En las últimas semanas han crecido las expectativas de un acuerdo, tras las promesas de China y EE UU de presentar planes concretos para reducir sus gases. Sin embargo, la suma de las ofertas puestas sobre la mesa por las naciones ricas no alcanza el nivel de exigencia que reclaman los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC). Estos piden que las naciones industrializadas recorten sus gases de un 25% al 40% en el 2020 respecto a 1990, que el pico de emisiones mundiales se alcance antes del 2020 y que la disminución mundial de gases en conjunto sea como mínimo del 50% para el 2050; todo ello para evitar una subida de temperatura de dos grados sobre los valores preindustriales. Este reto supone que los países ricos deberían recortarlas entre un 80% y un 95% a mitad de siglo.
Sin embargo, los países emergentes (China, India, Brasil y Sudáfrica…) rechazan la meta del 50%, pues significaría tener que cambiar sus pautas de desarrollo; y no quieren esta hipoteca. Los países emergentes tienen planes internos de acción, pero no aceptan dejarlos por escrito negro sobre blanco en un pacto mundial. China –primer emisor de CO2– ha ofrecido frenar el ritmo de crecimiento de sus emisiones de carbón y petróleo, pero sólo en términos de una reducción de la intensidad energética empleada (concretamente entre un 40% y un 45% en el 2020 respecto a 2005). La UE, en cambio, ve necesario planificar un modelo energético bajo en carbono a 40 años vista y, aunque ensalza el esfuerzo de China, duda de que su contribución sea suficiente. En realidad, la UE aún no sabe hasta qué punto China desviaría a la baja sus emisiones respecto a lo previsto; por lo que no puede hacer una valoración firme.
La suma de las ofertas de reducciones de gases de los países industrializados sólo totaliza recortes de entre el 14% y el 18% para el 2020 (frente a las cuotas del 25%-40% exigidas). Los números sólo salen si no se cuenta con EE.UU., pero en cambio no cuadran si se incluye a esa potencia. "EE.UU. tiene margen suficiente para hacer un esfuerzo mayor de mitigación, aunque entendemos las dificultades que su Gobierno puede tener", dice Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático. Y añade, "de todas maneras, lo importante es que EE.UU. rompa su actual inercia y que lo haga con un compromiso". Ribera considera que es un hito. EE.UU. ofrece disminuir los gases un 3% para el 2020 respecto a 1990 (un 17% menos respecto al nivel del año 2005.
El momento clave será, en cualquier caso, la llegada de los principales líderes mundiales en el tramo final de la conferencia la semana próxima, cuando podrán hacer nuevas concesiones. Y el momento estelar llegará con la presencia del presidente Barack Obama, que estará en la clausura de la conferencia, el viernes día 18, según se confirmó el viernes.
El acuerdo mínimo de Copenhague exige no sólo que los países ricos pacten metas para reducir sus gases para el 2020, sino que se fijen fondos económicos adicionales para que los países en vías de desarrollo puedan hacer frente al cambio climático con planes de adaptación y mitigación. Sin embargo, únicamente la UE ha puesto cifras y formas de financiación sobre la mes.
También deben acordarse fórmulas para evitar la deforestación y construir un sistema de verificación y control internacional de las emisiones para hacer un seguimiento real de los objetivos acordados y comprobar la eficacia de las medidas. Y, sobre todo, tendrá que urdirse un mandato claro, con fechas concretas, para cerrar el protocolo el 2010. Luego, otro asunto será saber si China y EE.UU. aceptan que ese compromiso sea vinculante (y no sólo voluntario). Mientras tanto, los países en desarrollo más pobres exigirán que las naciones industrializadas –que se han beneficiado de décadas de prosperidad a costa de inundar la atmósfera de gases peligrosos– profundicen en sus recortes de emisiones hasta un 40% para el 2020.
Por otra parte Oxfam Internacional ha propuesto que el fondo de adaptación alcance los 200.000 dólares anuales, de los cuales 100.000 serían aportados por EE.UU. y la UE. "El precio del éxito en Copenhague son 200.000 millones de dólares. Esta cifra podría provocar una reacción en cadena que suponga reducciones de emisiones más ambiciosas y ayude a los países más pobres del mundo a adaptarse al clima cambiante. Esa cifra es calderilla comparada con lo reunido para salvar a los bancos en quiebra", dice José Antonio Hernández de Toro, portavoz de cambio climático de Intermón Oxfam.