Este verano el Institut de Recerca en Energia de Catalunya (IREC), firmaba un acuerdo de colaboración con diversas empresas: Alstom, Enel Green Power España, Gas Natural, Acciona, Comsa Emte, EDP Renovables, FCC, Gamesa, Iberdrola Renovables, Prysmian y Siemens. El objetivo del acuerdo es innovador y a la vez ambicioso: desarrollar e instalar una planta internacional de ensayos de energía eólica marina frente a la costa de Tarragona entre Vandellòs y el Delta del Ebro.
El proyecto es conocido como ZEFIR Test Station y se espera que los primeros aerogeneradores entren en funcionamiento en 2012. Se desarrollará en dos fases: la primera consistirá en la instalación de un máximo de 4 aerogeneradores anclados en el fondo del mar a unos 3,5 kilómetros de la costa, con una potencia total no superior a 20 MW, mientras que la segunda, contará con un máximo de 8 aerogeneradores flotantes que se instalarán a unos 30 kilómetros de la costa y que podrán producir hasta 50 MW. Según Antonio Martínez, director general del IREC, "se trata de ofrecer a la industria un lugar para desarrollar tecnología y donde poderla probar. Buscamos que la industria pueda acelerar la implantación de energía eólica en el mar con aerogeneradores flotantes y demostrar su viabilidad".
Estas nuevas plataformas podrían indicar el camino de futuro para la eólica off shore como es conocida internacionalmente. En los últimos años, los Países Bajos, Suecia, Gran Bretaña, Alemania y muy especialmente Dinamarca, que fue pionera en 1991, han desarrollado parques eólicos marinos -en total hay una cuarentena en la Unión Europea- donde las grandes turbinas están ancladas al fondo. Esta solución técnica viene favorecida por la poca profundidad de la plataforma continental del Mar del Norte incluso a gran distancia de la costa. Unas condiciones que no son habituales en el resto del mundo, incluyendo el Mediterráneo. "Si se quiere impulsar la eólica marina en muchos lugares habrá que desarrollar una tecnología que esté basada en estructuras flotantes", indica Antonio Martínez. Noruega, que no pertenece a la UE, es el único país que tiene una plataforma flotante en estudio, a la que se sumarán las del proyecto catalán.
Las estructuras fijas, por el contrario, están bastante desarrolladas y se ha hecho una buena divulgación. Se puede encontrar, por ejemplo, una explicación bastante detallada en este documento presentado por la Fundación Gas Natural y por la compañía especializada Vestas con ocasión de una jornada sobre energía eólica marina que tuvo lugar en Santander en febrero de 2010.
¿Por qué en el mar?
El director del IREC opina que el mercado eólico irá desplazando progresivamente de la tierra al mar y esto se debe a la opinión pública: "la energía eólica ha crecido mucho en tierra en los países desarrollados, y también a economías muy potentes como China, y en algunos se está empezando a notar una cierta saturación de los aerogeneradores; va en aumento la sensación entre la sociedad de que ya hay demasiados en el paisaje". La presencia en el medio marino es hoy por hoy minoritaria. A finales de 2009 había 160.000 MW eólicos instalados en el mundo, de los cuales sólo 2.000 eran offshore. En este documento se pueden leer los últimos datos sobre la situación actual y las perspectivas del sector eólico marino en Europa.
Dentro de este interés en llevar más aerogeneradores en el mar está, sin duda, la planificación estratégica. "En el caso de Dinamarca -explica Antonio Martínez- el gobierno ha decidido que quiere seguir teniendo un mix eléctrico con renovables y que, como la eólica tiene un peso muy importante, se sigue apostando por esta energía y la única manera de hacerlo es en el mar ". En Gran Bretaña las condiciones son diferentes pero las ambiciones no son menores y, a pesar de no tener muchas instalaciones en tierra, se ha optado por iniciar la gran expansión de la eólica directamente al mar con la voluntad de convertir el país en líder mundial de este subsector con 30.000 MW en el año 2030.
Lejos de la costa se reduce la posibilidad de oposición a las instalaciones por razones de impacto visual. Este es un factor nada despreciable que se suma a los objetivos de las estrategias energéticas nacionales para reducir la dependencia del petróleo y de lucha contra el cambio climático. Otro factor importante -que en este caso no depende de las voluntades- es que los vientos son más fuertes y regulares en alta mar y el rendimiento de los aerogeneradores aumenta. "Además en este medio se pueden poner máquinas de grandes dimensiones sin que ello incremente el coste por este concepto", señala el director del IREC.
Fiabilidad y rentabilidad
El proyecto ZEFIR Test Station va más allá de una plataforma de ensayo. Ciertamente el objetivo es hacer tests y validar tecnologías pero también transmitir confianza a futuros inversores. "En el mundo de la eólica las instalaciones están financiadas por los grandes bancos y ellos quieren garantías" recuerda Antonio Martínez. Precisamente una manera de generar ese sentimiento de confianza pasa por no precipitarse y esto explica las dos etapas del proyecto. Santi Parés, marketing manager de Meteosim Truewind empresa con siete años de experiencia en el sector, cree que "la evolución tecnológica para extender la energía eólica en el mar debe pasar por buscar la máxima fiabilidad de funcionamiento que estará ligada a la rentabilidad " y añade que " implementar una tecnología a gran escala sin datos suficientes sería una imprudencia".
