En la capital danesa se han enterrado las esperanzas de un nuevo tratado internacional contra el cambio climático, necesario para que EE UU o China asuman metas obligatorias y vinculantes con reducciones de gases invernadero más allá del mero voluntarismo. Además, los países industrializados tampoco se han comprometido a asumir objetivos muy ambiciosos a partir el 2012, fecha en que expira el protocolo de Kioto. Así, este protocolo – el único instrumento internacional vinculante en la lucha contra el calentamiento-no está muerto, pero sale muy tocado.La UE, EE UU y los países pobres deberán presentar sus nuevas metas para reducir los gases para el 2020; pero lo acordado no tiene carácter obligatorio. Son demasiadas incertidumbres, en contraste con la necesidad de dar mensajes claros a los mercados y a la sociedad sobre los pasos que hay que dar hacia una economía más limpia.
La voluntad de Obama de hacer converger a EE UU con los demás países en la lucha contra el calentamiento no va a imprimir un mayor ritmo en los esfuerzos de reducción de gases invernadero. Obama prometió un nuevo uso de la energía basado en las fuentes y renovables y menos dependiente del petróleo "por razones de seguridad nacional"; pero su Administración amoldará esta política a la peculiar situación de su país. No ha querido entrar al trapo en la puja entablada por la UE para recortar mas la emisiones. La implicación de EE. UU. se hará de forma sincronizada con China. Por eso, la alianza entre esos países ha hecho desaparecer de la escena política el nuevo tratado internacional. Copenhague ha soldado la confluencia de intereses entre EE UU y China, hasta el punto de que los dos países se aliaron para sacar adelante un pacto – y para descafeinarlo-hasta hacerlo tan raquítico que deja a la UE desairada, como la única potencia con iniciativas relevantes. No obstante, es posible que si Europa hubiera aumentado su nivel de ambición (prometiendo unilateralmente recortar los gases hasta un 30%) tal vez hubiera evitado la cólera de los africanos y hubiera suturado las heridas reabiertas entre pobres y ricos. La competencia se mide en el eje América-Asia.
El acuerdo político fue alcanzado en una reunión entre Obama y los líderes de los países emergentes (China, India, Brasil y Sudáfrica) que permitió sacar de la ratonera en que se vieron una veintena de líderes representativos de todo el mundo, que estrellaron sus borradores contra el muro chino e indio. "Todas nuestras propuestas tropezaban sistemáticamente con China e India; ellos salían y entraban continuamente para coordinarse", declaraba el viernes una ministra europea.
Obama habló del "inicio de una nueva era", pero su mediación no generó el consenso. El singular pacto a cinco bandas tuvo luego un dificilísimo encaje en el plenario de la convención, en donde están representados los 193 países. El problema es que aquí los acuerdos necesitan unanimidad, y varios países del eje bolivariano (Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua, además de Sudán) expresaron sus quejas e intentaron impugnarlo de madrugada, denunciando el procedimiento poco "participativo y transparente" empleado.
Ante una presidencia danesa sobrepasada por el tono y las formas, estos países llegaron a bloquear la aprobación definitiva. El acuerdo estuvo en el aire durante siete horas. Al final, tras 30 horas de negociación, se recurrió a una argucia legal y la conferencia decidió "tomar nota" del acuerdo, al que podrán adherirse o no los países que quieran.
El intento de estos países de cuestionar el acuerdo capitaneado por Obama provocó gran tensión, pues si no se aprobaba, quedaban también en el alero las ayudas urgentes prometidas para los próximos tres años a los países pobres. La representante de Venezuela aseguró que no iban a "vender su voto por 30.000 millones de dólares". Pero aunque el acuerdo se haya descafeinado y pueda considerarse irregular, una interpretación generosa hará que se mantenga la voluntad política de preservar la ayuda prometida, según fuentes de la UE.
El texto se queda tan corto que ni siquiera recoge la meta global de recortar un 50% las emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2050, a lo que China se resistió numantinamente, y hasta logró que se volatilizara del documento final. Y la contrapartida en negativo fue que los industrializados también retiraron su promesa de elevar esa disminución de gases hasta un 80% para mitad de siglo. Fue una puja a la baja para dejar congelado el tratado contra el calentamiento.
