Debido al grave accidente nuclear de Fukushima se están liberando al medio ambiente nubes compuestas de gases radiactivos que se están generando en el interior de los reactores nucleares dañados y en las piscinas de almacenamiento combustible sin refrigeración. Esto está causando una contaminación por radiactividad en la que se liberan, entre otros, átomos de yodo-129 y cesio-137 (radioisótopos).
Una vez que estas partículas se liberan y llegan al medio ambiente provocan la contaminación radiactiva de la tierra, el agua y el aire, y afectan a los cultivos y las plantas, los animales y las personas.
En los seres humanos el yodo radiactivo puede formar tumores, siendo el cáncer de tiroides su principal riesgo asociado. Éste afecta especialmente a los niños por encontrarse en pleno desarrollo.
El cesio radiactivo puede producir náuseas, vómitos, diarreas, hemorragias e incluso la muerte, dependiendo del tiempo de exposición a sus radiaciones ionizantes.
Es por ello que las autoridades japonesas están pidiendo a sus ciudadanos que eviten salir a la calle, que aislen puertas y ventanas y que se cambien la ropa y se duchen a conciencia cuando entran en casa.
La contaminación por radiación es posiblemente una de las mayores amenazas a la salud pública que puede provocar una industria. ¿Durante cuánto tiempo vamos a seguir jugando con la energía nuclear, incontrolable e insegura, cuando el uso de las energías renovables es, desde hace mucho tiempo, una realidad técnica, económica y socialmente responsable?
Después de la explosión del reactor 2 y el incendio en la unidad 4 de la central nuclear de Fukushima I/Daiichi en la madrugada de ayer, hora española, la situación se ha agravado mucho con grandes liberaciones de material radiactivo que han llegado a zonas habitadas de Japón que se encuentran a cientos de kilómetros de la central. Estas liberaciones radiactivas han superado a las que ya se venían produciendo, en menor cantidad, al menos desde el sábado.
Es importante recordar que cualquier dosis de radiación, por pequeña que sea, puede causar potencialmente un efecto perjudicial en la salud. Las dosis que se están midiendo en algunas zonas de Japón son muy elevadas y dependiendo del tiempo de exposición, las consecuencias para la salud podrían ser muy graves.
Esta madrugada, hora española, la situación ha empeorado y se ha declarado un nuevo incendio en la unidad 4 causado, posiblemente, por la deficiente refrigeración del combustible nuclear gastado que se almacena sumergido en piscinas. Se ha informado que las piscinas de la unidad 5 y 6 también tienen problemas de refrigeración. Los reactores nucleares de las unidades 4, 5 y 6 se encontraban apagados y fríos antes de que sucediese el terremoto, por ello todo hace indicar que el incendio ha sido originado por el combustible gastado, el cuál es altamente radiactivo, propiedad, ésta, que mantiene durante cientos de miles de años.
Se ha confirmado que la vasija del reactor de la unidad 2 está dañada. Esto podría dificultar la refrigeración y producir la liberación de vapor radiactivo de forma descontrolada. Mientras, las unidades 1 y 3 siguen refrigerándose con una mezcla de agua del mar y ácido bórico.
Los 50 trabajadores que han quedado en Daiichi (750 han sido evacuados) están sufriendo altas dosis de radiación durante los trabajos. Esta madrugada han tenido que ser evacuados por niveles de radiación extremadamente altos y luego han podido volver para continuar el trabajo de refrigeración, una vez que los niveles han descendido.
Las dosis de radiación que se han medido esta madrugada cerca de la unidad 4 han alcanzado en algunos momentos los 400 y 1000 milisieverts/hora (mSv/h). Esto son niveles miles de veces superiores a la dosis máxima legal que puede recibir una persona que es de 1mS/año para el público general y de 20mS/año para los trabajadores de las centrales nucleares. Esto está así establecido, también para el público, porque todas las centrales nucleares liberan radiación en forma de gases y líquidos que vierten al medio ambiente durante su funcionamiento normal.
Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.