Éxito, porque hacía casi tres meses que ninguna entidad española conseguía financiación en los mercados internacionales, pero pagando un alto precio: un diferencial de 2,25 puntos sobre el índice de referencia.
Los expertos han destacado que gran parte del sobreprecio pagado por el BBVA se debe a que es una entidad española. La prueba es que otras entidades, como la holandesa ING o la francesa BNP Paribas, realizaron emisiones en mejores condiciones pese a no ser bancos más solventes que el español. Así pues, el BBVA ha captado dinero cuatro veces más caro que sus rivales. “Por esto –decía El País-, González (presidente del BBVA) y Botín (presidente del Santander) han lanzado el mensaje a los mercados de que la mayoría de su negocio no está en España, por lo que casi se podría decir que “no son españoles”.
No sólo el BBVA y el Santander, sino numerosas grandes empresas que otrora llevaban a gala su condición de españolas tratan ahora de ocultar sus orígenes en un contexto internacional de generalizada desconfianza hacia España y todo lo ‘made in Spain’.
En la primera mitad del pasado año, cuando aún esta percepción no era tan negativa, el Reputation Institute analizó la reputación de España y de otros 39 países entre los ciudadanos de los países más desarrollados (G-8) así como de otros países de Asia y Latinoamérica. Según la conclusión de su estudio, el problema principal de la marca España es la falta de confianza en la propia coyuntura.
A pesar del tiempo transcurrido desde el advenimiento de la Democracia, la imagen de nuestro país parece de nuevo anclada en los estereotipos y prejuicios de antaño, cuando se nos consideraba una nación perfecta para pasárselo bien, pero poco adecuada para trabajar. España se sitúa hoy en el puesto tercero en ocio y entretenimiento, pero en prestigio tecnológico desciende al vigésimo; en calidad de productos y servicios, al décimo octavo; en marcas y empresas reconocidas, al décimo séptimo, y en entorno político, económico e institucional, al décimo sexto.
España se deprecia ante el mundo a pasos acelerados y frente a esta realidad, ¿de qué liderazgos puede presumir para devolverle el prestigio a su marca? Campeonato del Mundo de Fútbol –con el famoso gol de Iniesta- y éxitos de nuestros deportistas (Nadal, Gasol, Lorenzo, Alonso, Contador…) aparte, España sólo puede alardear ante el resto del planeta de ser líder mundial en energía termosolar, de sus kilómetros en alta velocidad ferroviaria (sólo nos supera China), de la proverbial calidad de sus productos agroalimentarios y de la revolución gastronómica abanderada por Ferrán Adriá con sus deconstrucciones y la aplicación del nitrógeno líquido en la cocina.
España es la superpotencia mundial termosolar, pues tiene más centrales operativas, en construcción y planificadas que el resto del mundo conjuntamente. Así pues, el sector termosolar no sólo representa la energía del futuro y la vanguardia tecnológica en este campo, sino que contribuye al sostenimiento de algo tan intangible pero a la vez tan importante para la percepción de nuestra imagen internacional y de la marca España. No en vano, cuando Obama elogió a España no citó los toros, el flamenco, el vino, y ni siquiera el fútbol: sólo los trenes de la alta velocidad y nuestra capacidad para aprovechar la energía del sol.
Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.