El gobierno francés calificó el jueves de "guerra económica" este caso de espionaje en el proyecto clave de fabricación de vehículos eléctricos. Renault suspendió el lunes a tres ejecutivos sospechosos de haber difundido informaciones confidenciales.
Renault ha visto cómo toda su estrategia saltaba por los aires después de desvelarse un caso de espionaje industrial dentro de la empresa que ha obligado a despedir temporalmente a tres altos directivos sospechosos de difundir en el exterior datos sensibles.
Las identidades y posiciones de esos espías no ha sido revelada, aunque algunas fuentes apuntan que uno de ellos forma parte del comité de dirección. La propia empresa admitía ayer que sus activos estratégicos están amenazados por ese caso, un asunto que el propio Gobierno galo no duda en asimilar a una guerra económica.
El Gobierno de Sarkozy, titular del 15% de la compañía, ya se ha puesto en contacto con los directivos de la marca para conocer el alcance de ese caso de espionaje, que puede tener relación con el desarrollo de vehículos eléctricos. Renault y su aliado japonés Nissan ya han invertido 4.000 millones de euros en el desarrollo del vehículo eléctrico.
Renault prevé comercializar a mediados de este año dos modelos en versión eléctrica, el vehículo eléctrico de tipo familiar Fluence y el utilitario Kangoo Express. La gama eléctrica es el programa estrella del constructor, y contará con otros dos modelos: el pequeño Twizy y el Zoe, cuya comercialización se prevé a partir de mediados de año.
Los tres directivos dirigían programas relativos a los vehículos eléctricos de Renault. Tras la revelación de este caso, el Elíseo ya ha reclamado que se refuercen las obligaciones en materia de secreto industrial para las empresas que se benefician de fondos públicos.
En una declaración de la dirección, Renault considera "muy graves" los hechos de espionaje de los que ha sido objeto y señala que afectan a personas que están en posiciones particularmente estratégicas dentro del grupo. Con la presentación de la denuncia se pretende proteger esos activos, agrega.
Según diversos medios, el espionaje afectó esencialmente a los proyectos de Renault en el desarrollo de un coche eléctrico, en el que la marca francesa ha invertido 4.000 millones de euros junto con su socio japonés Nissan y ha movilizado a 1.700 ingenieros. El proyecto ha generado ya 56 patentes y el grupo espera registrar otras 34.
El número dos del grupo, Patrick Pélata, indicó el pasado martes que Renault tenía la ambición de convertirse en líder mundial de vehículos eléctricos. Aunque la empresa no ha confirmado la identidad de los tres implicados en el caso de espionaje, la prensa ha desvelado que uno de ellos forma parte del comité de dirección del grupo, que está encabezado por su presidente, Carlos Ghosn, y otro trabaja en el programa de vehículos eléctricos.
La historia reciente de la industria del automóvil está plagada de casos de espionaje. Los frecuentes fichajes de altos ejecutivos entre compañías del sector alientan las sospechas de intercambio de información confidencial.
De sobra conocido es el caso del español López de Arriortúa, ‘Superlópez’. Un juzgado de Detroit acusó a Ignacio López de Arriortúa de mantener negociaciones secretas con ejecutivos de Volkswagen en 1992 para la sustracción de material confidencial de General Motors/Opel. El ejecutivo, que introdujo revolucionarios métodos de reducción de costes en las plantas de automoción, llegó a Detroit para ocupar la vicepresidencia mundial de compras de General Motors. En 1993 fichó por el grupo alemán Volkswagen y un mes después saltó el escándalo de la sustracción de información confidencial en General Motors.
En 2003 Hyundai fichó a Bruce Shibuya que desde hacía 18 años trabajaba como ingeniero en Toyota, para dirigir su división de control de calidad. El directivo fue denunciado por llevarse consigo documentos confidenciales de Toyota. Hace dos años cuando Renault preveía presentar en exclusiva una nueva versión del modelo Megane, aparecieron antes en internet varias fotografías del coche.
Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.