Los pobres resultados de Copenhague
Dadas las diferencias existentes entre países ricosy pobres y, ante la negativa de China, India y otras potencias emergentes, la próxima conferencia sobre cambio climático, en México, a finales del 2010, no verá sin duda la adopción del nuevo tratado vinculante para unificar los esfuerzos de todos los países en un único carril de lucha contra el calentamiento. Estos son otros resultados de la cita de dos semanas en Copenhague.
¿Qué ocurrirá con la lucha contra el cambio climático? Ha fracasado el intento de que las naciones industrializadas asumieran colectivamente reducciones de gases de entre el 25% y el 40% para el 2020 respecto a 1990, como recomiendan los científicos. El acuerdo de Copenhague establece que antes del 1 de febrero las naciones industrializadas (incluido EE. UU.) deberán presentar, individual o colectivamente, sus nuevas metas para el año 2020. Por su parte, los países en vías de desarrollo pondrán en marcha acciones de mitigación mientras que para el grupo de las naciones menos adelantadas y las pequeñas islas los planes serán voluntarios.
¿Cómo incidirá todo esto en el protocolo de Kioto? El compromiso vinculante de Kioto (1997) para reducir los gases de efecto invernadero sólo afecta 37 países ricos; y seguirá así por ahora. Las metas que tienen que presentar antes de febrero del 2010 deben servir para cubrir el segundo periodo de cumplimiento, pues el actual protocolo de Kioto expira en el año 2012 (fecha en la que han debido reducir sus emisiones un 5% respecto a 1990).
¿Qué hará la UE? José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, dijo que la UE mantiene su plan para reducir las emisiones de gases del 20% para el 2020. Este asunto ya está acordado y no sólo responde a la política europea para luchar contra el cambio climático, sino que forma parte de su estrategia para diversificar fuentes de energías y ganar competitividad.
Y para EE. UU., ¿qués ignifica el acuerdo? Obama dijo que impulsaría las energías renovables y depender menos del petróleo "por razones de seguridad nacional". Y está claro que reforzará en este ámbito su relación con China. Pero EE. UU., que sigue al margen de Kioto, podrá hacer una transición más pausada hacia una economía baja en carbono para acompasarla a las necesidades del tejido económico.
¿Y para Obama? Sólo se ha comprometido en Copenhague a reducir los gases invernadero un 3-4% para el 2020 respecto a 1990, pero su promesa no es vinculante (como todo lo acordado en Copenhague). Por eso, si los demócratas fracasan en el Senado en las próximas semanas a la hora de aprobar la ley que incluye esa meta, no pasaría nada. Obama no se habría pillado los dedos. Su promesa sería… más papel mojado.
Y para los países en vías de desarrollo, ¿qué comporta? Yvo de Boer, secretario ejecutivo del Convenio del Cambio Climático, dijo que estos países han previsto acciones para mitigar el cambio climático que les permitirían reducir el ritmo de crecimiento de sus emisiones un 28% en el 2020 respecto a la tendencia prevista para esa fecha (lo que está en la horquilla recomendada por los científicos). Cumplen más que los países ricos, vino a decir.
¿Qué planes tienen los grandes países emergentes? China reducirá la intensidad de carbono (emisiones de CO2 por unidad de producto) entre el 40% y el 45% para el año 2020 con relación al 2005. India recortará la intensidad de emisión entre un 20% y un 30% para esa fecha. Y Lula da Silva prometió que Brasil reducirá las emisiones entre un 36,1% y un 38,9% respecto a las tendencia prevista para el 2020.
¿Serán verificadas por la comunidad internacional las emisiones de los países en vías de desarrollo? Sus planes deben ser sometidos a un sistema nacional de medición y verificación y serán comunicados cada dos años al Convenio del Cambio Climático. Sin embargo, la comunicación de esta información debe hacerse sobre la base de "unas directrices que asegurarán que su soberanía nacional sea respetada", lo que es una concesión a China. El temor es que hay discrepancia entre lo real y lo comunicado, y que no haya total transparencia, como pedía la Unión Europea.
¿Habrá ayuda a los países pobres? Entre el 2013 y el 2020, los países desarrollados se comprometen a movilizar progresivamente hasta 100.000 millones de dólares. Los fondos vendrán de fuentes públicas y privadas, aunque no se concreta mucho más. Debe servir para ayudarles a reducir sus emisiones, proteger los bosques y evitar la deforestación y asistirles en la adaptación frente a los efectos del calentamiento y para la transferencia tecnológica.
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