Por horas de irradiación solar y capacidad tecnológica acumulada, España está en condiciones de ser líder mundial en energía fotovoltaica, por lo que sería absurdo desaprovechar nuestras grandes posibilidades, permitiendo que otros países desarrollen las inversiones que podríamos liderar aquí.
Las energías renovables deben ser un sector industrial estratégico para el nuevo modelo de economía sostenible. Son capaces de generar empleo y riqueza, y a la vez revierten el cambio climático, y atenúan la endémica dependencia energética de terceros países.
Con un potencial y un desarrollo tan altos, preocupa y sorprende esa ceremonia de la confusión con la que vienen poniendo en la picota al sector fotovoltaico tanto determinadas empresas fósiles como el propio Ministerio de Industria.
De entrada, conviene aclarar que las primas a las energías renovables no suponen un coste económico insostenible para el sistema, sino que el año pasado ayudaron decisivamente a abaratar en 4.807 millones de euros el coste final de la factura eléctrica.
Es decir, la producción renovable permitió enjugar los 5.233 millones de euros en primas recibidos por las diferentes energías renovables del régimen especial, y todavía impulsaron un ahorro añadido de casi cinco mil millones más en el coste final de la luz.
¿Cómo se consiguió? Gracias a que la mayor penetración de las renovables impidió una mayor entrada al sistema de las centrales de gas más caras, que normalmente marcan el precio de casación definitivo, con lo que el precio medio del mercado eléctrico descendió de 66 a 38 euros por megavatio hora.
Con un sistema como el español, con déficit tarifario, a lo peor alguien puede plantearse que el misterio no está en las energías renovables, sino en cómo las comercializadoras parecen no haberse percatado de esa rebaja. ¿O es que a usted, querido lector, le han rebajado el coste del kilovatio hora en el recibo de la luz?
La industria solar fotovoltaica ha coadyuvado a ese descenso, y a la vez ha completado el mayor ciclo histórico de abaratamiento de todas las renovables, con un descenso superior al 40 por ciento en menos de dos años, que aún puede reducirse un 12 por ciento más en lo que queda de 2010, y que en los próximos decrecerá a ritmos superiores al 10% anual.
Con todas esas potencialidades, sorprende la tibieza y la ambigüedad con que el Ministerio de Industria viene refiriéndose a la industria solar fotovoltaica. En los últimos días, varios rumores sobre una posible retroactividad en las primas a las renovables, propalados interesadamente y aún no suficientemente desmentidos por el Ministerio, ha intensificado el recelo de los inversores internacionales, paralizado de hecho varias operaciones, puesto en entredicho la seguridad jurídica nacional y situado el riesgo país en un atolladero sumamente grave y de difícil salida.
Sólo en el sector fotovoltaico hay una deuda comprometida con bancos y cajas nacionales e internacionales que empieza a aproximarse a 20.000 millones de euros.
Imagínense cómo reaccionarían esos inversores si a mitad del partido cambiasen las reglas del juego y se esfumase la forma de recuperar su inversión. Más el efecto de bola de nieve que tendría sobre otros inversores del resto de sectores subsidiados, como pueden ser las autopistas.
Como en la obra de Jardiel, el Ministerio amenaza con aplicar el freno y la marcha atrás a las renovables, lo que provocaría un aluvión de recursos y la congelación de las renovables en España. Eso sí que sería insostenible para el sistema, e iba a encarecer muy mucho el recibo de la luz.
Juan Laso, presidente de la Asociación Empresarial Fotovoltaica, www.aefotovoltaica.com/