La avalancha humana hacia las urbes parece imparable, según se desprende de varios informes que alertan que llegaremos al 60% de la población mundial viviendo en ciudades en tan sólo dos décadas. Esta acumulación humana es ya un auténtico problema ambiental, que no se solucionará a no ser que se logre mantener la armonía entre espacio ocupado y gasto energético de cada habitante.
Una gran parte de estos ciudadanos han vivido, viven y vivirán en inmensas torres de apartamentos, cuyo tamaño es inversamente proporcional a las medidas energéticas que deberían albergar entre sus muros de carga. Al estar sólo disponibles las partes comunes (patios, azoteas…) para instalar elementos de ahorro energético (placas solares, turbinas eólicas…), la generación es insuficiente por vecino.
A no ser que en vez de tener placas o turbinas comunitarias, cada vecino tuviera su propia fuente de energía plantada en el balcón. Incluso en el quicio de la ventana para los que no tengan ni balcón.
Para eso hacen faltas ideas como las del diseñador Jonathan Globerson y su Greenerator, un generador de energía solar-eólica de bajo coste que se parece mucho a un carillón de viento de alta tecnología y que además de vestir la terraza, alimenta al resto de la casa.
El Greenerator está equipado con una turbina eólica de eje vertical, suspendida de una estructura de paneles solares flexibles que hace de soporte. Según el diseñador, cada unidad puede reducir la factura de electricidad en un mínimo de un 6 por ciento y puede ahorrar 1 tonelada de emisiones de CO2 al año por casa.
Los grandes avances actuales en células fotovoltaicas flexibles y baratas, junto con la eficiencia de las turbinas de eje vertical, permiten un concepto de generador recogido que podría asimilarse a un tendedero de ropa o una antena de televisión, dos de las estructuras que durante muchos años han reinado en la diminuta baldosa catalana de nuestros exteriores.
Estas turbinas de eje vertical serían de levitación magnética (o turbinas MagLev), pues al colocar imanes permanentes en vez de electroimanes en la base de la turbina, logran evitar la fricción obteniendo una mayor eficiencia y un menor desgaste de las piezas. Y podrían funcionar con vientos a partir de 1.5 m/s. El diseñador asegura que con ese aliento (bueno, pongamos a partir de 3 m/s) se podría alimentar diariamente la siguiente lista tecnológica:
* Una TV plana de 32 “.
* Un ordenador de sobremesa.
* Una cadena estéreo normalita.
* 4 bombillas de 40 W.
* Una nevera.
* Dos portátiles y medio.
El prototipo que presenta Jonathan Globerson es totalmente desmontable, como un mueble de Ikea (o un armario de resina para exteriores de Leroy Merlín, otro de los habitantes típicos del balcón) y vendría empaquetado con someras instrucciones, para que cualquiera pudiera plantarla en su terraza sin la ayuda ni el coste de un profesional instalador de energías renovables.
Y una última ventaja, ésta ya a gusto del consumidor: al estar construidas y pintadas en brillante metalizado móvil, no habría paloma en su sano juicio que no se viera ahuyentada visualmente por el invento; y las que osaran a adentrase en el balcón, se tendrían que enfrentar a una turbina cortante giratoria que, muy posiblemente, les hará dar con sus plumas en una bolsa de basura.
Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.