Este físico demostró matemáticamente que colectores solares en los desiertos, con un ocho por ciento de rendimiento, podrían generar 18 teravatios, cifra suficiente para cubrir el consumo actual de electricidad, energía térmica y de combustibles fósiles de la humanidad.
Para esto habría que construir plantas de Energía termosolar o solar termoeléctrica (CSP, por sus siglas en inglés) en la Gran Cuenca Nevada de Estados Unidos, donde se ubican los desiertos de Mojave y Sonora; en el desierto de Atacama, entre Chile y Perú; en el de Takamaklán, en China; en el Gran Desierto Arenoso de Australia, además del Sahara africano y los de la península arábiga.
Las mismas deberán cubrir una superficie total de 910 mil 019 kilómetros cuadrados, casi el doble de España, y no son más que espejos para concentrar la luz del Sol, en un conducto lleno de líquido, para producir vapor y activar una turbina.
Por un tiempo estos cálculos parecieron un interesante ejercicio intelectual, pero otras investigaciones igual complementaron las cuentas del alemán Loster, y los consorcios comenzaron a mover importantes capitales hacia ese campo.
Ya existen autos solares (23 km/h) y se estudia su mejora, además de un avión no tripulado (Zephyr), que ha superado las 168 horas de vuelo ininterrumpido, y hasta un submarino solar, que se ha probado en el Lago Thun, de los Alpes suizos.
Hoy, según Greenpeace, la European Solar Thermal Electricity Association y el grupo SolarPACES, de la Agencia Internacional de Energía (AIE), se invierten más de dos billones de euros en todo el mundo en plantas de tipo CSP.
Los vehículos eléctricos no emiten CO2, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad a los vehículos eléctricos, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.
Con esta tecnología, aseguran los organismos citados, se podría generar hasta el siete por ciento de las necesidades energéticas globales para el 2030, y hasta un cuarto en el 2050.
Esas metas implicarían inversiones anuales de 21 billones de euros hasta el 2015 y más de 174 billones para el 2050. De materializarse, a mediados de la actual centuria, las plantas CSP tendrían una capacidad instalada de dos mil 500 gigavatios.
La abundancia de luz y su ilimitado uso han posibilitado el mejoramiento de su eficiencia y la producción de novedosos dispositivos solares (celdas fotovoltaicas, espejos, calentadores), cada día más masivos en el mercado, tanto para uso doméstico como industrial.
Según el último informe de la AIE, la producción anual de energía fotovoltaica en el 2008 alcanzó casi los siete mil megavatios.
Aunque convertir la luz del Sol en electricidad fue una idea desarrollada en los Estados Unidos, Japón tomó el liderazgo rápidamente, sobrepasado hoy por China y Alemania.
La producción anual del gigante asiático se elevó de 40 megavatios en el 2004, a mil 848 megavatios en el 2008, casi cinco veces la producción de los Estados Unidos.
La AIE refiere que a finales de 2008 el mundo tenía un total acumulado de 15 mil megavatios en instalaciones fotovoltaicas.
Alemania, aunque muy lejos de ser el país más soleado del planeta, tiene una capacidad instalada de cinco mil 308 megavatios. España le sigue con tres mil 223, Japón con dos mil 149 megavatios, y los Estados Unidos con mil 173 megavatios.
Por su parte, China posee dos tercios de la capacidad global de de solares térmicos, que abastecen 27 millones de sus hogares.
Desde 2006, la capacidad mundial de plantas CSP ha crecido de 450 megavatios hasta un total de 820, suficientes para abastecer 156 mil hogares estadounidenses en un año.
Esta tecnología resulta la base para hacer realidad la idea del físico Lóster, y ya en el desierto de Mojave se construye una planta CSP de 250 megavatios, que abastecerá de electricidad a un cuarto de millón de personas en esa región californiana.
También otro megaproyecto solar se impulsa desde Marruecos hasta Egipto, por todo el norte del desierto del Sahara, que implicaría instalar miles de kilómetros de cableado eléctrico en el fondo del mar Mediterráneo para dirigir la electricidad allí producida hacia Europa.
El físico alemán Gerhard Knies, creador de este plan, asegura que estos colectores solares podrían suplir para el 2050 el 15 por ciento de la energía que consume el Viejo Continente.
Tal obra ya tiene el respaldo nominal de las más grandes corporaciones europeas. A mediados de 2009, Munich Re, Siemens AG, Deutsche Bank y otras nueve compañías, en su mayoría alemanas, formaron un consorcio llamado Desertec Industrial Initiative, con el fin de promocionarlo.
Los expertos aseguran que este proyecto tendrá no pocos obstáculos, aunque también lo impulsa la Unión Europa, que busca soluciones para reducir su dependencia del gas natural ruso y del petróleo del Golfo Pérsico, ante la declinación de su industria petrolera en el Mar del Norte.
A pesar de los escépticos, las guerras de la región, los viejos conflictos políticos y las leyes proteccionistas territoriales, Desertec continúa impulsándose, más allá de los cálculos y de la creatividad de los físicos.
Este proyecto, como el resto de las plantas que se construyen, se concretan cada día más, menos para los mil 500 millones de seres humanos que en el sur del Sahara y en varias regiones latinoamericanas, asiáticas y del Pacífico viven aún a oscuras.
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