Pese a todo, el panorama no parecía totalmente sombrío en Tianjin (China), en la recta final antes de la reunión que tendrá lugar en la ciudad mexicana del 19 de noviembre al 10 de diciembre.
Las conversaciones de "esta semana nos han acercado a un conjunto estructurado de decisiones que pueden significar un acuerdo en Cancún", declaró la máxima responsable de la ONU para el cambio climático, la costarricense Christiana Figueres.
Se trata de cuestiones cuyo principio había sido recogido en las actas del acuerdo de Copenhague a fines de 2009 y que podrían llegar a ser operacionales, como el Fondo Verde -un mecanismo para la transferencia de tecnologías o para ayudar a los países más vulnerables a adaptarse a los impactos del cambio climático- y la lucha contra la deforestación.
Todos estos avances fueron destacados por la ONU, que quiere evitar por todos los medios comenzar de cero en Cancún, corriendo el riesgo de ver desacreditado todo el proceso que ha auspiciado, sobre todo después del fracaso de Copenhague.
Para numerosas delegaciones presentes de más de 170 países y según las palabras de Figueres, Cancún también debe "sentar las bases" de lo que sería un acuerdo global que permita luchar eficazmente contra el cambio climático.
La conferencia de Copenhague tenía como misión elaborar un acuerdo internacional de lucha contra el calentamiento global que tomase el relevo del Protocolo de Kioto, que expira en 2012.
Por el contrario, culminó en un texto no vinculante, negociado a última hora por un grupo reducido de jefes de Estado, que fija como objetivo limitar el alza de la temperatura del planeta a 2 grados, pero que se mantiene impreciso sobre los medios.
Por el momento, los objetivos en materia de emisión de gas de efecto invernadero propuestos por los países industrializados y por 37 países en vías de desarrollo están lejos de permitir mantenerse por debajo de los 2 grados.
Esta semana en Tianjin, todo avance a largo plazo chocó con las propuestas divergentes de los dos principales actores de las negociaciones, China y Estados Unidos, que suman el 50 por ciento de las emisiones globales.
"Estamos particularmente decepcionados de haber logrado sólo escasos avances en la cuestión central" del control de las acciones emprendidas por cada uno de los países respecto a su emisión de CO2, declaró el negociador estadounidense Jonathan Pershing.
"No hay solución al problema a menos que encontremos una solución de conjunto", dijo. Pero "parece que hasta ahora, los intereses de los dos países no coinciden", agregó.
Más tarde, el principal negociador chino, Su Wei Su Wei, replicó que "no es justo criticar a los otros cuando no se hace nada", afirmando que China ejerce un "control nacional" de sus compromisos y comparando Estados Unidos a un "cerdo que se mira en un espejo".
Pekín se fijó un objetivo de reducción de las emisiones de carbono por unidad de su Producto Interior Bruto (PIB) de 40 a 45 por ciento entre 2005 y 2020.
El presidente de EE UU, Barack Obama, se comprometió a reducir las emisiones de CO2 de Estados Unidos en un 17 por ciento de aquí a 2020 con respecto a su nivel de 2005.
Tanto Estados Unidos como China han realizado progresos notables en los dos últimos años en el desarrollo de las energías renovables, como los aerogeneradores de energía eólica, la fotovoltaica, la termosolar y los vehículos eléctricos.
El progreso tecnológica quizás permita alcanzar lo que parece difícil de obtener con las negociaciones internacionales, que parece servir de poco, a parte del turismo climático a costa de los contribuyentes de los miles de funcionarios que se supone que negocian un tratado que sustituya al Protocolo de Kioto.