa atracción turística.
Como recuerda la EGEA, instalar 100.000 MW en Europa ocuparía sólo un área de 8.000 Km, y el 99 por ciento de esta superficie seguiría disponible para pastos o la agricultura. Los 20.000 MW propuestos sólo ocuparían realmente 160 Km, menos del 6 por ciento del área ocupada hoy de forma irreversible por los embalses (unos 3.000 kilómetros cuadrados sólo en España).
La reducción del impacto ambiental del sector energético se logra de varias maneras. En primer lugar reduciendo el despilfarro y el consumismo, adoptando un modelo menos intensivo en energía. En segundo lugar aumentando la eficiencia y el ahorro energético. En tercero abandonando y clausurando las centrales nucleares al final de su vida útil, sin lugar a dudas la peor de todas las fuentes energéticas. En cuarto limitando, en este orden, la aportación del carbón, el petróleo y el gas natural, causa del cambio climático. En quinto, frenando la construcción de grandes embalses para producir electricidad, y los proyectos de monocultivos energéticos, que pueden tener graves repercusiones en la diversidad biológica, clausurando las plantas de incineración de residuos. Y en sexto, desarrollando la eólica, la geotérmica y todos los usos directos de la energía solar, como la fotovoltaica, la termosolar y la solar térmica, con el debido cuidado ambiental. La eólica es parte de la solución, no del problema.
Actualmente la capacidad instalada en el mundo supera los 200.000 MW, equivalente a unas 70 grandes centrales nucleares (para sustituir un megavatio nuclear hacen falta tres MW eólicos, dado que las nucleares funcionan más de 7.000 horas anuales y los aerogeneradores no suelen superar el 30% de disponibilidad).
En 2001 ya es competitiva la producción de electricidad con aerogeneradores eólicos de tamaño medio (de 1,5 a 5 MW) y en lugares donde la velocidad media del viento supera los 6 metros por segundo. Se espera que dentro de unos pocos años también la eólica marina llegue a ser rentable.
Los costes de la eólica, incluso sin considerar los ambientales, son ya casi competitivos con los de las energías convencionales. El potencial global de la energía eólica en el mundo es cuarenta veces superior al actual consumo eléctrico, incluso excluyendo todas las áreas con valor ambiental y en España en teoría se podría producir toda la electricidad con eólica, y abastecer a un futuro parque de vehículos eléctricos.
Los antieólicos sólo hacen el juego a la energía nuclear e impiden frenar el cambio climático, contribuyendo así a la pérdida de biodiversidad. Pero ante tanta tontería y tanta irresponsabilidad, va siendo hora de decir basta.
Jacobson ha realizado la primera evaluación científica cuantitativa de las principales soluciones energéticas que se han abordado o propuesto en los últimos años. No sólo ha evaluado su potencial para suministrar energía destinada a la generación de electricidad y para los vehículos eléctricos, sino también sus impactos en el calentamiento global, la salud humana, la seguridad energética, el suministro de agua, los requisitos de espacio, la fauna, la contaminación del agua, la fiabilidad y la sostenibilidad.
Sus resultados indican que las opciones a las que se les está dedicando más atención son entre 25 y 1.000 veces más contaminantes que las mejores alternativas disponibles.
"Las alternativas energéticas que son buenas no son aquellas sobre las que más se ha estado hablando. Y algunas de las que han sido propuestas son francamente espantosas", asevera Jacobson. "Los biocombustibles basados en el etanol causarán en realidad más daños a la salud humana, a la fauna, al suministro de agua y al uso de la tierra, que los combustibles fósiles actuales". El etanol también puede emitir más sustancias contaminantes de efecto invernadero que los combustibles fósiles, según los más recientes estudios científicos.
Las fuentes de energía que Jacobson encontró como las más prometedoras y con menor impacto ambiental son, por orden, la eólica, la solar termoeléctrica, la geotérmica, las mareas, las células fotovoltaicas, las olas y las centrales hidroeléctricas. En sus recomendaciones, Jacobson se pronuncia contra la energía nuclear, el carbón en cualquier forma, el etanol producido del maíz y el producido de la celulosa a partir de los pastos de las praderas. De hecho, encontró que el etanol de celulosa era peor que el etanol de maíz porque produce más contaminación atmosférica, necesita más tierras para producirlo y causa más daño a la fauna.
Fuentes:
1. “Contextualizing Avian Mortality: A Preliminary Appraisal of Bird and Bat Fatalities from Wind, Fossil-Fuel, and Nuclear Electricity,” Energy Policy 37(6) (June, 2009), pp. 2241-2248.
2. US Government Accountability Office, Wind power: impacts on wildlife and government responsibilities for regulating development and protecting wildlife (Washington, DC: US GAO, September, 2005, GAO-05-906).
3. Veltri, Carl J., Klem, Daniel, 2005. Comparison of fatal bird injuries from collisions with towers and windows. Journal of Field Ornithology 76 (2), 127–133.
4. Winegrad, G., 2004. Wind turbines and birds. In: Susan Schwartz (Ed.), Proceedings of the Wind Energy and Birds/Bats Workshop: Understanding and Resolving Bird and Bat Impacts (Washington, DC: Resolve, September, 2004), pp. 22–28.
5. National Academy of Sciences. 2007. Environmental impacts of wind-energy projects (Washington, DC: National Research Council).
www.stanford.edu/group/efmh/jacobson/EnergyEnvRev1008.pdf
www.stanford.edu/group/efmh/jacobson/
Por José Santamarta, Director de World Watch