Las promesas más concretas son las financieras: el texto prevé una ayuda inmediata de 30.000 millones de dólares en un periodo de tres años (2010-2012) para los países en desarrollo y una meta progresiva de 100.000 millones anuales a alcanzar en 2020, procedentes de fondos públicos y privados, bilaterales y multilaterales.
El documento reconoce también la necesidad de contener la elevación de la temperatura de la Tierra en 2º C respecto a la era preindustrial. Varios Estados isleños querían que el tope fuese de 1,5º. El documento no fija sin embargo plazos ni garantías de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, admitió que el acuerdo "tal vez no sea todo lo que esperábamos, pero esta decisión de la conferencia de las partes es una etapa esencial" hacia la elaboración de un nuevo tratado internacional.
La Conferencia, organizada por la ONU, optó finalmente por "tomar nota" del Acuerdo, después de agobiantes y tensas discusiones durante toda la noche entre los jefes de las delegaciones, puesto que los mandatarios ya se habían marchado."El hecho de ‘tomar nota’ le da un estatuto legal suficiente para que el acuerdo sea operativo sin necesidad de una aprobación por las partes", explicó a la AFP Alden Meyer, director de la ONG estadounidense Union of Concerned Scientists (unión de científicos comprometidos).
El acuerdo fue elaborado el viernes por los jefes de Estado y de Gobierno de unos 30 países industrializados, emergentes y en desarrollo, encabezados por el presidente estadounidense Barack Obama.
Sus principales promotores fueron Estados Unidos, la Unión Europea, y cuatro grandes potencias emergentes: China, India, Brasil y Sudáfrica.
Estados Unidos y China, los dos países más contaminantes del planeta, lograron así acercar posiciones, tras sus disputas en torno a la exigencia norteamericana de que el gigante asiático aceptara métodos de verificación de sus emisiones, considerados por Pekín como amenazantes para su soberanía.
El texto señala al respecto que los países en desarrollo comunicarán cada dos años informaciones sobre sus políticas nacionales y facilitarán datos para "consultas y análisis internacionales".
La férrea oposición de Cuba, Venezuela, Bolivia y Sudán -que criticaban la insuficiencia del Acuerdo para luchar contra el cambio climático o la exclusión de la mayoría de países del proceso decisorio- amenazaba su adopción, que debía darse necesariamente por consenso entre los 193 países participantes en la Conferencia.
"No nos parece correcto que intentemos, con el argumento de la buena fe, imponer aquí un documento logrado por medios no democráticos que se nos presentó pocos minutos antes de proponernos su adopción", afirmó el delegado de Bolivia.
La delegada de Venezuela afirmó que la forma en que se había gestado el acuerdo era "un golpe de Estado a la Carta de Naciones Unidas" y subrayó que todo ocurrió "bajo la propia mirada del secretario general de la ONU". Este comentario inauguró una noche de ásperos intercambios, durante la que Sudán afirmó que adoptar este documento equivale "a pedirle a Africa que firme un pacto suicida, un pacto incendiario".
El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, "jugó un papel muy activo" en las discusiones que evitaron un fracaso de la Conferencia, según el embajador de Brasil para el clima, Sergio Serra.
La Conferencia de Copenhague se proponía en particular establecer mecanismos para tomar el relevo del Protocolo de Kioto y sumar a Estados Unidos, que no es signatario de ese documento, único instrumento legal internacional existente hasta el momento para luchar contra el cambio climático. En la actual situación parece difícil que la próxima conferencia, a celebrarse a fines de 2010 en México, pueda dar a luz un tratado ambicioso y vinculante.
Logran “significativo” acuerdo en Copenhague
Los países reunidos en la cumbre de la ONU en Copenhague contra el cambio climático han logrado un “avance sin precedentes y significativo”, anunció ayer el presidente de EUA, Barack Obama.
En declaraciones a la prensa, Obama expresó su satisfacción por el acuerdo conseguido tras más de doce horas de negociaciones en la capital danesa que culminaron con un encuentro entre EUA, Brasil, India, China y Sudáfrica en el que se forjó el pacto.
Obama reconoció que será “muy complicado” y “llevará un tiempo” cerrar un tratado que sea legalmente vinculante, algo que requerirá “más confianza” entre las partes. El acuerdo logrado ayer, precisó, no será legalmente vinculante pero sí hará que los países fijen sus objetivos de recorte de emisiones de gases contaminantes. El presidente estadounidense apuntó que en Copenhague las conversaciones se vieron perjudicadas por un “punto muerto fundamental en las diferentes perspectivas”.
Cautela
Acerca de por qué no ofreció propuestas más ambiciosas para tratar de romper ese punto muerto, Obama indicó que su Gobierno no quiere hacer promesas que no pueda cumplir y no puede “de la noche a la mañana” alcanzar la independencia energética.
Según había indicado previamente un alto funcionario estadounidense que habló bajo la condición del anonimato, el pacto aporta un mecanismo para supervisar y verificar los recortes de emisiones en los países en desarrollo pero fija unos objetivos menos ambiciosos de lo que esperaban inicialmente EUA y los países europeos, según las fuentes.
Si mantiene el objetivo de limitar el aumento de la temperatura terrestre a dos grados, como buscaban europeos y estadounidenses.
También incluye un acuerdo sobre la financiación que aportarán los países más ricos a las economías en vías de desarrollo para su adaptación al uso de tecnologías limpias.
Inconformes
Ninguno de los países está completamente satisfecho con lo logrado pero el acuerdo representa, insistió el alto funcionario, un “paso histórico” que servirá de base para pactos más sustanciales en el futuro. Obama llevó a cabo una intensa serie de reuniones a lo largo de su estancia en Copenhague de 12 horas, que comenzaron con un encuentro multilateral con más de veinte países e incluyeron dos encuentros con el primer ministro chino, Wen Jiabao, cuyo país mantenía las principales diferencias con Washington en la cumbre.
Inicialmente su estancia estaba previsto que fuera de sólo nueve horas, aunque optó por prolongarlas para intentar llegar a un acuerdo. El Acuerdo de Copenhague ha sido un modo de salvar la cara tras el fracaso de 12 días de negociaciones en Copenhague para conseguir un texto ambicioso que sucediera en 2012 al Protocolo de Kioto, el único tratado que obliga a 37 naciones industrializadas y la UE a recortar sus emisiones de dióxido de carbono.
El acuerdo, de carácter no vinculante, está muy lejos de las expectativas generadas en torno a la mayor reunión sobre cambio climático de la historia, y no fija objetivos de reducción de gases, aunque sí limita la subida de temperaturas a 2 grados centígrados para evitar una catástrofe.