La crisis y las energías renovables en EE UU

En Estados Unidos hay una leyenda llamada Johnny Appleseed (Juanito Semilla de Manzana), basada en un personaje real, John Chapman, un conservacionista del siglo XVI.

La fábula resume así: Los árboles de manzanas dan manzanas, año tras año, pero si un día se cortan sus ramas para hacer leña y calentarse y con sus troncos se hace una mesa y unas sillas, se tendrá abrigo y asiento pero no manzanas.

En un esfuerzo para evitar que se sigan cortando los árboles de manzanas, en otras palabras alterando el clima del planeta y salir de la adicción al crudo, allá por el verano del 2008, las industrias de energías solar y eólica vivían sus mejores momentos. En ese año, el barril del petróleo llegó a valer 147 dólares

En 2009 cambió esa historia: el país entró en una severa crisis económica de la que no ha salido; los bancos suspendieron los créditos para todo proyecto, incluidos los de energías amigables con el ambiente. Los consumidores entraron en agresivos recortes de sus gastos.

En este escenario de incertidumbres, los vientos cambiaron de dirección y las inversiones en energías renovables, una tendencia para contrarrestar los efectos del cambio climático, empezaron a desplomarse.

Una ola de desempleo en este tipo de industrias se experimenta desde hace dos años en el país. Ese patrón no ha cambiado y la instalación de plantas solares y eólicas se ha reducido entre el 30 y 50%.

En 2007, el ex vicepresidente Al Gore desafió al establecimiento político de Washington a que genere el ciento por ciento de la electricidad con energías renovables y más limpias en 10 años. "Si ponemos los puntos sobre las íes descubriremos que las soluciones a la crisis climática son las mismas que necesitamos para levantar la economía y escapar de la trampa de los altos precios del petróleo", enfatizó.

De ese y otros clamores se hizo eco el presidente Barack Obama cuando ofreció en campaña, hace dos años, llevar al país hacia el desarrollo de energías limpias. Pero, la desaceleración económica está dejando que a su oferta se la lleve el viento.

Las cifras de este mes de la Asociación Americana de Energía Eólica dicen más que las palabras: la industria vive el período más bajo desde el 2007. Este año, Estados Unidos instalará la mitad de plantas de generación eólica de lo que prevé Europa y solo un tercio de las planeadas por China.

Eso significa inversiones por cerca de 35 mil millones de dólares, cifras que Estados Unidos no puede alcanzar por la falta de una política sobre energías renovables. También, la presión de las corporaciones petroleras y de carbón para mantener el "status quo" y el escepticismo de que estas nuevas alternativas ayudarán a sacar al país de la crisis.

El Congreso no pasa la ley de energía, entre otras razones para no lastimar el estilo de vida estadounidense.

Si Walter Berglund no fuese el personaje de ficción de la novela Freedom (la nueva "gran novela estadounidense" escrita por Jonathan Frazen) daría a sus palabras más vida de la que tienen en el papel. "El sistema es perfecto, mientras tengan sus televisores plasma y la electricidad para que funcionen, no necesitan pensar en las horribles consecuencias (cambio climático y lluvia ácida). Aún pueden mirar el reality show "Sobrevivientes en Indonesia", aunque desaparezca Indonesia".

Freedom (Libertad en español), que ha sido el libro de ficción más leído del último verano en Estados Unidos, tiene en Berglund la voz de la conciencia de una sociedad enferma de frivolidad y de consumismo, infeliz y obsesionada por defender sus libertades, hasta el punto de autodestruirse.

"Aumentamos nuestra dependencia en el petróleo, en lugar de diversificar nuestro portafolio e incluir más energías renovables. Si seguimos así, esto tendrá su impacto sobre nuestra seguridad nacional", dice Denise Bode, presidenta de la Asociación Americana de Energía Eólica, que une a 2.500 compañías. Pese a la corriente en contra, es optimista y cree que si el Gobierno da apoyo a la industria aún se puede encarrilar al tren y aumentar la oferta de generación más rápido que otras fuentes.

Es una carrera contra el tiempo, la recesión y la resistencia política conservadora obligan a ir hacia atrás. Los ejemplos sobran: los estados Dakota del Norte y del Sur, entre los mejores lugares del mundo para energía eólica, anunciaron la reducción del 20% de su fuerza laboral por un bajón en las ventas .

El proyecto más simbólico en el estado de Rhode Island se vino abajo. Las autoridades suspendieron la construcción en el mar de un proyecto eólico. El costo por kilovatio/hora iba a ser de 24,4 centavos de dólar; hoy se paga 9,5 centavos por la electricidad generada por petróleo.

Allá no quieren resentir más el bolsillo de sus habitantes. La energía solar es menos costosa, pero también enfrenta desafíos por falta de incentivos. Por ahora, solo 350.000 hogares se calientan con paneles solares.

Otra alternativa en mente es la energía nuclear, por el momento impracticable. Según The New York Times, los costos de ampliación de las centrales nucleares alcanzarán los ocho millones de dólares por megavatio. Siete proyectos en varios estados están suspendidos hasta que los vientos de la economía soplen a favor.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

Por ahora, Estados Unidos seguirá haciendo leña del árbol de manzanas aunque Johnny Appleseed se tire de los pelos en su tumba.

Por Olga Imbaquingo Revelo, www.elpais.com.uy