En el medio marino es necesario estudiar detalladamente aspectos como el oleaje, las corrientes y la salinidad, esta última ataca los materiales metálicos a través de la corrosión. Por otro lado, junto a los elementos de cimentación o flotación y a la instalación de cables submarinos para llevar la electricidad a la red, el principal motivo de incremento de costes es el mantenimiento. La dificultad de acceso de estas infraestructuras les podría hacer perder atractivo económico. "Para superar este obstáculo -indica Antonio Martínez- han de pensar las máquinas de otra manera, de forma que si falla algún elemento, como ocurre con los aviones, no falle todo. Esto implica un esfuerzo de diseño que pide un know how diferente del que se utiliza en los aerogeneradores de tierra". Básicamente, se trataría de diseñar minimizando las necesidades de mantenimiento para bajar costes.
Efectos en tierra
A pesar de la invisibilidad de las plataformas eólicas marinas, para la mayoría de la población estas instalaciones tienen efectos en tierra firme. Antoni Martínez las valora como "una posibilidad de estímulo de una economía de raíz sostenibilista con la posibilidad de crear puestos de trabajo a través de la participación de empresas que hasta ahora no estaban en este sector como ciertas ingenierías, geotecnia, buceadores, e incluso gente proveniente del mundo de la pesca que podrían contribuir con su conocimiento del medio". De hecho, invita a todas las organizaciones que quieran trabajar en el tema "a hacerlo en las instalaciones que pondremos en marcha".
En general las plataformas de ensayo no deben tener necesariamente fecha de finalización mientras las empresas las consideren útiles. En el caso de ZEFIR las plataformas de la primera fase serán retiradas pero la intención es dejar las flotantes por un tiempo indefinido. De hecho, en tierra -donde la tecnología está muy desarrollada- siguen funcionando plantas de ensayo realizadas hace 20 años porque así los fabricantes tienen ocasión de probar mejoras constantemente. Una oportunidad añadida de trabajo, si todo va adelante como se espera, vendrá del hecho de habilitar infraestructuras de apoyo en tierra con un puerto capaz de dar apoyo logístico a las instalaciones.
Sean en el suelo o el mar, Santi Parés considera que "el futuro de los parques eólicos no depende tanto de los políticos sino de que el tejido social, en el sentido más amplio de la expresión, acepte las renovables". El tejido social incluye las organizaciones de signo ecologista, algunas de las cuales se han opuesto a la eólica en el territorio con una serie de argumentos ambientales. Hoy en día hay muy poca información sobre cuál es la interrelación entre los aerogeneradores y el hábitat marino dentro de la mediterránea. En el mar del norte hay más pero los hábitats son diferentes.
A medida que el proyecto ZEFIR progrese se generará un debate sobre esta cuestión que ahora es prácticamente inexistente. El IREC ha manifestado su voluntad de participar y tiene un apartado de investigación ambiental que irá paralelo a la tecnológica. De momento, una organización del peso de Greenpeace se ha mostrado favorable a la energía eólica marina. Por otro lado, el pasado mes de julio, en un curso sobre las energías renovables celebrado en la Universidad de Jaén, el director de Oceana Europa, Xavier Pastor, dijo que "la mejor solución para combatir este cambio climático es apostar por las energías renovables, como la eólica, y especialmente la marina, ya que sus ventajas son mucho mayores que el posible impacto ambiental que pudiera presentar". Son dos ejemplos significativos de una aceptación bastante generalizada de la eólica marina en este ámbito.
Más allá del horizonte inmediato
El coste aproximado de ZEFIR es de 143 millones de euros, un 76% de este total proviene de aportaciones de los fabricantes de aerogeneradores, los fabricantes de bienes de equipo y de las empresas promotoras. Cuando la planta entre en funcionamiento se financiará con recursos propios provenientes de la venta de energía, y de los servicios a terceros. Hoy por hoy el coste de instalación y mantenimiento de la eólica marina es superior al de las zonas terrestres pero también es cierto que los aerogeneradores en el mar tienen mucho que demostrar y queda mucho conocimiento para desarrollar. El proyecto ZEFIR es precisamente una oportunidad para trabajar en este sentido sobre todo porque el ejemplo danés, y otros del mar del norte, no pueden aportar todo lo que necesitamos saber debido -como ya se ha apuntado- a las diferentes características de la plataforma continental en esa región respecto al Mediterráneo.
Mirar los costes con perspectiva de presente es erróneo porque los retos son de futuro. En 2007, la Comisión Europea anunció el lanzamiento de un plan estratégico para el desarrollo de la tecnología energética y entre los argumentos para defender la importancia de este plan destacó que "el desarrollo de nuevas tecnologías de energía pueden desempeñar un papel decisivo y ayudar a alcanzar los objetivos de la UE de reducir el consumo de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% de aquí a 2020 y aumentar en un 20% la proporción de fuentes renovables en la combinación energética de Europa". Nadie discute que las tecnologías relacionadas con la energía tienen un papel clave en contribuir a hacer el sector más competitivo y sostenible sin que estos términos entren, en esta ocasión, en contradicción.
Por Albert Punsola, www.sostenible.cat/sostenible/web/noticies/sos_noticies_web.php